La gloria del mel¨®n
En su modesto despacho de la casa consistorial de Villaconejos, Carmen Escalona, joven alcaldesa de la localidad, cita de me moria la cifra del censo, 2.946 habitantes, pero, para mayor exactitud, no duda en consultar telef¨®nicarriente con el funcionario encargado, y no puede disimular su alegr¨ªa cuando la rectifican. Hoy son ya 2.954 los vecinos de la villa melonera. Carmen Escalona, morena, menuda y vivaz, tiene 25 a?os y estudi¨® la carrera de Derecho antes de ser elegida al frente de la lista de Izquierda Unida. Olvidada en un rinc¨®n de la estancia reposa la recia vara de mando que simboliza su cargo, una vara que tradicionalmente empu?aron los hombres. Todav¨ªa quedan vecinos en Villaconejos que no acaban de hacerse a la idea, acos tumbrados a ver en el alcalde una figura paternal y autoritaria, quiz¨¢s un var¨®n maduro de recia complexi¨®n campesina, cuya voz ronca resuene con tanta fuerza en las partidas de domin¨® como en los plenos municipales. Pero Carmen cuenta desde luego con el apoyo mayoritario de sus electores, la lista de IU en las municipales tiene cinco concejal¨ªas, las mismas que suman el PSOE y el PP. Un concejal del PRIM, partido regionalista madrile?o, completa la n¨®mina. Pero la alcaldesa gobierna por encima de las siglas y de las facciones. Hojeando las p¨¢ginas de la flamante gaceta de Villaconejos, publicaci¨®n municipal, se detecta f¨¢cilmente el protagonismo de las mujeres y de los j¨®venes en la vida cultural y social de la villa, datos que contribuyen a explicar el ¨¦xito electoral de Carmen Escalona, que adem¨¢s se consagra al cargo con dedicaci¨®n exclusiva, y a juzgar por lo que puede ver el cronista, despliega una actividad que esquiva el calificativo de fren¨¦tica, porque, aunque extravertida y locuaz, Carmen no se atropella ni con las palabras ni con los gestos cuando muestra a los visitantes de hoy los intr¨ªngulis de un pueblo agr¨ªcola cuyo nombre se asocia indisolublemente con el del mel¨®n.Una pareja de melones figura en el moderno escudo de la villa sobre el inevitable conejo elevado a la categor¨ªa her¨¢ldica. Una pareja porque los melones -explica la alcaldesa- se cuentan siempre de dos en dos. En contra de lo que est¨¢ ocurriendo en la mayor parte de los pueblos de la comunidad madrile?a, donde la agricultura ha pasado de ser la actividad principal a ser casi testimonial, en Villaconejos la vida gira alrededor de esta cucurbit¨¢cea de dif¨ªcil y sacrificado cultivo. Se cuenta que la primera semilla de mel¨®n que lleg¨® a la localidad vino prendida en la manta de un soldado que ven¨ªa de ?frica. Si as¨ª fue, podr¨ªa decirse que falta en el pueblo un monumento a este soldado desconocido, involuntario portador del germen de unos cultivos que hoy dan de comer al 50% de las familias del pueblo, como cuenta Jes¨²s Sancho Aguilera, maestro nacional y cronista local, en su jugoso libro Apuntes de nuestro pueblo. Escribe Sancho Aguilera que no todos los melones de Villaconejos son del mismo Villaconejos, pues el monocultivo de esta planta en un mismo terreno repercute negativamente sobre la calidad y la cantidad de las cosechas, por lo que los melones tuvieron que ir desplaz¨¢ndose poco a poco a zonas cada vez m¨¢s alejadas.Esta sufrida emigraci¨®n anual ha marcado y sigue marcando la vida de Villaconejos. Los meloneros se ve¨ªan, y a¨²n se ven, obligados a dejar sus casas de abril a septiembre, y cuando se marchaban lo hac¨ªan con la casa y con la familia a cuestas sobre atiborradas carretas de mulas. En el incipiente Museo del Mel¨®n de Villaconejos puede contemplarse, adem¨¢s de aperos de labranza, arreos de mulas y toda clase de enseres dom¨¦sticos, una impresionante colecci¨®n de fotograf¨ªas, desde borrosas instant¨¢neas de principios de siglo a relucientes fotos actuales a todo color. Son fotos familiares tomadas en el camino, en los campos o a las puertas de las caba?as provisionales que los meloneros constru¨ªan cada primavera para albergar sus hogares estacionales. En estas sencillas y r¨²sticas chozas parieron muchas mujeres de Villaconejos, y sus hijos peque?os aprendieron a andar, a hablar y a jugar cerca de sus padres y hermanos inclinados sobre la tierra y trabajando duro. Son im¨¢genes no exentas de dramatismo que exudan polvo, sudor y sacrificio, pero ante todo son im¨¢genes entra?ables que transmiten el leg¨ªtimo orgullo de las familias meloneras, im¨¢genes en las que prevalece la dignidad de los trabajadores. Hace unos a?os, los ni?os meloneros ten¨ªan su propio ciclo escolar, el bachillerato melonero, cuyas clases duraban una hora m¨¢s y se prolongaban a los s¨¢bados para terminar en el mes de marzo. La alcaldesa, de familia melonera, estudi¨® todav¨ªa bajo ese r¨¦gimen especial.
Hoy, una moderna y ejemplar cooperativa centraliza la actividad melonera en una amplia nave a las afueras del pueblo. Los melones de la variedad "piel de sapo", rugosos, oscuros y estriados, pasan a trav¨¦s de cintas transportadoras para ser pulidos mec¨¢nicamente, etiquetados y envasados a mano por los operarios, que rellenan cajas con cuatro o cinco piezas, colocando entre ellas tiras de brillante papel rizado como si fueran objetos de regalo. El nombre de Villaconejos se hizo c¨¦lebre en Madrid desde principios de siglo porque iba rotulado en los laterales de las carretas que transportaban la fruta y figuraba en los puestos callejeros que se instalaban en el verano, donde viv¨ªan y dorm¨ªan los vendedores y sus familias. Desde 1905 existe en el mercado de la Cebada un puesto de melones de Villaconejos, aunque su principal mercado al aire libre se instalaba en la plaza de las Vistillas. Del aprecio que los madrile?os les ten¨ªan dan fe las famosas fiestas de La Melonera, que se celebran en el mes de septiembre en este castizo barrio.
La fama de los melones oscurece inmerecidamente la de otros productos de la tierra, el aceite de sus olivos, y sobre todo el vino de sus vides con denominaci¨®n de origen "Madrid", el Valdeguerra, blanco o tinto, es uno de los mejores caldos que se producen dentro de la Comunidad. La fama del mel¨®n amenaza tambi¨¦n con dejar fuera otros aspectos relevantes de una villa que acumula merecimientos para ser incluida en cualquier recorrido tur¨ªstico por la provincia y cuya visita recomienda encarecidamente el cronista.
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