El amor
?l es jardinero. De muy pocas pala. Dir¨ªase que se expresa con los dedos, escribiendo en la negra tierra con las u?as. Sus flores preferidas son las menudas, esas a las que llama alegr¨ªas, primaveras y maravillas. Me presenta a su mujer. Comprendo que est¨¦ orgulloso y que le alumbre los ojos como dos tizones. Es muy guapa y va enjoyada con una sonrisa envidiable. "?Sabes c¨®mo la enamor¨¦?", me dice el jardinero. "Pues tir¨¢ndole piedrecitas. Ella pasaba siempre por esa acera y yo le tiraba chinitas".Guijarros como palabras. S¨®lo el trastorno del amor puede producir esa distorsi¨®n del lenguaje y aceptarlo como un orden natural de las cosas. Es m¨¢s, como el mejor orden deseable. El mundo tiene sentido cuando el joven obrero de la canci¨®n de John Lennon encuentra su chica y puede afirmar all is right. Entre la primera mirada y el primer beso de Romeo y Julieta s¨®lo transcurren 127 palabras. Un pu?ado de chinitas. Todo se pone patas arriba, es decir, todo est¨¢ en orden. Y la condesa de Pardo Baz¨¢n puede decirle "mi ratoncito" al le¨®n Gald¨®s sin que la naturaleza se perturbe.
Desde los tiempos de Eva, llamarle serpiente a una mujer parece un camino sin retorno. Pero la biolog¨ªa del amor destroza la vieja mitolog¨ªa. Y as¨ª, Ant¨®n Ch¨¦jov escribe a la actriz Oiga Knipper: "No te enviar¨¦ una foto m¨ªa hasta que haya recibido la tuya, ?oh serpiente! En modo alguno te he llamado yo 'peque?a serpiente', como dices. Eres una serpiente, no una peque?a serpiente, una serpiente enorme. ?Acaso no resulta halagador?". S¨ª que result¨®. Dos a?os despu¨¦s se casaron .
La del jardinero tir¨¢ndole piedrecitas al deseo es la declaraci¨®n de amor m¨¢s extra?a que conozco. Pero la m¨¢s bonita es una que relata el escritor Carlos Casares. "Si me quieres", le dice una ni?a a un ni?o en el parque, "te doy una peseta".
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