Neil Jordan, Ken Loach y Abel Ferrara grandes favoritos para los premios finales
Notable experimento frustrado de Otar losseliani y en¨¦simo autoplagio de Godard
A falta de una pel¨ªcula iran¨ª que es dudoso trastorne los prop¨®sitos, ¨¦stos son, en las horas finales de esta lamentable Mostra, un¨¢nimes en reconocer que lo ¨²nico parecido al cine que se ha visto aqu¨ª lo han tra¨ªdo Neil Jordan en Michael Collins, Ken Loach en La canci¨®n de Carla, Abel Ferrara en El funeral y (con ecos menos un¨¢nimes) Manoel de Oliveira en Party y Jacques Doillon en Ponette. Y mientras tanto agoniza este (casi imposible peor) festival con un nuevo calvario del autoplagiarlo Jean-Luc Godard en For Ever Mozart y el m¨¢s respirable retorno de Otar losseliani a su Georgia natal con la irregular Brigands. Y los bostezos se alargan en rebuznos.
Pese a sus imperfecciones, Michael Collins es el filme mejor logrado de cuantos hemos soportado en los largos y sopor¨ªferos d¨ªas pasados. A Neil Jordan le da?a el peaje de producci¨®n que le impuso a Julia Roberts y su glamour en un relato sobrio y duro, donde la estrella no tiene mejor destino que el de una aspirina en un cementerio. Por su parte, Ken Loach logra en La canci¨®n de Carla una primera hora de cine excelente, que se trunca en la hora y cuarto final, pero que en medio de este despliegue de ridiculeces organizadas por Gillo Pontecorvo sabe a manjar cinematogr¨¢fico.Es lo que ocurre tambi¨¦n con la paradoja de la exquisitez de Manoel de Oliveira y su Party, en un saldo de basurero y con la energ¨ªa suicida de Abel Ferrara en los altibajos de El funeral, que sin serlo adquiere regusto a cumbre del cine entre tanto espectaculillo pretencioso e impotente. Y para animar el cotarro, ma?ana llega esa eminencia llamada Bruce Willis, mientras hoy, en un ins¨®lito encuentro con la prensa "antes de que ¨¦sta vea la pel¨ªcula", Bigas Luna y su Bambola ofrecen a d¨²o un mon¨®logo de autobombo publicitario, inconcebible en un festival con un m¨ªnimo rigor y sentido de la autoestima.
Y para colmo, los ¨²ltimos y ag¨®nicos cap¨ªtulos del concurso ofrecen un concierto de desconcierto, un alarde de cosa "ya vista", que nos remite de nuevo a la ceguera de quienes los han seleccionado. El estupendo cineasta georgiano Otar losseliani se salva en parte de la quema gracias a su gran estilo, una mezcla de cine fundacional y de ingenuismo a lo (para entendernos) Jacques Tati, que esta vez incurre en excesivo agolpamiento argumental, en demasiadas cosas que contar, comprensible en un cineasta que lleva muchos a?os afincado en el cine franc¨¦s y en el retorno a su Georgia natal quiere desquitarse del largo tiempo de exilio. Algunos destellos del filme son deliciosos en su amargura de fondo, pero el conjunto padece arritmias graves.
En la poltrona
Y, como broche, el For Ever Mozart, de Jean-Luc Godard, en la que el celeb¨¦rrimo suizo sigue atrapado en su espejo privado y no logra transmitir de su autocontemplaci¨®n m¨¢s que ecos de una f¨®rmula antinarrativa que ya ha usado decenas de veces y que, debido a ello, suena a conversi¨®n de la ruptura sistematizada de convenciones narrativas en pura convenci¨®n y de la est¨¦tica del malestar en poltrona academicista.Un colega que se vio forzado a salir de la sala a mitad de proyecci¨®n me esperaba ayer a la salida de ¨¦sta para que le informase , de c¨®mo termina la pel¨ªcula, y no supe responder a su pregunta m¨¢s que con otra:
?C¨®mo quieres que termine lo que no empieza?". El collage o mejunje godardiano es id¨¦ntico a s¨ª mismo desde hace casi dos d¨¦cadas, y, en esta ocasi¨®n, su machacona hipercapacidad de reiteraci¨®n adquiere proporciones abrumadoras.
Sirve de indicio el recuento de citas te¨®ricas que Godard hace en los primeros quince minutos de su juego. Ah¨ª van: Sarajevo, Manuel Aza?a, El Quijote, Madrid, Hemingway, Palestina, otra vez Sarajevo, Albert Camus, Tipasa, otra vez Sarajevo, Racine, Goya, otra vez Sarajevo, Alfred de Musset, V¨ªctor Hugo, Che Guevara, Lenin, otra, vez Sarajevo, L'homme revolt¨¦, Juan Goytisolo, Marx, otra vez Madrid, otra vez Sarajevo, Praga y su primavera, el muro de Berl¨ªn, otra vez Sarajevo, las Brigadas Internacionales, Pirandello, Mozart, el cine de autor, el cine de actor, Marivaux, el paro, el racismo, los a?os treinta, otra vez Sarajevo. Y creo que en la penumbra de la Sala Perla mi bol¨ªgrafo no fue lo bastante r¨¢pido para anotar todas las alusiones (por supuesto, verbales, jam¨¢s de imagen) que nos arroj¨® a los o¨ªdos el c¨®lico culturalista de este cineasta can¨ªbal de s¨ª mismo, cuyas ¨²ltimas pel¨ªculas est¨¢n destinadas exclusivamente a un par de millares de especialistas y ling¨¹istas en todo el mundo. Pero lo que consigue el que en una pantalla com¨²n esas alusiones suenen como agresiones a la paciencia del hombre com¨²n, que ante juegos de academia de esta ¨ªndole no le queda otra opci¨®n que odiar al cine, a un cine pretendidamente humanista que ignora al hombre.
Babelia
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