Un fr¨ªo que pelaba
Hac¨ªa un fr¨ªo que pelaba. Qu¨¦ pelaba, no se debe decir.El fr¨ªo que hizo no merec¨ªa el rejoneo que se vio. A lo mejor corresponde expresarlo al rev¨¦s: el rejoneo que se vio no merec¨ªa el fr¨ªo que pasamos. El p¨²blico se enfri¨® tambi¨¦n por dentro y aplaud¨ªa poco. Aquello de los toros, con sol y moscas, resulta especialmente cierto en las funciones de rejoneo.
Los propios rejoneadores contribuyeron a enfriar el ambiente -algunos no daban ni una-, y tal como bajaba en picado la temperatura, era como para denunciarlos en el juzgado de guardia.
A Jo¨¢o Moura le exig¨ªan los aficionados (tres o cuatro despistados que recalaron por all¨ª) toreo del bueno, clavazones en lo alto reuniendo al estribo, y cuando no rejoneaba as¨ª, le pitaban. Hac¨ªan bien en exigirle: un torero aut¨¦ntico -y Moura -a caballo, es el mejor- se debe a su arte, as¨ª cate le contempla un p¨²blico aplaudidor ajeno al toreo en cualquiera de sus formas, al que le ser¨ªa dif¨ªcil distinguir el toro del caballo.
Alcurruc¨¦n / Cuatro rejoneadores
Cinco toros de Alcurruc¨¦n y 2? de Manuel S¨¢nchez Cobaleda, despuntados para rejoneo.Jo¨¢o Moura: dos pinchazos y rej¨®n trasero (palmas y saludos). Luis Domecq: rej¨®n infamante en un costado (pitos). Pablo Hermoso de Mendoza: pinchazo, rej¨®n atravesad¨ªsimo que sale por el costillar y otro infamante en un costado (pitos). Antonio Domecq: rej¨®n muy bajo, rueda de peones y, pie a tierra, dos descabellos (insignificante petici¨®n y vuelta).- Por colleras: Moura Hermoso: rej¨®n ca¨ªdo y rueda desaforada de peones (oreja con insignificante petici¨®n). Hermanos Domecq: rej¨®n muy bajo y rueda de peones (dos orejas); salieron a hombros por la puerta grande. Plaza de Las Ventas, 5 de octubre. 5? corrida de feria. Cerca del lleno.
Hac¨ªan bien en exigirle pero tardaron poco en arrepentirse, porque entraron luego en liza Luis Domecq y Pablo Hermoso de Mendoza, y aquello fue un peque?o desastre. Al toreo templado de Moura sucedieron las desafortunadas reuniones de sus mencionados colegas, que al clavar se les iba la mano a los puros bajos del toro.
Los rejones que clav¨® Luis Domecq quedaron baj¨ªsimos, su banderilleo no pali¨® la situaci¨®n, mat¨® de infamante bajonazo. Para acertar dos rejones de castigo Pablo Hermoso necesit¨® seis entradas, en las que pinchaba lateral, o pasaba en falso y lo peor de todo fue que en u?a de esas el caballo se llev¨® una cornada. Al caballo sustituto, tambi¨¦n le alcanz¨® el toro, sin herirle. Y, en la suerte final, atraves¨® de lado a lado al enemigo, para acabar mech¨¢ndole los laterales.
El fr¨ªo glacial y las ma?as de los rejoneadores daban ganas de salir corriendo. A aquellas alturas de la tarde, con el d¨¦bil solecito amarilleando los tejadillos del coso, las ilusiones se cifraban en el bar de la calle Roma, donde ?ngel y su madre preparan unas frituras deliciosas.
Menos mal que Antonio Domecq puso en el ruedo orden y concierto. Echando arrestos a la tarea, rejone¨® r¨¢pido, reuni¨® banderillas pese a que el toro se aquerenciaba en tablas y estuvo bien.
El turno de colleras mejor¨® el panorama, salvo en el caso de Hermoso, a quien el quinto toro alcanz¨® al caballo (ya iban tres), pet¨¢ndole una cornada. La belleza de los caballos, la categor¨ªa de los jinetes, los galopes, los sombrerazos y la feliz circunstancia de que iban dos contra uno, con lo cual volv¨ªan loco al toro calent¨® al p¨²blico -que lo necesitaba- y cada pareja se llev¨® su oreja, por partida doble los Domecq.
Y los rejoneadores fueron felices, y el gent¨ªo tambi¨¦n, y quien quiso corri¨® al bar a entonarse con un cafetito, y quien pudo degust¨® los fritos, y quien lo necesitaba se peg¨® un copazo, mejor dos. S¨®lo para olvidar, no se vaya a creer.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.