El planeta, de Verd¨²
La imagen europea de Estados Unidos ha tenido una larga historia desde los elogiosos escritos de Alekis de Tocqueville (1805-1859), las abundantes cr¨ªticas pol¨ªticas del neoimperialismo americano a partir del siglo XX, hasta la actualidad, en que Hollywood, los "arcos dorados" de MacDonalds y la presencia ubicua de Bill Gates se perciben , como un intento insidioso de imponer las costumbres m¨¢s vulgares a las exquisiteces de Europa. Hace a?os, Rosa Montero nos ofreci¨® algo parecido en su divertido libro picaresco que narra su experiencia en Wellseley College, Amor en Am¨¦rica. Por lo visto, "el americano feo" (the ugly american) se ha convertido en un Dr¨¢cula dispuesto a chupar todos los valores de la civilizaci¨®n y la tradici¨®n europeas para hacerlas desapareceren la barbarie del wild west. La versi¨®n m¨¢s reciente es el galardonado ensayo de Vicente Verd¨² El planeta americano (Anagrama, 1996).
Siendo profesor norteamericano de literatura castellana e hijo de espa?oles, despu¨¦s de leer el ensayo de Verd¨² me en cuentro con la agradable sensaci¨®n de que mis propias cr¨ªticas de la cultura norte¨¢mericana desde dentro y desde fue ra del "imperio" quedan con firmadas por el ensayista. Pero, por otra parte, las exageraciones e injusticias de sus aserciones son notablemente molestosas. Lo m¨¢s grave es la presunci¨®n, muy diferente que la de Montero, de que el cuadro de EE UU pintado por el periodista es la pura y simple (demasiado simple) verdad.
Igualmente desconcertante es el juicio de que los norteamericanos -todos, por cierto, porque no parece caber ninguna excepci¨®n- son simplones, recelosos de la complejidad y de la paradoja e incapaces de ver alguna ventaja en el pensamiento que no sea ostensiblemente ¨²til, cuando al mismo Verd¨² se le podr¨ªa criticar precisamente por las mismas insuficiencias. No es que lo que describe sea netamente err¨®neo; el mayor defecto de los argumentos de El planeta americano es el proceso por el cual se llega a las conclusiones, conclusiones parciales, y por lo tanto inadecuadas, para ofrecer una visi¨®n que capte la complejidad norteamericana, paradojas en que participan no pocos habitantes del planet¨¢ entero.
Las opiniones nada obsequiosas de Verd¨² dan la impresi¨®n de encarnar los sent¨ªmientos m¨¢s exaltados provinientes de tertulias, calles, bares y sobremesas espa?olas como una defensa de la soberan¨ªa cultural de la Pen¨ªnsula. Los norteamericanos son orgullosos y ultraconservadores, ignorantes de la geograf¨ªa y otras materias b¨¢sicas que se dan en la ense?anza primaria, extremadamente individualistas, antiintelectuales, neciamente religiosos, violentos, paranoicos, ingenuos, vulgares (no s¨®lo por los programas televisivos, sino porque eructan con frecuencia por la cantidad de coca-cola que toman) y obscenos., ?Y c¨®mo no: qui¨¦n no eructa, por ejemplo? Todos estos juicios tienen su acierto parcial; los desaciertos surgen de lo que no se explica. ?C¨®mo comprender la pol¨ªtica del patriotismo y las actitudes conservadoras norteamericanas sin tomar en cuenta la oposici¨®n? Me refiero, no s¨®lo a la oposici¨®n actual de Bill Clinton y los suyos, apenas mencionada por el autor, sino tambi¨¦n la larga historia de disidencia izquierdista en el pa¨ªs del sue?o capitalista. Recordemos que el 1 de mayo, el d¨ªa mundial del trabajador, se conmemora por los acontecimientos violentos. en Chicago en 1886, cuando los obreros de Haymarket Square iniciaron una huelga reivindicando ocho horas de trabajo. Asimismo, Boston (Massachusetts) fue la capital del Estado que en 1927 ejecut¨® a Nicolai Sacco,y Bartolomeo Vanzetti, inmigrantes italianos y anarquistas, cuyo caso injusto se reconoci¨® oficialmente 50 a?os despu¨¦s por el entonces gobernador de M¨¢ssachusetts y ex candidato presidencial Michael Dukakis. Tampoco olvidemos la famosa brigada Lincoln, aunque sea cierto que pocos norteamericanos conozcan el fen¨®meno. El hecho de que el socialismo y anarquismo norteamericanos tienen procedencias europeas no deber¨ªa incitar ning¨²n sentimiento . de superioridad del continente de la "civilizaci¨®n", sino que indicar¨ªa la necesidad de comprender EE UU como una cultura en di¨¢logo perpetuo (no siempre pac¨ªfico) con sus padres europeos.
