El historiador y sus fuentes
En 1886, es decir, hace algo m¨¢s de un centenar de a?os, muri¨® Leopold von Ranke. A la mayor¨ªa de los seres humanos este nombre les resultar¨¢ desconocido y bien pueden sobrevivir en su ignorancia. Los historiadores sabemos, sin embargo, que fue un personaje crucial para nuestra disciplina y que ¨¦sta ha resultado en buena medida moldeada hasta el momento presente por su enfoque metodol¨®gico. Uno de los medios que utiliz¨® en su trabajo de historiador fue el recurso a los archivos. Ranke se sirvi¨® de forma sistem¨¢tica de los despachos de los embajadores venecianos en la ¨¦poca moderna. Por su propia naturaleza fueron en su d¨ªa una fuente secreta que inclu¨ªa la menci¨®n a lo que hoy denominar¨ªamos "operaciones encubiertas".Para los historiadores, la supervivencia de los archivos y la accesibilidad de los mismos no s¨®lo resulta esencial, sino imprescindible para reconstruir el pasado. Por desgracia, sin embargo, empezamos a tener la sospecha de que no est¨¢ tan lejano el d¨ªa en que nos podemos ver obligados a renunciar a hacer la historia como la hac¨ªa Ranke o, lo que es lo mismo, a no hacerla, en absoluto. Curiosamente, en ocasiones es la propia innovaci¨®n t¨¦cnica la que ha hecho desaparecer ya la informaci¨®n. El uso del tel¨¦fono como sustitutivo del telegrama ha tenido, por ejemplo, un efecto perverso y est¨¢ empezando a suceder ya que la rapidez de la innovaci¨®n tecnol¨®gica acaba por borrar la capacidad de acceso a determinados datos. En el momento presente, los censos de Estados Unidos en el siglo XIX no ofrecen problema alguno, pero los de los a?os sesenta del presente siglo, primeros que fueron objeto de un tratamiento inform¨¢tico ya obsoleto, son mucho m¨¢s problem¨¢ticos. Otras veces, la ausencia de innovaci¨®n es la que produce el desastre. A diferencia de la documentaci¨®n de la edad moderna, los famosos papeles del archivo de Salamanca durar¨¢n tan s¨®lo algunas d¨¦cadas m¨¢s. Luego, por las caracter¨ªsticas del papel, se convertir¨¢n en legibles, corno todos los de la II Guerra Mundial, procedan de donde sea.
Pero, adem¨¢s, existe el problema de la accesibilidad. Esta viene marcada por la existencia de un lapso de tiempo de reserva y por el car¨¢cter del documento. En general, los pa¨ªses democr¨¢ticos exigen que hayan pasado entre 35 y 50 a?os para permitir la consulta. Los pa¨ªses anglosajones permiten una consulta anterior y m¨¢s extensa mientras que en los latinos el periodo de reserva es m¨¢s amplio. Pero la tendencia de todos los pa¨ªses en los ¨²ltimos tiempos va hacia la ocultaci¨®n y las restricciones al acceso. En Estados Unidos, en donde todas las administraciones hab¨ªan actuado en un sentido de apertura, a partir de 1982 (presidencia de Reagan) se ha producido un cambio manifiestamente negativo. Desde entonces es preciso un acto previo de desclasificaci¨®n para el que los medios personales y materiales son escasos, hasta el punto de que s¨®lo se desclasifica un tercio de lo que se debiera. Adem¨¢s, en 1984 los archivos de operaciones de la CIA quedaron exentos de la aplicaci¨®n de la legislaci¨®n habitual (la Freedom of Information Act de 1983) y van a permanecer cerrados para siempre. Con esa legislaci¨®n, Ranke no habr¨ªa podido emplear los despachos de los embajadores venecianos.
En Espa?a, el problema del historiador reside m¨¢s en la supervivencia que en la accesibilidad de los archivos. La legislaci¨®n, incluso en materia tan delicada como la pol¨ªtica exterior, es muy liberal, pues- permite la consulta tras el transcurso de 25 a?os. No obstante, los sellos con la advertencia de "secreto" han sido usados muy a menudo sin ninguna justificaci¨®n. Los archiveros, con buen acuerdo, s¨®lo ponen reservas graves en determinadas cuestiones relativas a la descolonizaci¨®n y en los casos en que la documentaci¨®n pueda afectar al honor de las personas.
La nueva Ley de Secretos Oficiales establece un plazo temporal notoriamente exagerado, por muy peculiares que sean las materias en que se apliquen. Imag¨ªnese el caso de un convenio secreto con otro pa¨ªs o la preparaci¨®n de un atentado terrorista contra un Presidente del Gobierno. ?ngel Vi?as y el autor de estas l¨ªneas hemos publicado exactamente esos documentos, ya por completo inofensivos, sin dejar pasar ese plazo de tiempo de medio siglo. Ser¨ªa bueno que las Cortes piensen dos veces si a quien haga dentro de medio siglo algo parecido, a nosotros se le puede imponer una multa de 100 millones.
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