Los nuevos caminos
La semana pasada tuve el honor, y la alegr¨ªa, de recibir en Montevideo a un grupo de invitados compuesto por algunos pol¨ªticos relevantes (Felipe Gonz¨¢lez, Jordi Pujol, Ricardo Lago, Belisario Betancur), un grupo notable de pensadores sociales (Alain Touraine, Natallo Botana, Helio Jaguaribe, Luciano Martins, Germ¨¢n W. Rama), dos economistas pr¨¢cticos que est¨¢n en la vida diaria del mundo financiero (Michel Caindessus, Enrique Iglesias) y dos jerarcas de la organizaci¨®n internacional (Manuel Mar¨ªn y Fernando Zumbado). Ninguno fue invitado representando a nadie, sino a t¨ªtulo personal, y s¨®lo hubo de lamentarse la ausencia forzosa del presidente madrile?o, Ruiz-Gallard¨®n.Durante un d¨ªa y medio, "a calz¨®n quitado", se habl¨® sobre Los nuevos caminos de Am¨¦rica Latina, que tal fue el objeto de la convocatoria, concebido como una orientaci¨®n para la Red de Gobernabilidad que viene formando el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Del entusiasmo con que se habl¨® y discuti¨® result¨® la fundaci¨®n del C¨ªrculo de Montevideo, que, con el apoyo del PNUD, el proyecto de gobernabilidad de la ESADE de Barcelona y el BID, intentar¨¢ mantener viva y actualizada la discusi¨®n sobre los grandes rumbos de orientaci¨®n de nuestro hemisferio.
Tal cual formul¨¦ la invitaci¨®n, se trat¨® de preservarnos del mal del seminario cl¨¢sico, padronizado, regulado, donde todo el mundo dice lo justo y nadie a?ade lo que por provocativo pueda resultar comprometedor. A la inversa, para no correr el riesgo contrario, de terminar en una entretenida charla de caf¨¦ entre un grupo de amigos bastante afines pese a la diversidad de sus or¨ªgenes, se ha armado esa conexi¨®n t¨¦cnica que ayude a Gobiernos y sociedades a adaptarse a estos nuevos tiempos de cambio.
Lo que est¨¢ claro es que Am¨¦rica Latina tiene bien presente su cat¨¢logo de errores, pero a¨²n no ha encontrado su manual de ruta para el futuro que ya se vino. "El futuro ya no es lo que era", record¨¦ en la ocasi¨®n, con Paul Val¨¦ry. Y all¨ª est¨¢ la cuesti¨®n: los populismos, los voluntarismos sociales, condujeron a la hiperinflaci¨®n, al desarreglo econ¨®mico y al empobrecimiento general, pues la experiencia mostr¨® -como nadie imaginaba- que gastando en beneficiar a los pobres, pero mal, se pod¨ªa da?arlos seriamente con una inestabilidad en que s¨®lo pod¨ªan manejarse especuladores o simplemente la gente rica. A la inversa, los neoliberalismos ortodoxos propusieron el Estado m¨ªnimo, el desmantelamiento de su intervenci¨®n, la privatizaci¨®n generalizada, la confianza en que las solas fuerzas del mercado generar¨ªan la prosperidad luego de alcanzar el crecimiento. Aparecieron m¨¢s tarde los ejemplos pr¨¢cticos de que, aun con ritmos de crecimiento notables, no por ello se mejoraba la distribuci¨®n del ingreso o se lograban mejor¨ªas en los riesgos sociales. En una palabra, si bien la racionalidad macroecon¨®mica hab¨ªa aportado estabilidad, y en muchos casos crecimiento, no hab¨ªa tra¨ªdo como secuela natural una mejor¨ªa en la vida de la gente.
Camdessus fue claro: ante esta comprobaci¨®n, cuidado con imaginar que el p¨¦ndulo retornar¨¢ y que ha llegado la hora de desandar parte del camino. Nadie lo controvirti¨®, pues se siente que lo hecho, hecho est¨¢. Aun discutibles algunas privatizaciones, peor ser¨ªa hoy plantear la reestatizaci¨®n. Aun cuestionable la brusquedad de algunas aperturas econ¨®micas con su secuela de destrucci¨®n de modos de producci¨®n tradicionales, no es imaginable que se proponga retroceder hacia una econom¨ªa algo m¨¢s cerrada. Aun cuando la desregulaci¨®n haya producido en algunos casos efectos monopolizadores, se propone corregir, pero nadie sugiere estatizar nuevamente. Todo ello se sentir¨ªa hoy como caminar en contra de los vientos de los tiempos, como un animal prehist¨®rico lanzado a una autopista.
Felipe Gonz¨¢lez insisti¨® en una idea: no se puede controvertir la globalizaci¨®n. Si ya nos perdimos la revoluci¨®n industrial, no nos perdamos la revoluci¨®n tecnol¨®gica. Entre estar afuera o adentro, in o out, no deber¨ªa haber debate. Hay que estar adentro y tratar de adaptarse del mejor modo posible. ?se es el desaf¨ªo.
Esto nos lleva a las modificaciones en el rol del Estado. ?ste ya no es m¨¢s comerciante o planificador. Aun quienes nos formamos en el Estado benefactor tenemos claro que el mercado, orientado por la ganancia, asigna mejor los recursos, desplazando la inversi¨®n hacia donde tendr¨¢ rentabilidad. El tema es otro: esa comprobaci¨®n, ?desliga al Estado de todo compromiso social? As¨ª como el mercado tiene esa eficacia en el mundo comercial, ?ocurre lo mismo con la vivienda o la salud, que son tambi¨¦n actividades econ¨®micas, pero cuya repercusi¨®n social desborda la l¨®gica del lucro?
Adem¨¢s del tema de los roles, aparece dominante la cuesti¨®n del c¨®mo. En el Estado no existe la misma obsesi¨®n por la gesti¨®n que domina a la empresa privada. Es natural, porque aqu¨ª el fracaso es la quiebra, mientras all¨¢ es el d¨¦ficit, y ¨¦ste se diluye, o financia. Y cuando aparece en instituciones sociales se dice que no importa porque bienvenido gastar m¨¢s en los necesitados, olvid¨¢ndose que no se trata de gastar m¨¢s o menos, sino hacerlo bien. Y all¨ª entramos en uno de los grandes nudos actuales, o sea, el de modificar al Estado burocr¨¢tico, administrado por expediente, sin sanci¨®n para el fracaso ni condena para el mal servicio, para entrar en un Estado responsable, que asume las obligaciones del gerente, trabaja por objetivos y hace balance de resultados. Precisamente en materia social es donde esto importa m¨¢s, porque son los m¨¢s necesitados quienes pagan el costo de la ineficiencia. Tradicional territorio de los corazones sangrantes y los poetas, es quiz¨¢ donde m¨¢s el Estado precise empe?arse para ser eficiente.
Sobre este debate de septiembre en Montevideo se seguir¨¢ en la capital uruguaya a nivel t¨¦cnico (seminario sobre Estado, mercado y equidad) y en los primeros meses del a?o venidero en Catalu?a, a invitaci¨®n del presidente Pujol. Hay quienes piensan que no hace falta tanto discurrir. Soy de los convencidos de que en estos tiempos de apresuramiento, por el contrario, m¨¢s que nunca hay que, cada tanto, detenerse en el camino y volver a reflexionar sobre las grandes cosas. Aunque parezca obvio. Lo que pasa es que esta obviedad es la de la vida.
es presidente de Uruguay (1995-2000) por segunda vez. Antes lo fue entre 1985 y 1990.
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