"Aire peligroso para el pecho y los nervios"
Madrid, visto por los turistas de hace un siglo a trav¨¦s de una gu¨ªa editada en Par¨ªs en 1896
"El cielo est¨¢ casi siempre puro y sereno, pero el aire es seco, vivo y penetrante, sobre todo en invierno; es peligroso para los pechos delicados y para las personas nerviosas": el Madrid de los tiempos de la tisis y la neurastenia, cuando los turistas a¨²n se llamaban viajeros.Hace 100 a?os, la gu¨ªa Diamant, de la editorial francesa Hachette, recomendaba a los visitantes que llegaban a la capital darse un paseo por el Prado "para hacerse una idea de la fisonom¨ªa de la poblaci¨®n de Madrid". La ciudad, que se regulaba con el reloj de la Puerta del Sol -terminal de los tramvias (sic)-, estaba ce?ida por los bulevares y las rondas. El r¨ªo Manzanares era ya objeto de mofa, como recoge el autor de esta b¨²squeda del tiempo perdido.
Alg¨²n tinte de chovinismo galo y descripciones a fondo. A. Germond de Lavigne, autor de la Guide Diamant Espagne et Portugal, editada por Hachette en Par¨ªs en 1896, proporciona algunos consejos pr¨¢cticos a los viajeros rumbo a la Pen¨ªnsula. Por ejemplo, desconfiar de las monedas de plata, tal como hacen Ios mismos espa?oles". El viaje en diligencia es "poco caro", y si se elige el tren hay que llevar "algunas provisiones". El precio de los hoteles tampoco es elevado (a partir de 7,50 pesetas con comida), pero conviene ajustarlo antes de instalarse. Hay hospedajes que se anuncian con el reclamo de "ba?os y electricidad".
Tras estas recomendaciones generales, el viajero rumbo a la capital del reino le¨ªa: "Madrid tiene 19 kil¨®metros de contorno y unos 465.000 habitantes. Est¨¢ construida sobre un suelo desigual y arenoso, en medio de una gran llanura ¨¢rida, bordeada al norte por las monta?as de Somosierra y Guadarrama. ( ... ) La primavera es templada y a menudo lluviosa; el verano, ardiente; el oto?o, generalmente seco y bello hasta noviembre".
?D¨®nde ir una vez all¨ª? "El punto central de Madrid es la Puerta del Sol, donde se encuentran, los principales hoteles, las oficinas centrales de las compa?¨ªas de ferrocarril, dos ministerios (Gobernaci¨®n y Finanzas), Correos, y convergen las l¨ªneas de tramvias. De all¨ª parte, en una palabra, todo lo que constituye la vida p¨²blica".
El autor hace una descripci¨®n pormenorizada de los edificios importantes. Entre las construcciones p¨²blicas destaca el Palacio Real: "Visto desde las orillas del Manzanares o la monta?a de Pr¨ªncipe P¨ªo, con sus contrafuertes, terrazas y jardines en pendiente, que le hacen un magn¨ªfico pedestal, este palacio tiene un aspecto imponente".
Tambi¨¦n cita el Congreso ("inaugurado en 1850, recuerda bastante al del Cuerpo Legislativo franc¨¦s") y enumera los ministerios. Se?ala que el reloj de Gobernaci¨®n (Puerta del Sol) "es el regulador de Madrid". El interior de la Casa de la Villa "no tiene nada interesante".
"Inferior al Louvre"
La gu¨ªa, que incurre en comparaciones parisienses, selecciona una serie de edificios privados merecedores de un vistazo: el palacio de Villahermosa (en la Carrera de San Jer¨®nimo, actual sede de la colecci¨®n Thyssen); el del marqu¨¦s de Salamanca, en el paseo de Recoletos y entonces, como ahora, sede de una instituci¨®n hipotecaria; el de Liria, ya propiedad de la casa de Alba. El repertorio libresco permite reconstruir lugares desaparecidos, como el palacio de Medinaceli, que cedi¨® el solar al hotel Palace.La obra da cuenta de lugares singulares como la casa de Cervantes, en la calle del Le¨®n, y la Torre de los Lujanes, "donde vivi¨® Francisco I". El rey franc¨¦s fue, en realidad, hu¨¦sped a la fuerza: estuvo preso en ese emplazamiento.
En el Madrid de 1896, la plaza Mayor acoge al tramvia que conduce a Carabanchel. Las otras 12 l¨ªneas salen de Sol, que es "menos una plaza que un vasto cruce el¨ªptico". En esos veh¨ªculos "se fuma, pero el p¨²blico es cort¨¦s, y los empleados, atentos". Hay servicio hasta las dos de la madrugada.
