Dufaux hace temblar la Vuelta
Z¨¹lle salva el liderato a duras penas y Jalabert cede 25 minutos
Cuando Neil Stephens -el poderoso cancerbero de la Cruz de la Demanda- cruz¨® la meta de Avila -solo, la bicicleta m¨¢s un ¨²til en el que apoyarse para no caer que una herramienta de tortura-, hac¨ªa 44 minutos y 44 segundos que Laurent Dufaux hab¨ªa cruzado la misma l¨ªnea -solo, la bicicleta, una m¨¢quina de velocidad: terminaba una etapa de alta monta?a a m¨¢s de 43 de media- como vencedor. La tard¨ªa entrada de Stephens -el gran y fiel lugarteniente de Z¨¹lle y Jalabert, el hombre que en su fortaleza extraordinaria era la mejor imagen de la indestructibilidad aparente del ONCE- simboliz¨® como nada no s¨®lo la etapa en que Dufaux hizo temblar la carrera, sino toda la Vuelta. Lo que fue y lo que va a ser en las dos etapas decisivas que a¨²n quedan -hoy, los puertos de la sierra segoviano-madrile?a; ma?ana, la contrarreloj de m¨¢s de 40 kil¨®metros-; la carrera ya definitivamente zanjada hace s¨®lo una semana en los puertos c¨¢ntabros e irremisiblemente abierta ahora.La desmesura en la ambici¨®n del ONCE empez¨® a convertir la paz ficticia de que se disfrutaba en un polvor¨ªn en la etapa de Cerler; los explosivos continuaron acumul¨¢ndose el mi¨¦rcoles, cuando la debilidad de los ciclistas hizo obligatorio hacer p¨²blica la misteriosa enfermedad gastroinestinal -oficialmente nadie ha informado de las causas que pudieron provocarla- que afectaba a casi todos los corredores del ONCE. S¨®lo faltaba una mano que acercara una cerilla. El Banesto prest¨® la mecha -un ataque de Casero al comienzo hizo que la carrera se lanzara a m¨¢s de 50 por hora, el ONCE queriendo demostrar que estaba perfecto de fuerzas, lo que, al final, fue suicida: sus propias p¨¢jaras por ah¨ª comenzaron a llegar- y Laurent Dufaux, el suizo que no se resignaba a ser tercero, se prest¨® voluntario para encenderla en el complicado terreno de las sierras abulenses. La Vuelta que se conoc¨ªa -la aburrida, la del monopolio de la fuerza en manos de un solo equipo, la del pacto de caballeros Jalabert-Z¨¹lle- hizo explosi¨®n como se esperaba, pero s¨®lo de forma aparentemente controlada.
La r¨¢pida actuaci¨®n de los bomberos -los corredores de otros equipos que no dejaron solo a Z¨¹lle- evit¨® que s¨®lo quedaran ruinas alrededor. La geopol¨ªtica del ciclismo, vamos. Hace s¨®lo un a?o, un ataque demoledor de Jalabert por las mismas carreteras sentenci¨® la Vuelta. Olano, detr¨¢s, solo, sin equipo, tirando de un carro de ciclistas neutrales, no pudo hacer nada. Dufaux se acordaba de aquel d¨ªa e intent¨® ayer la repetici¨®n de la jugada. Un ataque de gran clase subiendo Serranillos, a 72 kil¨®metros de la meta. El suizo hizo una exhibici¨®n de fuerza, voluntad y sacrificio. Gan¨® la etapa y avanz¨® hasta el segundo puesto en la general -Jalabert, el anterior segundo, perdi¨® 25 minutos- Pero nada m¨¢s. De los m¨¢s de cinco minutos que le separaban de Z¨¹lle en la general s¨®lo hab¨ªa recortado 55 segundos. Z¨¹lle no fue Olano, no viaj¨® solo, aunque su equipo, el ONCE, andaba destrozado muy atr¨¢s.
Jalabert -"me qued¨¦ sin gasolina subiendo el primer puerto. Todos iban con el plato grande y yo con el peque?o. Fue una sensaci¨®n desoladora: me pasaron 50 de golpe. Ah¨ª ya me dej¨¦ ir. Me sent¨® mal la ternera de Sabi?¨¢nigo. Z¨¹lle fue el ¨²nico que no comi¨® carne. La noche de Cerler s¨®lo pude dormir tres horas "vio como Zarrabeitia bajaba del grupo de Z¨¹lle cuando el ataque de Dufaux dinamit¨® la carrera. "Tira, tira", le dijo al vasco, indic¨¢ndole con la mano que le dejara y se fuera con el suizo. Zarrabeitia le respondi¨®: "Ojal¨¢ pudiera, estoy muerto". Los dos siguieron juntos a su m¨ªnimo ritmo.
Por delante, unos 30 corredores ayudaban ya a Z¨¹lle. En el grupo hab¨ªa de todo: algunos samaritanos -los del Telekoin, Saeco y Euskadi-, s¨®lo movidos por la intenci¨®n de ayudar; otros, como Rominger, Pistore y Totsching, interesados en no dejar marchar a Dufaux por sus intereses en la general; otros, como Faustini y Escart¨ªn, que cre¨ªan poder ganar la etapa. El ¨²nico que no relevaba en las subidas era el propio. Z¨¹lle. M¨¢s delante, Dufaux se percat¨® de que no llevaba muy buenos compa?eros de viaje.
Z¨¹lle gan¨® tiempo, pero hoy, de nuevo, espera el ataque de Dufaux por Navacerrada. Quiz¨¢s s¨ª se d¨¦ el cara a cara que todos reclaman entre los dos suizos. Una situaci¨®n decisiva que nadie esperaba a mitad de la Vuelta. "Las exhibiciones se pagan", dijo Jim¨¦nez al final de la etapa. Ning¨²n equipo jam¨¢s - ha resistido lo que el ONCE intentaba: controlar en todos los te rrenos todas las etapas. Someter a sus ciclistas a un esfuerzo tit¨¢nico d¨ªa tras d¨ªa. Lo que se dice ciclismo moderno.
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