Un hongo del r¨ªo Lozoya brinda una nueva clase de antibi¨®ticos
Un buen d¨ªa de 1985, un investigador del Centro de Investigaci¨®n B¨¢sica de Espa?a (CIBE) recorri¨® la ribera del madrile?o r¨ªo Lozoya recogiendo muestras de su caudal para el an¨¢lisis. Bajo el microscopio, las aguas revelaron su fauna de microorganismos, siete de los cuales fueron seleccionados por los cient¨ªficos en busca de microbios productores de sustancias terap¨¦uticas. Once a?os de ensayos m¨¢s tarde, los investigadores pudieron gritar ?eureka!: la sustancia secretada por uno de aquellos espec¨ªmenes, el hongo Zalerion arboricora, se mostr¨® un antibi¨®tico eficaz en el manejo de infecciones f¨²ngicas graves.
El agente farmacol¨®gico, bautizado L-743,872 y clasificado como el primero de la clase de las pneumocandinas, bloquea la s¨ªntesis del componente necesario para la formaci¨®n de la pared celular de los hongos, sin la cual el microorganismo muere. La acci¨®n del flamante antibi¨®tico -ahora en fase de ensayo cl¨ªnico- resulta potente contra tres peligrosos pat¨®genos: los hongos Candida albicans, Aspergillus fumigatus y Pneumocistes carinii.
Con ¨¦ste ya son cinco los f¨¢rmacos desarrollados por el CIBE a partir de microorganismos estudiados en Espa?a.El CIBE se ha especializado en la busca de microorganismos minoritarios, es decir, poco abundantes y desconocidos para los microbi¨®logos. Su laboratorio recibe muestras biol¨®gicas de los parajes m¨¢s rec¨®nditos y diversos, desde las recogidas en la Ant¨¢rtida y en la base del Teide hasta las enviadas por el Jard¨ªn Bot¨¢nico de Madrid, pasando por las pizcas de selva tropical remitidas por el Instituto de la Biodiversidad de Costa Rica.
Azar fruct¨ªfero
Toda la riqueza biol¨®gica que encierran las muestras de ambientes tan variados a menudo no basta para conducir las investigaciones hacia la diana deseada, es decir, el hallazgo de bacterias u hongos productores de antibi¨®ticos. "En cualquier lugar puede encontrarse todo tipo de microorganismos", comenta Sagrario Mochales, directora del CIBE, aludiendo al ingrediente de azar que siempre interviene en el ¨¦xito o fracaso de las pesquisas de esta clase.De hecho, en paralelo a las tomas de muestras ex¨®ticas concertadas con instituciones de ultramar, los cient¨ªficos del CIBE recogen tierra o agua por su cuenta aprovechando sus viajes por la Pen¨ªnsula, gui¨¢ndose por el azar y por su olfato microbiol¨®gico, que les alerta sobre qu¨¦ pueden encontrar en un arroyo, en las hojas de los ¨¢rboles o en el suelo. As¨ª fue descubierto el Zalerion arboricora: cuando el equipo del CIBE decidi¨® encaminar sus afanes al estudio de microorganismos del medio acu¨¢tico y encomend¨® a uno de los suyos traer algo de agua del r¨ªo Lozoya.
Una vez seleccionados los microorganismos m¨¢s interesantes, comienza el trabajo realmente arduo: someterlos a exhaustivos experimentos a fin de detectar en sus secreciones sustancias activas contra los pat¨®genos determinados por el programa de investigaci¨®n fijado por el Programa de Productos Naturales de MSD.
Identificar una sustancia no es suficiente; es preciso tambi¨¦n que el microorganismo la produzca regularmente. Cumplidos dichos requisitos, procede entonces el esclarecimiento de su estructura qu¨ªmica, sus propiedades farmacol¨®gicas, toxicidad, etc¨¦tera. Si todo va bien en esas fases y se domestica al microorganismo para hacerlo secretar cantidades industriales del principio activo, al final de un largo camino sale un nuevo antibi¨®tico. En ese proceso de ensayo y error, "el 95% de nuestro trabajo queda descartado", dice Mochales.
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