Capitalismo popular o bancarizaci¨®n de la econom¨ªa?
Al proyecto de privatizaci¨®n de empresas y actividades p¨²blicas, planteado como una imprescindible reducci¨®n del peso de lo p¨²blico en la econom¨ªa espa?ola, le falta explicitar y posibilitar su objetivo ¨²ltimo, la potenciaci¨®n del capitalismo popular, y le sobra intervenci¨®n bancaria.Con el incomprensible visto bueno del Banco de Espa?a, con su silencio al menos, las instituciones financieras parecen haber comenzado a invertir masivamente en el proceso de privatizaciones que se anuncia. Porque una cosa ser¨ªa intermediar la venta y otra invertir, formar n¨²cleos duros y ocupar los consejos de administraci¨®n, condicionando y dirigiendo la gesti¨®n empresarial.
Si el proceso que comenz¨® La Caixa, con el apoyo y la presi¨®n de la Generalitat, se ampl¨ªa y generaliza, se habr¨¢ dado un giro de 180 grados a una pol¨ªtica de restricci¨®n de inversiones bancarias en el capital de empresas no financieras, que ha sido una constante de la pol¨ªtica econ¨®mica espa?ola desde mediados de los a?os setenta.
Esa pol¨ªtica respond¨ªa, y responde, a la mala experiencia de la banca mixta en Espa?a, que est¨¢ en el origen de la crisis bancaria de mediados de los a?os setenta, que se materializ¨® en el paso del 30% de los dep¨®sitos del sistema por el Fondo de Garant¨ªa de Dep¨®sitos.
Peor a¨²n fue la experiencia de las empresas participadas por la banca, pues los intereses, preparaci¨®n y objetivos estrat¨¦gicos de los representantes de la banca eran, y son, radicalmente diferentes de los de los empresarios no financieros.
La decisi¨®n de delimitar la participaci¨®n bancaria en las empresas signific¨®, en su momento, un terrible golpe a la financiaci¨®n de las empresas, que no s¨®lo no fue sustituido por alguna otra alternativa d¨¦ financiaci¨®n a largo plazo, sino que coincidi¨® con un aumento de la fiscalidad que ha impedido un aumento suficiente de fondos propios de las empresas no financieras. La combinaci¨®n de esos dos procesos, junto con una fiscalidad que ha considerado indeseable e innecesario el ahorro privado y el mantenimiento de la legislaci¨®n laboral del franquismo, han sido uno de los determinantes b¨¢sicos de la crisis de crecimiento y empleo que sufrimos desde hace a?os.
La salida a esta situaci¨®n s¨®lo es posible continuando la pol¨ªtica que ha comenzado el Gobierno, con las nuevas disposiciones sobre plusval¨ªas y actualizaci¨®n de balances, que si se combinan con una reforma del IRPF y del impuesto sobre el patrimonio permitir¨¢n mayor ahorro privado y una mejor capitalizaci¨®n empresarial. Una salida falsa ser¨ªa, en cambio, permitir que las instituciones financieras volvieran a participar en la propiedad y gesti¨®n de las empresas no financieras.
Por supuesto que una cosa es que las grandes entidades financieras, bancos o cajas, que, tengan equipos preparados y habituados a comprar y vender, participen en la aventura de la privatizaci¨®n de grandes empresas, que suelen ser detentadoras de monopolios de derecho, como intermediarios, y otra que todo tipo de entidad financiera, del tama?o que sea, participe no s¨®lo para intermediar la venta, sino como inversor ¨²ltimo de empresas m¨¢s peque?as, no monopolistas, sin grandes beneficios, y con necesidades de reorganizaci¨®n interna.
Pi¨¦nsese en las decenas, o centenares, de empresas y actividades econ¨®micas p¨²blicas de ¨¢mbito regional o local que puede terminar en manos de bancos m¨¢s pequenos, o de cajas de ahorro, que no podr¨¢n, por condicionamientos pol¨ªticos locales, vender esas participaciones o tomar decisiones empresariales que signifiquen ajustes de plantilla las empresas pierden mercado el m¨¢s que seguro fracaso empresarial que acabar¨¢ por producirse si la estrategia la deciden los responsables bancarios.
Tanto las grandes como las peque?as instituciones financieras, con las naturales excepciones, han sido malas gestoras de empresas no financieras. Son mundos antag¨®nicos, con culturas distintas, tiempos de maduraci¨®n diferentes y gestores no intercambiables f¨¢cilmente.
