Ni?os pornogr¨¢ficos
Ni siquiera en la grafia griega (Pornographia) le dejaron al editor Carlos Barral publicar la novela de Witold Gombrowicz con su t¨ªtulo original. La cosa sucedi¨® a finales de los a?os sesenta y el libro se tuvo que llamar en esa Espa?a final de Franco a¨²n muy vigilante La seducci¨®n. Se trata de la obra maestra de su autor y a mi juicio de una de las novelas clave del siglo, pero me est¨¢ entrando la duda de si las nuevas mayor¨ªas morales que nos mandan, y tan celosas est¨¢n de evitar que caigamos en el pecado y hasta en el secreto original, prohibir¨ªan hoy el libro entero. Basta leer la prensa. En Polonia las organizaciones cat¨®licas se han movilizado contra los quioscos y videoclubes que venden material. pornogr¨¢fico (perfectamente legal), amenazando con clavar en las puertas de sus concurridas iglesias la lista de los comercios culpables. En Sitges, otrora para¨ªso de la Espa?a rosa, el Ayuntamiento de la santa alianza PP y CiU impulsa inspecciones en la playa, recuperando la higi¨¦nica costumbre de pedir el carn¨¦ de identidad a aqu¨¦llos que se excedan en el ramalazo. Por boca de De¨®, que pese al nombre no es m¨¢s que el concejal de Gobernaci¨®n (PP), o¨ªmos que el prop¨®sito de las inspecciones es engrosar el fichero de homosexuales y erradicar la prostituci¨®n, para que Sitges "no viva otro caso Arny". En Estados Unidos, mientras tanto, las nativas desnudas de un gran mural colombino vieron sus pechos adornados con el wonderbra de una s¨¢bana blanca porque las empleadas del centro oficial donde estaba la pintura detectaron en esas tetas un punto de hostilidad sexual.?se y otros casos los relata Herrero Brasas en su excelente trabajo sobre Feminismo y pornograf¨ªa aparecido en los n¨²meros de verano de la revista Claves, siendo mi favorito el de la catedr¨¢tica de Historia de la Universidad de Pennsylvania, que, tras hacer retirar la reproducci¨®n de La maja desnuda que el profesor de arte de la clase anterior ten¨ªa colgada en el aula, dio un seminario con diapositivas para denunciar la idea de acoso sexual impl¨ªcita en las telas de desnudo femenino, y acab¨® denunciada por otro profesor asistente que vio en las fotos lascivas de mujeres indicios de hostigamiento al macho. Pero no todo en el art¨ªculo de Herrero Brasas, ni en un magn¨ªfico libro de Nadine Strossen, Defeding Pornography, mueve tanto a la risa. La tesis de Strossen, presidenta de la Uni¨®n Americana de Libertades C¨ªvicas, es que los derechos de la mujer est¨¢n m¨¢s en peligro por la censura de im¨¢genes que por las propias im¨¢genes sexuales, haciendo hincapi¨¦ en la temible cruzada que une hoy a los grupos m¨¢s reaccionarios del fundamentalismo norteamericano con los defensores de la llamada "censura progresista" y en particular las radicales feministas pornof¨®bicas capitaneadas por Andrea Dworkin. Contra estos guardianes de una moralidad que equipara deseo desordenado con delito y no se esfuerza en distinguir el abuso de las personas en la industria sexual del derecho de uso libre del cuerpo propio y ajeno se levantan voces cargadas de razones, y da gusto que muchas sean femeninas. Pero ?qui¨¦n ser¨¢ el hombre que ponga un poco de sensatez en el a¨²n m¨¢s espinoso tema de la pomograf¨ªa infantil?En cuanto se produce una tragedia nos acordamos de los dioses. El horripilante caso de los pederastas belgas ha hecho renacer una era de sospecha, de nuevo emborronando los l¨ªmites entre las ficciones de la voluptuosidad y la realidad patol¨®gica o criminal. A un diplom¨¢tico ingl¨¦s le caen cinco a?os de c¨¢rcel por poseer v¨ªdeos de uso personal con escenas sexuales de menores en las que ¨¦l no ha sido parte, y yo o usted podr¨ªamos asimismo ser reos por tener en casa ejemplares no ya del marqu¨¦s de Sade, sino de los contempor¨¢neos Guyotat o Mathieu Lindon, que en sus novelas de libre circulaci¨®n pintan crueles escenas de sadismo juvenil. Hablando del libro que en Espa?a tuvo que llamarse La seducci¨®n dijo Gombrowicz que "el hombre tiene dos ideales, la divinidad y la juventud". La intenci¨®n del novelista polaco era sin duda Ir¨®nica al titular Pornograf¨ªa esa historia de dos hombres maduros que se sienten todopoderosos cautivando y manipulando a una pareja joven. ?Pobre Witoldo! (as¨ª le llamaban en Argentina los amigos). Al caer en la cuenta de que el chico y la chica seducidos en el libro s¨®lo tienen 17 a?os, ya le estoy viendo empapelado en el manto de Mar¨ªa Auxiliadora.
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