Monarqu¨ªa y sobrasada
?Est¨¢ preparada la Casa Real brit¨¢nica para superar la prueba del embutido populista?
Me preocupa que Isabel II de Inglaterra no pueda, pese a sus esfuerzos, acomodar la Monarqu¨ªa brit¨¢nica a las exigencias de la modernez. Le falta material. El hijo y heredero, por ejemplo. Hace unos a?os goc¨¦ del privilegio -ahora que soy fina, ya lo puedo contar- de ser invitada a una recepci¨®n que los pr¨ªncipes de Gales ofrecieron a los periodistas que les hab¨ªamos seguido durante una visita art¨ªstica por Espa?a. He dicho a "los periodistas", y eso significa que el, futuro rey de los ingleses pod¨ªa albergar pocas dudas acerca de la especializaci¨®n profesional de sus hu¨¦spedes. Ello no obstante, acerc¨¢ndose campechanamente a nuestro grupo, pregunt¨®: "Y ustedes, ?a qu¨¦ se dedican?". Goc¨¦ en aquellos momentos de la simpar fortuna de que el pr¨ªncipe Carlos se dirigiera a m¨ª: "Y usted, ?qu¨¦ hace?".Pensando que seguramente era sordo, por la mezcla de sangres, repet¨ª mi condici¨®n de informadora y el nombre de este medio, para el que ya entonces trabajaba.
-S¨ª -dijo el pr¨ªncipe, distra¨ªdo- Pero, ?no pinta?
-No. Escribo.
-Qu¨¦ l¨¢stima. Deber¨ªa pintar.
Y se volvi¨® hacia otro invitado, un periodista de agencia a quien, esmeradamente, empez¨® a recitarle los beneficios del ¨®leo sobre la acuarela.
Ellos son como son, y sirven para lo que sirven, y es in¨²til pedir milagros. Ahora bien, algunos han conseguido interesarse por su pueblo, ser mon¨¢rquicos, populares e incluso pacientes: los reyes n¨®rdicos, que van en bicicleta, y los Borbones nuestros, que, adem¨¢s, tambi¨¦n nos libran de cualquier desilusi¨®n que pudiera procurarnos la rep¨²blica. Mientras nuestra Monarqu¨ªa siga desempe?ando su doble papel de referente s¨®lido en el imaginario colectivo y escaparate simp¨¢tico de la modernidad reinante, ?para qu¨¦ queremos una rep¨²blica que, como dice mi amiga Carmen Rico-Godoy, por esos avatares de la pol¨ªtica, acabe con ?lvarez Cascos como presidente, igual que Lyndon B. Johnson termin¨® sucediendo a Kennedy sin que nadie se lo propusiera? Pero es muy dificil dar con el tono justo, y la reina Isabel, por mucho que recorte por aqu¨ª sus gastos, rebaje por all¨¢ su pompa, renuncie por acull¨¢ a sus privilegios, y deje de ser cabeza visible de la Iglesia de Inglaterra -con esos sombreros ideales, que no dudo que el Papa gustar¨ªa de ponerse aunque fuera en la intimidad, para un pase de cardenales-, carece de material futuro sensible para adaptarse a situaciones como las que nuestro Rey encara con naturalidad. Ejemplo: recibir al presidente de la comisi¨®n reguladora de la denominaci¨®n de origen de la sobrasada mallorquina, Juan Simarra, que le hizo entrega de la etiqueta de rigor, y le obsequi¨®, a media ma?ana y con la que estaba cayendo -empiezan las tormentas, pero el calor no afloja-, con una detallada descripci¨®n de c¨®mo se fabrica la sobrasada y cu¨¢l es su historia. Asunto nada deleznable, por otra parte -aunque a la Reina, vegetariana o quiz¨¢ macrobi¨®tica, le hubiera dado basca, de haber asistido-, dado que semejante reinona de la gastronorm¨ªa balear ha hecho la fortuna de no pocos pol¨ªticos de la derecha de aqu¨ª, que se acostumbraron a ir a pedir privilegios a Madrid, de Franco a P¨ªo Cabanillas, pasando por Fraga Iribarne, con una sobrasada bien gorda -de las de vientre de obispo- en una mano y una bolsa llena de zapatos de Inca en la otra,- a modo de obsequio.
Y lo m¨¢s dudoso. ?Resistir¨ªa la Monarqu¨ªa inglesa el sofoc¨®n de que alguien le contara a su titular -como puede que le haya ocurrido a nuestro Rey, aunque es posible que le evitaran la an¨¦cdota- que el Mustang Ranch, la m¨¢s luminosa y conocida casa de citas de Palma, a la que acuden jeques, alemanes y alg¨²n que otro pol¨ªtico local, fue en otro tiempo una f¨¢brica de sobrasadas? S¨®lo la reina madre, tan animosa y amada, que resisti¨® los bombardeos nazis de Londres junto a sus s¨²bditos y le da al frasco, soportar¨ªa semejante prueba. Mas me temo que no durar¨¢ lo bastante.
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