El Madrid gana el partido de los martes
El equipo de Capello golea a los reservas del Benfica, pero no despeja las dudas
El Madrid honr¨® la memoria de Bernab¨¦u con el partidillo de los martes. Como sparring se trajo a una cuadrilla portuguesa disfrazada con la legendaria casaca roja del Benfica. Son ganas de tirar el prestigio del equipo que un d¨ªa forjaron Eusebio, Coluna, Graca y Simoes. El Benfica acudi¨® sin nueve titulares y sin otro prop¨®sito que capitular frente al Madrid, que necesitaba darse el gustazo despu¨¦s de un mes embarrancado. Gan¨®, marc¨® cuatro goles, pero no se dio el gusto. Volvi¨® a ser un equipo sin identidad, m¨¢s preocupado de lo accesorio -la presi¨®n- que de lo fundamental -el f¨²tbol, la pelota, la aparici¨®n constante de sus mejores jugadores- Como prueba, el partido a?ade m¨¢s dudas de las que resuelve. El Madrid. se encamina a la Liga con aprensi¨®n.A Capello le dieron 120.000 espectadores y 10.000 m¨¢s de propina en la presentaci¨®n del equipo. El hincha com¨²n se sent¨ªa feliz, convencido de la altura estelar de su equipo y de los buenos tiempos que vendr¨ªan. La Liga en el bolsillo, la Copa de Europa en el horizonte: el Madrid a la conquista del mundo. Un mes de mal f¨²tbol se ha llevado 80.000 personas por el sumidero. El juego ha decepcionado y el mensaje de Capello ha sido siempre machaconamente negativo. A fuerza de pedir y de quejarse, Capello ha conseguido que la gente vuelva a tener la impresi¨®n de que el Madrid es defectuoso, que falla por la defensa, que le falta portero, que necesita otro medio centro, que no hay interior derecha, que ¨¦ste no es el equipo arrebatador que se anunciaba, que 5.000 mil millones de pesetas no son nada, que Mijatovic, Suker, Ra¨²l, Seedorf, Hierro, Redondo, Roberto Carlos no resultan suficientes para vestir al mu?eco. Si el f¨²tbol es un estado de ¨¢nimo, Capello ha estado cenizo. Cuarenta mil aficionados acudieron en estado glacial al Bernab¨¦u. Y salieron de la misma manera, fr¨ªos y descorazonados con su equipo, que tuvo un comportamiento funcionarial frente a la cuadrilla portuguesa. El Madrid no transmiti¨®, no provoc¨® emoci¨®n alguna, nada que levantara el coraz¨®n de la gente.
No hubo partido como tal, nada que ver con el deslumbrante recuerdo que dejaron el Palmeiras y el Ajax en las dos ¨²ltimas ediciones del torneo. El Benfica lleg¨® sin sus tres internacionales portugueses -Joao Pinto, Dimas y Helder-, sin el b¨²lgaro lliev, sin los brasile?os Valdo y Donizete y sin el colombiano Berm¨²dez. Su ¨²nica insignia fue Preud'domme, un portero veterano que s¨®lo se estir¨® para recoger el bal¨®n de su porter¨ªa: encaj¨® cuatro goles en los cuatro remates que recibi¨®. La condici¨®n de v¨ªctima del Benfica se acredit¨® en el primer minuto. Ra¨²l enganch¨® un zurdazo que entr¨® por la escuadra. El encuentro quedaba listo para la goleada y para disfrutar de un buen rato. No hubo manera. El Madrid volvi¨® a preocuparse m¨¢s de la milonga de la presi¨®n que de jugar al f¨²tbol. Marc¨® sus goles porque no le quedaba m¨¢s remedi¨®, porque estaba en el plan de la noche.
El p¨²blico hizo un ejercicio de voluntarismo para festejar a sus estrellas. La m¨ªnima de Suker le val¨ªa una ovaci¨®n; una carrera de Seedorf se saludaba con entusiasmo, y lo mismo con cualquier remate de Roberto Carlos. Pero todo era espor¨¢dico, deshilachado en medio de un juego trist¨®n, con poco fundamento. La excepci¨®n fue Ra¨²l, que entr¨® a saco. Se coloc¨® en la banda izquierda, pero enseguida se sali¨® del carril. Apareci¨® como un tiro en el primer gol y luego protagoniz¨® los mejores momentos de la noche. Meti¨® un pase excelente en el segundo gol, jug¨® con su intuici¨®n habitual y con el desgarro de costumbre. Ra¨²l volvi¨® a decir que es un futbolista imprescindible en el Madrid, un jugador que no merece su destierro a la banda izquierda, pero que incluso desde all¨ª ser¨¢ decisivo en un equipo que contin¨²a desorientado, con poco f¨²tbol y sin la grandeza prometida en su lujosa presentaci¨®n. De aquello, un mes. Un mes que ha sembrado demasiadas dudas en el madridismo. .
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