El autor tiene un bajo concepto de las iglesias capitalinas: "No destacan por su belleza ni por su tama?o. Se parecen todas". Apenas si destaca la Capilla del Obispo. M¨¢s caritativo se muestra con los conventos. "La iglesia de la Encarnaci¨®n es quiz¨¢s la m¨¢s elegante de Madrid", concede.
El viajero recibe informaci¨®n incluso de los cementerios: "Difieren completamente de los nuestros. En lugar de campos de reposo, son patios desolados, sin un ¨¢rbol, sin una brizna de hierba". Los nichos superpuestos recuerdan "celdas de una colmena".
De las comparaciones cr¨ªticas no escapa ni ¨¦l Museo del Prado (Real Museo entonces). "Es el m¨¢s rico de Europa. Posee un gran n¨²mero de cuadros valiosos. Sin embargo, a pesar de su n¨²mero y belleza, no forman un aut¨¦ntico museo, sino s¨®lo una colecci¨®n sin igual. El museo de Madrid no es ni completo ni proporcionado; los or¨ªgenes de las diferentes escuelas no est¨¢n representados. Mientras que tal maestro tiene casi toda su obra, otro, igual de ilustre, no tiene ni siquiera un boceto". "Desde el punto de vista hist¨®rico y cronol¨®gico, el museo de Madrid es inferior al del Louvre, pero como reuni¨®n de obras maestras le supera", concluye.
Am¨¦n de la pintura del Prado y la Academia de San Fernando, Madrid ofrece museos de corte militar (Artiller¨ªa, Naval, Armer¨ªa) y cient¨ªfico (Gabinete Topogr¨¢fico, Museo Arqueol¨®gico).
Visitas cultas, entretenimiento tambi¨¦n. El teatro Real, "el principal de Madrid", ofrece "representaciones remarcables" de ¨®pera y ballet. Es el m¨¢s caro 17,50 pesetas la butaca. Una cantidad muy superior al duro que costaba la localidad en el teatro Espa?ol ("ofrece todo tipo de piezas") o a las 3,50 de la Zarzuela, "situado en un bonito barrio nuevo".
Los toros son m¨¢s baratos que la escena si se contemplan al sol: una peseta frente a las ocho que cuesta la localidad de sombra. Las corridas se limitan a 24 anuales, detalla la gu¨ªa.
El esparcimiento tambi¨¦n puede ser gratuito: ah¨ª est¨¢n los jardines, aunque "escasos". El Retiro, entonces Parque de Madrid, tiene una parte reservada, que s¨®lo se puede visitar con permiso. El resto es p¨²blico.
El paseo por excelencia es el del Prado, sobre todo en el tramo entre la Carrera de San Jer¨®nimo y la calle de Alcal¨¢, el llamado Sal¨®n del Prado. "Ser¨ªa dif¨ªcil dar una idea de la afluencia de paseantes que se congregan en los d¨ªas buenos, y sobre todo en las bellas noches de verano. El suelo est¨¢ cuidadosamente nivelado, incluso barrido, como una sala de baile. Hay bancos, sillas sillones de hierro alineados". M¨¢s all¨¢, la Castellana "est¨¢ bordeada por bellas residencias palacios, jardines y edificios p¨²blicos".
R¨ªo escaso y sucio
El autor no olvida el Manzanares. "Hay que hablar de los puentes antes de hablar del r¨ªo, porque las malas lenguas han pretendido que ¨¦ste se hab¨ªa vendido para pagar aqu¨¦llos". El autor recoge el chascarrillo surgido cuando se construy¨® el puente de Segovia, enorme para la ¨¦poca, y pronostica que Ias arenas acabar¨¢n por invadirlo". Tampoco se salva el puente de Toledo: "Tiene ornamentos trabajados cuidadosamente, pero de mal gusto"."El Manzanares est¨¢ casi seco en verano. Sus aguas apenas bastan a las lavander¨ªas instaladas ante la puerta de san Vicente. En invierno, ocupa su lecho de una manera muy honorable, pero raramente con aguas limpias y transparentes", se?ala.
No todo son ruinas. En 1896, Madrid tiene dependencias financieras (la Caja General de Dep¨®sitos paga el 5% de inter¨¦s por los dep¨®sitos a 30 d¨ªas) e instalaciones industriales. La F¨¢brica de Tabacos emplea a 3.000 obreros y algunos productos de la de tapices "rivalizan con las manufacturas francesas". La ¨²nica f¨¢brica de coches emplea a 300 personas.
Chamber¨ª es un suburbio con 500 casas, residencias campestres y un establecimiento de hidroterapia. En Carabanchel hay bellas fincas nobiliarias. A El Escorial se tarda "una hora y media o dos" en tren. All¨ª aguarda el monasterio, de aspecto "mon¨®tono y glacial". En cambio, Aranjuez, cuyo palacio "se parece al de Fontainebleau, es "como un oasis en medio de las estepas".
Madrid a ojo de turista... un siglo por detr¨¢s.
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