Las paradojas de Vidal- Quadras
Aleix Vidal-Quadras -catedr¨¢tico de F¨ªsica At¨®mica y Nuclear en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona- ha sido educado en los m¨¦todos severos de la ciencia natural. Su af¨¢n dominante es la claridad y la precisi¨®n. La f¨ªsica, para ¨¦l, es el modelo de todo conocimiento riguroso; la fuente de la que extrae las met¨¢foras que ilustran el mundo pol¨ªtico. Los catalanes, dijo en una ocasi¨®n, son duales: catalanes y espa?oles, de la misma forma que la luz es ondulatoria y corpuscular.Al emprender su carrera como hombre p¨²blico, mediados los a?os ochenta, se declar¨® partidario de una moral intransigente. La palabra principios ha sido una de las m¨¢s frecuentes en su vocabulario. En el libro Cuesti¨®n de fondo, editado en 1993, con pr¨®logo de Mario Vargas Llosa, dec¨ªa: "La supeditaci¨®n de los principios y convicciones a la b¨²squeda oportunista del ¨¦xito electoral no ha dejado de inspirarme una viva repugnancia".
La pluma implacable, brillante, del profesor y pol¨ªtico catal¨¢n ha fustigado con preferencia al nacionalismo. Racionalista impenitente, advert¨ªa la miseria intelectual, la inconsistencia l¨®gica de su adversario; el repertorio de tautolog¨ªas del estilo de "somos lo que somos"; la imprecisi¨®n del supuesto derecho a la autodeterminaci¨®n (?qui¨¦n es el sujeto de esta oraci¨®n?); la ambig¨¹edad de su mensaje; la absurda pretensi¨®n de dar sentido al mundo; la incapacidad para aportar conocimientos aut¨¦nticos sobre la sociedad contempor¨¢nea: por ejemplo, el imperativo de que el Estado tenga que coincidir con la naci¨®n -ling¨¹¨ªstica y culturalmente entendida-, nada nos dice sobre c¨®mo haya de organizarse ¨¦sta. En s¨ªntesis, para Vidal-Quadras el nacionalismo es un tejido de incoherencias envueltas en una sentimentalidad vaga que, sin embargo, contrasta con su gran poder movilizador. Por todo ello, propon¨ªa combatirlo por medio de la raz¨®n; someterlo, dec¨ªa, a un "ba?o de raciocinio". Sus adversarios, ni que decir tiene, le respondieron con creces; y no precisamente con intentos de refutaci¨®n. Vidal-Quadras se convirti¨® en la bestia negra del nacionalismo catal¨¢n.
Resulta curioso. El nacionalismo necesita peri¨®dicamente de un enemigo pavoroso que venga desde fuera -si desde dentro, traidor- a conspirar contra la unidad m¨ªtica de la naci¨®n. El principio maligno suele ser una caricatura del espa?olismo excluyente, ultramontano y centralizador. El fantasma de los nacionalistas tom¨® cuerpo en Vidal-Quadras, adversario presunto de la "convivencia" entre los catalanes. Ahora bien, ?tiene alg¨²n fundamento real esta obsesi¨®n?
El prop¨®sito de Vidal-Quadras ha consistido en defender una Catalu?a aut¨®noma dentro de un proyecto global espa?ol, algo que no parece, de suyo, demasiado excluyente. A¨²n m¨¢s. Vidal-Quadras no es un nacionalista espa?ol, por lo "sino que no es un nacionalista catal¨¢n. Liberal a rajatabla que, al modo de Popper, despacha todo nacionalismo como herej¨ªa. Lo mismo da Renan que Herder. "Yo no militaria en una formaci¨®n pol¨ªtica que hiciera del nacionalismo espa?ol o de cualquier otra filiaci¨®n la raz¨®n y el objetivo esencial de su acci¨®n p¨²blica", dice en el libro citado. El nacionalismo significa, desde su punto de vista, la creaci¨®n de barreras ling¨¹¨ªsticas o pol¨ªticas. Es un obst¨¢culo a la libre circulaci¨®n de personas, de ideas y, probablemente, de mercanc¨ªas. Su llamamiento a la privatizaci¨®n de la fe nacional es paralelo a su defensa de la no intervenci¨®n del Estado, a su creencia un tanto candorosa en la espontaneidad social. Tan cosmopolitas son sus argumentos que, reducidos al absurdo, casi se tocan con los de sus adversarios. Puestos a eliminar barreras, ?por qu¨¦ no acabar tambi¨¦n con los que ofrece el Estado nacional espa?ol? Resulta una paradoja que Vidal-Quadras, cr¨ªtico de todo nacionalismo, haya podido invertir su significaci¨®n ante sus amigos y sus adversarios, acabando por ser la cabeza visible del espa?olismo en Catalu?a.