Por supuesto, un intelectual sensato y progresista -que tambi¨¦n hay algunos en el "coloso del norte"- se indigna del patriotismo norteamericano que ha resurgido con fuerza abrumante en los ¨²ltimos meses. Las ideas pol¨ªticas de Newt Gingrich -esa repugnante (de acuerdo, obscena) gesticulaci¨®n a favor de la "libertad" de poseer armas, las peticiones por la desaparici¨®n de asistencia social y de ayuda a grupos hist¨®ricamente marginados, la imagen de la ONU como el nuevo enemigo despu¨¦s de la victoria norteamericana en la guerra fr¨ªalas habr¨ªamos de analizar dentro de un panorama de conflictos pol¨ªticos.
El debate que m¨¢s domina el escenario pol¨ªtico de la Am¨¦rica actual consiste precisamente en el cuestionamiento de la visi¨®n de Gingrich, pol¨ªtico que, despu¨¦s del desbordamiento presupuestario de 1 pasado diciembre-enero, ha perdido prestigio en la opini¨®n p¨²blica estadounidense. Parece que el ide¨®logo de la "revoluci¨®n conservadora" se ha convertido en un payaso gesticulador que se niega a callar. Actualmente, la estrella conservadora tiene que brillar desde el cerebro no muy brillante de Bob Dole. Pero lo m¨¢s grave desde el punto de vista social es la descalificaci¨®n de los ecologistas americanos, que, seg¨²n Verd¨², tienen sus ra¨ªces no en. la disidencia pol¨ªtica, sino en las idioteces religiosas y espiritistas que abundan por las ciudades y los pueblos americanos. El ensayista incluye el libro pionero de Rachael Carson Silent spring (Primavera silenciosa), que tuvo repercusi¨®n mundial por su rigurosa cr¨ªtica cient¨ªfica de los pesticidas y la contaminaci¨®n del aire, en una lamentable lista de ideas religiosas y prohibiciones puritanas. Luego, el no muy verde Verd¨² contin¨²a con su desprecio ecol¨®gico al concebir las abundantes cr¨ªticas norteamericanas de la degeneraci¨®n del medio ambiente como otra de las numerosas manifestaciones de la paranoia t¨ªpica del norteamericano. Tal conexi¨®n se hubiera esperado por parte de los ultraconservadores estadounidenses en un intento de ridiculizar el ecologismo. Y adem¨¢s de estas falsedades hay en el texto que public¨® Anagrama errores vergonzosos en las expresiones que aparecen en ingl¨¦s.
Pero no caigamos en competencias absurdas entre paises y culturas: ese tipo de chovinismos al estilo de Charles de Gaulle de los cincuenta se guarda mejor para los campos de f¨²tbol -sobre los cuales Verd¨² es un experto que para una investigaci¨®n intelectual. Mejor procedimiento ser¨ªa analizar las contradicciones. ?C¨®mo se explica, por ejemplo, la vigencia de una destacable infraestructura de bibliotecas p¨²blicas desde la magistral Biblioteca del Congreso en Washington hasta las m¨¢s peque?as en cualquier pueblecito remoto -esto en un pa¨ªs que sufre de sentimientos antiintelectuales superiores a los que se perciben en toda Europa-? -Tambi¨¦n hace falta tener en cuenta las semejanzas entre los pueblos del mundo; ver los acontecimientos hist¨®ricos y las costumbres dentro de la especificidad de la cultura junto con la universalidad, Porque, despu¨¦s de todo, como afirma eseanuncio tan inspirador que se ve en la televisi¨®n espa?ola en un noble intento de acabar con el racismo planetario, "somos diferentes y somos iguales".
Michael Ugarte es profesor de Lenguas Romances de la Universidad de Misuri, Columbia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.