Ana
Naci¨® en la calle del Oso. Es m¨¢s gata que la madre que la pari¨®. Sabe ense?ar los dientes si es preciso. Se viste en un pozo et¨¦reo de la calle del Almirante. Sutil como la tentaci¨®n. Sinuosa, bruja, c¨¢lida cuando quiere. T¨¦mpano cuando el gui¨®n lo exige. Pero siempre esgrime, la muy guasona, un gui?o inmaterial de risas y ternura, un no s¨¦ qu¨¦ burl¨®n, dionisiaco, c¨®mplice y festivo.Ella ("m¨ªrala, m¨ªrala") es una forma de entender Madrid. Tiene algo de Manolita Malasa?a, algo de Clara del Rey, algo de la Caramba, de la Mariblanca. A veces parece una diosa de m¨¢rmol, pero, de repente, alguna sombra le hace cosquillas por dentro y suelta una carcajada delatora. Sus amigos afirman que en la intimidad es un diccionario de sorpresas y risas. Cuentan que cuando est¨¢ sembrada consigue que se desternillen las estatuas. Tambi¨¦n sugieren que cuando ense?a las u?as tiembla el misterio. Lo llevas claro si la provocas, forastero.
De vez en cuando le da por cantar boleros y susurra que "tenemos en el alma cicatrices imposibles de borrar". Ella misma es una gran bolera, es decir, mentirosa. De hecho, se llama Pilar¨ªn Cuesta, pero casi nos tiene convencidos de que es Ana Bel¨¦n. Invita a los ciudadanos a convertir sus noches en un derroche de amor, una locura.
El jueves y viernes, en las Ventas, fue adorada por cerca de 40.000 almas de toda edad y condici¨®n que se quedaron a verla venir porque, la muy esquiva, ama a un asturiano que va con los corderos al hombro y s¨®lo piensa en ella. Por si fuera poco, ahora va escoltada por un granadino y un catal¨¢n. Puro sincretismo madrile?o.
El jueves, en la copa posterior al concierto de las Ventas, Ana Bel¨¦n tuvo un aparte misterioso con otras tres hembras muy suyas, Concha Velasco, Martirio y Loles Le¨®n. Se dijeron no s¨¦ qu¨¦ cosas al o¨ªdo y rieron inquietantemente. ?De qui¨¦n hablaban esas descarriadas? ?A qui¨¦n piropeaban en secreto? ?A qui¨¦n defin¨ªan? Cuidado con ellas; cualquier d¨ªa nos montan un bel¨¦n.
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