?Pero qu¨¦ piensan?
Si hay una actividad que compartamos con los animales es la del juego y si hay un sistema, el muscular. En los Juegos el m¨²sculo se exalta hasta dejarme incr¨¦dulo pero en mitad de una prueba que se decidir¨¢ por milimetros o mil¨¦simas siempre me ataca la misma pregunta: ?qu¨¦ estar¨¢n pensando? Tambi¨¦n me pas¨® con Indur¨¢in despu¨¦s de la c¨¦lebre p¨¢jara de Les Arcs; seguramente pedaleaba atento a las m¨¢s m¨ªnimas se?ales que le mandaba su cuerpo y con una interferencia gigantesca para un gran campe¨®n- la de la duda. Hubiera sido apasionante compartir esa tormenta de ideas. Es que el cuerpo -sobre todo el propio- es un gran desconocido, porque la sala de m¨¢quinas est¨¢ en la cabeza y todav¨ªa la ciencia no supo llegar hasta el fondo. Jos¨¦ Antonio Marina (oro en amena inteligencia sobre mater¨ªas arduas) dice que parece comprobado que el sentimiento de la propia eficacia influye en el rendimiento de los atletas... La energ¨ªa disponible depende de la imagen que el sujeto tenga de su propia potencia". Una seguridad fan¨¢tica y caprichosa que a los normales nos visita cuando quiere a los campeones siempre.
La percha para colgar miedos.
Hay atletas que tienen asociados los Juegos Ol¨ªmpicos a la frustraci¨®n y esa sospecha ahuyenta la serenidad y traba la coordinaci¨®n. A la jamaicana, Marlene Ottey (100 y 200), reincidente en el desenga?o, le llamaban la "dama de bronce", tambi¨¦n a Sergei Bubka (p¨¦rtiga) se le est¨¢ atravesando el oro, a pesar de que nadie discute su superioridad en la especialidad. Es en el aire espeso del vestuario, antes de los partidos (mi cultura deportiva est¨¢ totalmente futbolizada), donde se descubren esas borrascas del ¨¢nimo. Sudan las manos, el est¨®mago se anuda para avisar que viene un peligro y hay toda una antolog¨ªa de supersticiones en donde cada cual apoya sus -inseguridades. Cuando se trata de entenderse con el sistema nervioso todo vale. El ingl¨¦s Michael Parkinson, en una parodia titulada Entrevista de las supersticiones del ¨ªdolo futtbol¨ªstico escribi¨® lo siguiente: "Cuando salga al caldero hirvidero de Wembley, no me habr¨¦ sonado la nariz durante 10 d¨ªas, llevar¨¦ dos botas del pie izquierdo, el bolso de suerte de mi mujer y la camiseta de mi abuelo. Parecer¨¢ tonto pero, es lo que va a eliminar de la Copa al Liverpool y, al Newcastle". No se alejaba mucho de la realidad. El vestuario, ese lugar misterioso en donde casi nunca pasa nada, se llena de hechiceros el d¨ªa de la competici¨®n y as¨ª ser¨¢ mientras la incertidumbre siga acechando.
El vendedor de centimetros.
La superioridad de Sergei Bubka en p¨¦rtiga era tan grande que se le acus¨® de comerciar con sus r¨¦cords, pero yo creo que fue un adelantado. Si su superioridad le daba un margen de 10 cent¨ªmetros, Bubka los iba saltando en c¨®modas cuotas de uno, de modo que bat¨ªa 10 veces su propia marca, sal¨ªa 10 veces en los diarios de todo el mundo y cobraba, supongo, tambi¨¦n 10 veces. "Bendita sea la boca que da besos y no traga monedas", canta mi amigo Joaqu¨ªn Sabina con la raz¨®n que le asiste siempre, pero si se reclama la tierra para el que la trabaja, no veo por qu¨¦ el salto no. Sabemos de sobra que el esp¨ªritu ol¨ªmpico se vende al mejor postor. M¨¢s all¨¢ de que al hombre hay que juzgarlo por lo que se sabe de ¨¦l y no por lo que se sospecha, ?qui¨¦n tendr¨ªa autoridad moral para cerrarle a Bubka el negocio de venta de saltos? S¨®lo el tiempo, claro, que ya empieza a descontar cent¨ªmetros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.