Las m¨²sicas de P¨ªo Baroja

En la plaza de los Fueros de Cestona se celebr¨® el jueves un peculiar homenaje al gran vasco P¨ªo Baroja en el que participaron la Orquesta Sinf¨®nica de Bilbao, dirigida por Juan Jos¨¦ Mena, el Orfe¨®n Donostiarra de S¨¢inz Alfaro, la soprano Mar¨ªa Bayo, el bar¨ªtono Carlos ?lvarez y, sobre todo, el pueblo que abarrot¨® el recinto y vivi¨® la jornada en aire de fiesta. Como tal, no faltaron los fuegos de artificio y las no programadas horas del reloj de la bas¨ªlica. Si a?adimos el desfile de tipos tradicionales, desde el propio don P¨ªo hasta el rojiazul Miquelete en una realizaci¨®n del grupo teatral Antzeta de Azpeitia y la colaboraci¨®n de bertsolaris y txistularis, el conjunto semejaba un cuadro de Dar¨ªo Regoyos o de Ricardo Baroja que hubiera tomado vida de improviso. A buen seguro el tono y el contenido del acto habr¨ªan hecho feliz a Baroja si lo hubiera contemplado, pues no en vano tuvo un alma popular y se sinti¨® a gusto con cuanto constitu¨ªa el ser y el vivir de las gentes del pueblo.Otro tanto han pensado los rectores de la Quincena Musical, ya que tras el concierto de Cestona ofrecer¨¢n una audici¨®n del coro Easo sobre M¨²sica literaria y literatura musical y el estreno de Akelarre, ballet burlesco de Pascual Aldabe apoyado en textos barojianos de las novelas Jaun de Alzate y La dama de Urtubi. El acto de Cestona, villa y balneario en los que el joven Baroja ejerci¨® ef¨ªmeramente la medicina, result¨® espl¨¦ndido precisamente por cuanto ten¨ªa de resonancias barojianas. La orquesta, el orfe¨®n, la Bayo y ?lvarez nos llevaron con verdadero primor por m¨²sicas amadas por don P¨ªo: Rossini, por ejemplo, del que gust¨® casi tanto como de Mozart o de Gluck.

Piano y ¨®rgano

No es rara la presencia de la m¨²sica en las novelas, cuentos y escritos memoriales de Baroja; unas veces, como indica muy bien Jos¨¦ Ignacio Ansorena, para concentrar en el ¨®rgano la pasi¨®n de Raimundo en El mayorazgo de Labraz, otras para hacer del piano punto de partida y cierre en la evoluci¨®n del protagonista en El cura de Monle¨®n.Pero quiz¨¢ donde el sentimiento musical y literario de Baroja parecen aliarse de manera m¨¢s ¨ªntima y evocadora es en la m¨²sica popular, en esos temillas que cuando los "arreglaban" ciertos compositores, dec¨ªa Baroja que "m¨¢s bien los desarreglaban".Estamos ante m¨²sicas vividas desde ni?o escuchadas a sus mayores, sorprendidas en las calles desconchadas de la vieja ciudad, como en el emocionante Elogio sentimental del acorde¨®n. Antiguas habaneras, motivos recordados y anotados aqu¨ª o all¨¢ sin pretensiones etnogr¨¢ficas, evocaci¨®n en suma ajena a cualquier deformaci¨®n culturalista, ¨¦sa que hac¨ªa dudar a Baroja como a Ortega de la naturaleza del llamado gran p¨²blico filarm¨®nico y, todav¨ªa m¨¢s, del valor ¨¦tico del hecho musical que es solamente art¨ªstico.

El largo al factotum y la cavatina Una voce poco fa, del Barbero, excelentemente cantadas por ?lvarez y Mar¨ªa Bayo, los fragmentos del Adi¨®s a la bohemia, que Soroz¨¢bal consideraba su mejor partitura teatral acaso por la honda identificaci¨®n con la m¨¢s triste bohemia madrile?a descrita por Baroja, los bell¨ªsimos Cantos vascos, de Canteloube -en los que Mar¨ªa Bayo hizo prodigios-, los coros de Sarriegui sobre versos de Seraf¨ªn Baroja y el folclorismo nacionalista vasco de Piern¨¦ y Guridi tuvieron el a?adido de varios aires de La Gran V¨ªa, de Chueca, tan querido y elogiado por Baroja.