Parques, orden y disciplina
Se quejaba una lectora hace poco del abandono detectado en el c¨¦sped y las aguas del Retiro, cada vez m¨¢s verdes ¨¦stas, cada vez menos aqu¨¦l. Yo me pateo este parque madrile?o al menos una vez, a la semana o antes si hay peligro de muerte o si he de comulgar, de modo que puedo certificar y certifico que cuanto afirmo es rigurosamente cierto. Por lo que se refiere a la primera faceta, no s¨®lo asombra la dejadez en el riego y cuidado de la hierba que otrora ornaba nuestro "padre de todos los parques", sino que alucina y duele la observaci¨®n cotidiana de numerosos agravios comparativos. Quiero decir que cualquier mala y rala hierba de la capital o incluso cualquier parterre de tierra seca -adorno en el que nuestros ayuntamientos han sido y son especialistas- reciben a diario metros y metros c¨²bicos de rica agua del Canal.Quiz¨¢ muchos ciudadanos se encojan de hombros pensando: "Bueno, si los chiquillos tienen agua y quieren derrocharla, all¨¢ ellos". Pero no es un pensamiento saludable: no debemos olvidar jam¨¢s que se trata de un bien escaso, precioso y, en nuestro pa¨ªs y en esta latitud, casi milagroso. Sea como fuere, ?no deber¨ªa primarse nuestro parque urbano por antonomasia?, ?qu¨¦ explicaci¨®n puede tener tan extra?a negligencia?
Queda consignado que la comunicante tambi¨¦n da en el clavo al referirse a las aguas estancadas y el mism¨ªsimo estanque hace como nunca honor a su nombre. Sus verdes y turbias aguas albergan cientos o miles de hambrientas carpas que, seg¨²n todos los indicios, viven de la caridad p¨²blica. Cada vez que alg¨²n ni?ito fil¨¢ntropo les arroja desde el pretil un cach¨ªn de cualquiera de las marranadas con nombres yanquis que hoy consumen los pobres arrapiezos, una docena de bocas en c¨ªrculo -como aguiluchos siendo alimentados por la madre o negros cantando el Only you- aparecen arracimadas en la superficie. Huele a pescado, no a agua, de lo que inferimos, sin necesidad de emular a Sherlock Holmes, que debe haber m¨¢s peces que agua. Y todav¨ªa pueden darse con un canto en los dientes las infelices si conocen el sino de aquellas primas suyas que poblaron el lago de la Casa de Campo hasta que el Se?or envi¨® una tromba de agua, si no me equivoco en junio de 1995. Desde entonces -y a pesar del super¨¢vit actual, y de todo lo que se despilfarra y ha despilfarrado- nadie ha sido capaz de restaurar el statu quo. Las inquilinas fueron evacuadas, y se prometi¨® que pronto ser¨ªan restituidas a tan troubled waters para deleite de los jubilados domingueros y tortura propia. Si viven, deben estar como los toros indultados despu¨¦s de las puyas y las banderillas. M¨¢s les habr¨ªa valido una buena eutanasia.
Y ahora, con la venia, quisiera a?adir algo, a saber: que la negligencia en el cuidado de nuestro parque m¨¢s hist¨®rico, hermoso y emblem¨¢tico, y concretamente el abandono a su triste sino de hierbas, aguas y carpas, contrasta con el celo mostrado por las autoridades municipales para expulsar -"?id, malditos de mi Padre, al Fuego Eterno! "- a los andinos cantores, un golpe bajo del que sigo sin recuperarme. Antes ya hab¨ªa echado Espa?a a moros y jud¨ªos. Ahora les ha llegado el turno a ellos. ?Por qu¨¦, Yahv¨¦? La democracia se patentiza en las calles, en la ropa, en la cara de la gente. Viv¨ª a caballo entre Londres y Madrid los a?os finales de los sesenta y primeros de los setenta. Tuve en la capital brit¨¢nica la suerte de convivir con los buskers (artistas ambulantes), los heeklers (detractores en el Speakers Corner de Hyde Park), los apocal¨ªpticos Profetas ("The end is at hand") y el dulce y chiflado "se?or de las lentejas" (consumirlas era pecaminoso). Jam¨¢s vi que nadie se metiera con ellos. All¨ª hab¨ªa minifaldas, colorines. Aqu¨ª, todos ¨ªbamos de gris, hasta los guardias. A la muerte de Franco, el Retiro se fue poblando de buskers, y entonces me cre¨ª que por fin hab¨ªa llegado la democracia. Ahora parece que ¨¦sta se ha hecho un l¨ªo con la burocracia, y quiz¨¢ con la autocracia. Se decretan expulsiones, como hace 500 a?os, y a m¨ª se me abren las carnes. ?Estar¨¢n volviendo el "orden y disciplina" tan predicados en mi ni?ez? ?Morir¨¢ el Retiro? ?Tendremos que hacemos el haraquiri los madrile?os?
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