El robo m¨¢s dulce
Las v¨ªctimas del beso del sue?o viven horas, dulces antes ser desvalijadas. Y es que la t¨¦cnica de los ladrones es siempre la misma: primero el acercamiento, luego la palabra suave que eleva el ¨¢nimo, despu¨¦s la caricia y el beso, y finalmente el ¨¦xtasis que tumba al incauto en pleno goce l¨ªrico. Las v¨ªctimas, habitualmente, son hombres, hombres en busca de diversi¨®n a los que es f¨¢cil conquistar el coraz¨®n antes que, la cartera.Alguna vez el incauto incluso fue pescado a pares. Eso fue lo que le ocurri¨® a Domingo P. en enero de 1988. El hombre hab¨ªa decidido correrse la juerga de su vida y dej¨® la novia en casa. Se dirigi¨® a la discoteca Tosca con unas amigas a las que r¨¢pidamente abandon¨® cuando conoci¨® a las prometedoras F¨¢tima y Elisa. Con ellas se march¨® a la sala Boccacio, donde, al amor de los ardientes besos que le estampaban ambas mujeres, empez¨® a pensar que aquella era realmente su noche. No sab¨ªa que a cada beso le estaban introduciendo el narc¨®tico. Con todo, Domingo, se sacudi¨® el sue?o y decidi¨® llev¨¢rselas a su apartamento de Torrej¨®n. All¨ª, sac¨® de la nevera unos botellines de cava. Alegr¨ªa. F¨¢tima y Elisa aprovecharon para verterle en la copa m¨¢s narc¨®tico: un barbit¨²rico denominado Rohipnol que induce al sue?o y que, mezclado con alcohol, potencia sus efectos -de ah¨ª la secuencia alegr¨ªa sue?o que experimentan las v¨ªctimas-. Domingo qued¨® fulminado y sin 1.700.000 pesetas. Ambas mujeres fueron condenadas a dos a?os y medio de c¨¢rcel.
Y se las hay que atacan a pares, otras lo hacen a solas pero a mansalva. As¨ª ocurri¨® con Mar¨ªa Dolores S. M., de 28 a?os, quien en septiembre de 1993 fue detenida bajo la acusaci¨®n de haber desvalijado a ocho hombres. Una cifra que se le antoj¨® insuficiente a la polic¨ªa, que hizo p¨²blico un tel¨¦fono para recibir m¨¢s denuncias.
A quien todav¨ªa no se ha detenido es a la despampanante joven que desvalij¨® a un abogado el Viernes Santo pasado. El hombre conoci¨® casualmente a su ladrona en un restaurante. La mujer, sentada en una mesa contigua, casi hab¨ªa terminado a su cena. El abogado le ech¨® el ojo y decidi¨® ligarsela. Una charla distendida y, finalmente, al piso. "Al principio se hac¨ªa la t¨ªmida", coment¨® el abogado. En un interludio amoroso, la mujer le verti¨® un narc¨®tico en la bebida y le desplum¨®: 200.000 pesetas. El letrado a¨²n se r¨ªe: "Por lo gilipollas que fui". Al igual que muchas otras v¨ªctimas, no present¨® denuncia. Les puede la verg¨¹enza o que la cana al aire ponga los pelos de punta al c¨®nyuge.
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