Burundi, en el espejo de Ruanda
El genocidio ruand¨¦s de 1994, estrangula el horizonte pol¨ªtico y social al otro lado de la frontera
ENVIADO ESPECIAL"Namahoro, namahoro". Venaste Bandyatuyaga confiesa 36 a?os, pero aparenta 60. Viene del mercado de Kagumuzi. "Los asaltantes me mataron a la mujer y a un hijo", dice este campesino hutu que ali?a cada frase con la palabra "namahoro", paz en kirundi, la lengua de Burundi. Los "asaltantes" son los guerrilleros hutus que atacan desde el vecino Zaire. Los dos militares del en¨¦simo check point de la carretera entre Bujumbura y Cibitoke, en la ruta hacia Ruanda, abren las orejas como radares cuando Bandyatuyaga proclama que "Buyoya traer¨¢ la paz a Burundi". Desde que el tutsi Pierre Buyoya se hiciera con el poder el pasado 25 de julio, la sangre ha dejado de correr en Burundi. Pero son muchos los que saben que se trata de una calma enga?osa. La tragedia que devast¨® a Ruanda en 1994 pesa como una losa en Burundi,donde los tutsis se niegan a ceder su enorme cuota de poder por miedo a padecer un genocidio equivalente.
Ruanda y Burundi, dos diminutos pa¨ªses perdidos en el coraz¨®n del continente, sin salida al mar, con una poblaci¨®n campesina en su mayor parte dedicada al cultivo del caf¨¦, con mayor¨ªa cat¨®lica (aunque los ritos animistas siguen muy vivos), unidad cultural y, sobre todo, una orograf¨ªa com¨²n, son dos de los pa¨ªses m¨¢s densamente poblados del mundo. Su situaci¨®n geogr¨¢fica preserv¨® durante siglos, el territorio de Ruanda-Urundi, como era conocido en tiempos del ?frica Occidental Alemana, que ocup¨® la zona a fines del siglo pasado para ceder su tutela a B¨¦lgica al t¨¦rmino de la I Guerra Mundial por mandato de la Sociedad de Naciones. La composici¨®n ¨¦tnica se ha mantenido pr¨¢cticamente estable desde el siglo XV, con una mayor¨ªa hutu (m¨¢s del 80%), dedicada sobre todo a la agricultura; seguida de los tutsis (entre el 14% y el 16%), ganaderos, y una minor¨ªa twa (entre el 2% y el 4%), pigmeos dedicados a la caza y a la alfarer¨ªa.
Las monarqu¨ªas tutsis dominaron por completo la regi¨®n y prestaron una suerte de colch¨®n que logr¨® amortiguar los estallidos tribales. Pero los colonos europeos quebraron para siempre ese delicado equilibrio. Con la llegada de la independencia, en los a?os sesenta, la historia de las dos naciones gemelas se bifurca: mientras que en Ruanda triunfa la "revoluci¨®n social hutu", una democracia basada en el factor ¨¦tnico, en Burundi los tutsis se hacen pronto con el control del Estado, purgan el Ej¨¦rcito de oficiales hutus y pasan a dominar por completo la Administraci¨®n, la magistratura y la econom¨ªa.