La contaminaci¨®n de un mala gesti¨®n en grupos bancarios con una fuerte participaci¨®n empresarial puede partir tanto de un negocio bancario en r¨¦troceso como de unas inversiones empresariales en actividades que entrar en crisis. El paraguas que proporciona el monopolio de creaci¨®n de dep¨®sitos significa que las crisis de estos conglomerados siempre se detectar¨¢n tarde, con un tremendo coste presupuestario, de actividad y de empleo.
Es igualmente incomprensible el silencio de la Comisi¨®n Nacional del Mercado de Valores respecto a si la adjudicaci¨®n de paquetes significativos de acciones de sociedades cotizadas en Bolsa de empresas p¨²blicas en proceso anunciado de privatizaci¨®n constituye una violaci¨®n o, en t¨¦rminos m¨¢s suaves, una omisi¨®n del cumplimiento de las normas que regulan el inside trading. Representantes muy cualificados del sector bancario han utilizado tambi¨¦n, como argumento para justificar la participaci¨®n de la banca en el proceso de privatizaci¨®n, el exceso de liquidez y el descenso de m¨¢rgenes financieros por la disminuci¨®n de los tipos de inter¨¦s que experimenta, el sector en este momento.
Es evidente que cuando esa situaci¨®n se produce surge la tentaci¨®n de participaci¨®n en empresas que puedan aportar al accionista bancario dividendos y plusval¨ªas, en lugar de tener que mantener el margen financiero bajando los costes de transformaci¨®n. La pretensi¨®n de recuperar rentabilidad invirtiendo en empresas en lugar de reducir los costes de transformaci¨®n deber¨ªa ser cortada de ra¨ªz por la autoridad monetaria. El privilegio de la banca -el monopolio de creaci¨®n de dinero- tiene que compensarse, cuando menos, impidiendo la especulaci¨®n y el riesgo que significan las inversiones en empresas no financieras.
Por supuesto que no estoy hablando de lo que cualquier grupo financiero decida hacer con sus fondos propios, en la medida en que sean superiores a los m¨ªnimos de solvencia que exigen tanto las directivas comunitarias como la regulaci¨®n del Banco Internacional de Pagos de Basilea. Si son fondos excedentarios, los gestores pueden decidir en qu¨¦ los invierten, sin ninguna limitaci¨®n.
Los destinatarios l¨®gicos del proceso de privatizaci¨®n son los ciudadanos, que pueden, de esta forma, invertir sus ahorros, directamente o a trav¨¦s de fondos de inversi¨®n, de pensiones o de compa?¨ªas de seguros, en acciones de sociedades antes de propiedad p¨²blica.
El proceso de disminuci¨®n del tama?o de lo p¨²blico estar¨¢ incompleto si se olvida que el objetivo ¨²ltimo no es obtener ingresos p¨²blicos con su venta, ni disminuir las subvenciones y transferencias presupuestadas; el objetivo ¨²ltimo es permitir que funcione la econom¨ªa de mercado, que se acumule capital en manos privadas y que se pueda invertir en empresas no financieras.
Para conseguirlo es preciso modificar la legislaci¨®n fiscal, imponer la neutralidad fiscal m¨¢s estricta y eliminar las regulaciones que impiden el desarrollo de la actividad productiva en Espa?a, con lo cual llegamos, nuevamente, al campo de las reformas estructurales pendientes: reforma laboral, fiscal, de las administraciones p¨²blicas y de los m¨²ltiples mercados y sectores intervenidos.
S¨®lo si se hacen esas reformas ser¨¢ posible que la actividad empresarial no financiera se expansione sobre bases estables y que no sea una insensatez aconsejar a los ciudadanos espa?oles que inviertan sus ahorros en empresas no financieras o detentadoras, de hecho o por derecho, de alg¨²n monopolio.
Si el proceso de privatizaci¨®n se bancariza y termina con el control bancario de empresas no financieras, grandes o peque?as, habremos hecho un flaco favor tanto a la banca como a las empresas privatizadas; y si se posibilita que los ciudadanos participen, directa o indirectamente a trav¨¦s de fondos de inversi¨®n o pensiones, en el capital de las empresas privatizadas sin hacer previa o simult¨¢neamente una pol¨ªtica de reformas, se corre el riesgo de asestar un tremendo golpe ala confianza de los espa?oles en una pol¨ªtica econ¨®mica centrada en la privatizaci¨®n y en la disminuci¨®n del tama?o de lo p¨²blico.
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