Playetas
A la sombra del porche ojeo un ¨¢lbum de viejas fotograf¨ªas, y en una de ellas me descubro con unos amigos de excursi¨®n en las playetas de Bellver, en Oropesa, un incierto verano al final de los a?os cincuenta cuando este paraje, era todav¨ªa una cala desierta que serv¨ªa de refugio a los primeros novios motorizados con la vespa o el seiscientos. En el instante de la foto estaba pasando un tren y nosotros ten¨ªamos la fiambrera abierta. La gracia de este lugar consist¨ªa ¨²nicamente en su absoluta soledad, pero de repente el tren emerg¨ªa del seno de la monta?a y sorprend¨ªa a alguna pareja de enamorados en plena tarea, y desde las ventanillas muchos pasajeros gritaban: ?Sinverg¨¹enzas! ?Cochinos! Estos insultos, lejos de perderse velozmente en el horizonte, se establec¨ªan como una granizada un buen rato sobre los cuerpos abrazados puesto que entonces las m¨¢quinas eran de vapor. Con el tiempo ese rinc¨®n fue parcelado y vendido a los nuevos ricos de los a?os sesenta, azulejeros, exportadores, dentistas, concesionarios. Todo ha cambiado en la cala de Bellver excepto la v¨ªa del ferrocarril. Ahora otros trenes muy veloces cruzan por el mismo terrapl¨¦n sobre las cabezas de los propietarios de las villas que durante la comida se ven obligados a sujetar los platos en la mesa para que la trepidaci¨®n del convoy no los tire al suelo y por la noche tienen que cerrar las ventanas para que los mercanc¨ªas de 40 vagones no entren en el dormitorio. A pesar de eso all¨ª Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se r¨ªe. ?Por qu¨¦ se reir¨¢ tanto este hombre? Desde que es presidente del Gobierno no ha parado de re¨ªr. Primero se pellizca el l¨®bulo de la oreja, luego se rasca levemente la mejilla, despu¨¦s se acaricia la alianza o los gemelos y al final se r¨ªe. Imagino al presidente del Gobierno riendo agarrado al taz¨®n del gazpacho cuando pasa el tren por las playetas de Oropesa y esta imagen se superpone a la vieja fotograf¨ªa del ¨¢lbum cuando esa cala desierta s¨®lo era el refugio de nuestros amores de verano bajo los insultos de los viajeros que se perd¨ªan en la lejan¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.