Matanzas y refugiados
Los refugiados han formado parte del paisaje de la regi¨®n durante los ¨²ltimos 30 a?os.Cada matanza provocaba un flujo de refugiados. Y las tradiciones se mantienen. Fueron precisamente los refugiados ruandeses tutsis en Uganda los que, con la ayuda del presidente ugand¨¦s, Yoweri Museveni, desencadenaron una ofensiva en 1990 para desalojar a Juvenal Habyrimana. Sin embargo, Habyrimana logr¨® labrar un acuerdo en la ciudad tanzana de Arusha con el tutsi Frente Patri¨®tico Ruand¨¦s (FPR) para compartir el poder. Es por esto por lo que se atribuye sobre todo a su entorno el atentado contra el avi¨®n en el que Habyarimana regresaba de Tanzania con su hom¨®logo burund¨¦s, Cyprien Ntaryamira. Ambos dirigentes murieron, y ¨¦se fue el disparo de salida para el crimen. Casi un mill¨®n de tutsis, asesinados en Ruanda en tres meses de 1994, fueron v¨ªctimas de un genocidio planificado desde el poder hutu para impedir compartir el poder con los tutsis que hab¨ªa pactado su l¨ªder. Sin embargo, las matanzas no impidieron el triunfo del FPR. Casi dos millones de ruandeses huyeron a Tanzania y Zaire; acompa?ando a su ej¨¦rcito en fuga y a los instigadores de las matanzas.Un a?o antes, en junio de 1993, una luz se hab¨ªa encendido en Burundi cuando Buyoya, que hab¨ªa a su vez derribado al golpista Jean-Baptiste Bagaza, cedi¨® limpiamente el poder tras perder las elecciones a Melchior Ndadaye, primer presidente hutu y primer presidente democr¨¢tico del pa¨ªs. Pero el Ej¨¦rcito mono¨¦tnico (con un 95% de oficiales tutsis) s¨®lo aguant¨® 100 d¨ªas. En octubre de ese a?o liquid¨® a Ndadaye, que hab¨ªa inaugurado su mandato formando un Gobierno equilibrado entre las etnias.
Seg¨²n estimaciones ecu¨¢nimes, 50.000 personas murieron tras el golpe entre la reacci¨®n del campesinado hutu y la brutal reacci¨®n militar. Otros 100.000 burundeses se han llevado al silencio eterno los radicales de ambas etnias, con un papel estelar para el Ej¨¦rcito.
El ¨²ltimo episodio ha sido el derribo del presidente Sylvestre Ntinban Tunganya, refugiado desde el pasado 23 de julio en la residencia del embajador de EE UU. Los tutsis de Burundi, escarmentados por la experiencia de sus hermanos de Ruanda, se niegan a correr el riesgo de ceder el poder militar por temor al exterminio. El nuevo Ej¨¦rcito ruand¨¦s (mayoritariamente tutsi) colabora con el burund¨¦s, y soldados renegados tutsis ruandeses se suman ale gremente a las crueles milicias burundesas que act¨²an como fuerza de choque incontrolada del Ej¨¦rcito de Burundi para el trabajo sucio. Tambi¨¦n hay evidencias de que antiguos militares hutus ruandeses forman parte y prestan apoyo log¨ªstico y humano a la guerrilla hutu burundesa, que se esconde en los mismos campos de refugiados de Zaire y Tanzania, donde el derrotado Ej¨¦rcito ruand¨¦s anuncia su regreso a Ruanda y hace todo lo posible por disuadir al mill¨®n de refugiados que huyeron de ese pa¨ªs en 1994 para que no vuelvan a sus hogares.
Control del Ej¨¦rcito
Los militares duros que organizaron el golpe de octubre de 1993 contra Ndadaye en Burundi son los mismos que controlan el Ej¨¦rcito, la gendarmer¨ªa, los servicios de seguridad y el principal partido tutsi, Uprona. Tambi¨¦n controlan el tr¨¢fico de oro y de hero¨ªna que le ha permitido al Ej¨¦rcito mantener su poder. Buyoya y su reci¨¦n nombrado Gobierno, presidido por un hutu de Uprona, y en el que figuran numerosos cortos (como denominan en Bujumbura coloquialmente a los hutus, frente a los largos tutsis, por su estatura), tendr¨¢ que manejarse con ese poder militar omn¨ªmodo que hasta ahora ha actuado siempre con total impunidad al reprimir feroz e indiscriminadamente cada acci¨®n de los rebeldes hutus.Ruanda, con un presidente hutu vigilado por el Ej¨¦rcito tutsi. Burundi, con un presidente tutsi y un primer ministro hutu, tambi¨¦n bajo vigilancia militar. Los dos pa¨ªses gemelos en el horror viven aplastados por la despiadada manipulaci¨®n ¨¦tnica de radicales sin escr¨²pulos,que practican la eliminaci¨®n f¨ªsica del rival como presupuesto pol¨ªtico b¨¢sico. Los civiles de cada etnia acaban pagando en carne propia los males causados por cualquiera de los suyos, y las culpas, tanto en Ruanda como en Burundi, siempre se han lavado con sangre.
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