A quienes segu¨ªamos con atenci¨®n la trayectoria de Vidal-Quadras no dejaban de sorprendemos algunas de sus afirmaciones. Estimar las ideolog¨ªas pol¨ªticas con arreglo a sus valores de conocimiento exacto parece excesivo. Las ideolog¨ªas no son reducibles a teor¨ªas cient¨ªficas. Ello podr¨ªa llevar a prescindir de todas ellas -incluido el liberalismo-, para quedamos con una suerte de matem¨¢tica pol¨ªtica, aplicada por tecn¨®cratas ilustrados. Su entendimiento de la pol¨ªtica, en general, acusa un leve desd¨¦n aristocr¨¢tico: el p¨²blico nacionalista vociferando en Montju?c, que Vidal-Quadras describ¨ªa con t¨¦rminos poco amables tomados de la etolog¨ªa, no es muy distinto a ese otro que se congreg¨® en la calle G¨¦nova, con demasiados emblemas preconstitucionales, la noche del triunfo electoral.
En todo caso, el pol¨ªtico y el cient¨ªfico marcharon juntos durante unos a?os. El ¨¦xito logr¨® hermanarlos. Bajo la direcci¨®n de Vidal-Quadras, el PP catal¨¢n pas¨® de ser un partido insignificante a convertirse en la tercera fuerza pol¨ªtica en Catalu?a. Su voz, quebrada y todo, era una de las pocas que romp¨ªan la monoton¨ªa del Parlamento catal¨¢n, tan propicio a la unanimidad, algo que en s¨ª mismo es la negaci¨®n de las instituciones representativas. Pero lleg¨® el triunfo en toda Espa?a, demasiado exiguo. Y la paradoja que, como analizase Max Weber, acecha a todo pol¨ªtico, sali¨® a la luz. El hombre de la ¨¦tica severa sigui¨® manteniendo viva la llama de los principios; aunque, ahora, eso pon¨ªa en riesto unos pactos logrados trabajosamente. Vidal-Quadras iba a sufrir la dura realidad del sistema pol¨ªtico espa?ol; esa realidad que ya experimentaron los socialistas vascos y catalanes, reducidos a la mansedumbre o a la impotencia. Lo que vino despu¨¦s de la malhadada conferencia de Santander no hizo sino ahondar el dilema. El cient¨ªfico, en nombre de principios muy valiosos, ha llamado a la ciudadan¨ªa para que le sostengan frente a los partidos, frente al suyo propio. Pero eso es algo que un pol¨ªtico responsable no puede proclamar sin dejar inmediatamente de serlo.
Vidal-Quadras es ya un paria de la pol¨ªtica espa?ola. Su figura asombrada, pat¨¦tica, se pasea solitaria, pidiendo que alguien muy alto tenga la cortes¨ªa de recibirle. Y, sin embargo, el liberal, el hombre de convicciones firmes ha de seguir en pie. Los problemas insidiosos que denunci¨® -la imposici¨®n coactiva de la homogeneidad cultural y ling¨¹¨ªstica, la inestabilidad permanente del Estado, el fanatismo harto evidente en el Pa¨ªs Vasco- seguir¨¢n vigentes. Ojal¨¢ que la derrota de Vidal-Quadras no acabe en el silencio. Porque si ¨¦l calla desde Catalu?a, si todos callamos, entonces ?qui¨¦n hablar¨¢?
Javier Varela es profesor de Historia del Pensamiento Pol¨ªtico.
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