El jam¨®n
Algunos aficionados aseguran que el palco presidencial de Las Ventas est¨¢ atontado. Quiz¨¢ tengan raz¨®n. En Las Ventas lo normal es que presidan a lo tonto. Claro que a lo mejor lo que ocurre es que se pasan de listos. Dar la oreja que el presidente le dio a Pep¨ªn Jim¨¦nez es una solemne tonter¨ªa; pero seg¨²n se mire, pues el beneficiario del peludo ap¨¦ndice debi¨® quedar harto agradecido. Un aficionado lo entendi¨® as¨ª y le dec¨ªa que le mandara al presidente un jam¨®n.No lo dijo una vez sino varias, por si acaso. Estaban ya lidiando el toro siguiente, y el aficionado volv¨ªa a gritar: "?Pep¨ªn, no te olvides del jam¨®n!". Picaban al sexto e insist¨ªa: "?El jam¨®n, Pep¨ªn!".
Es seguro que Pep¨ªn Jim¨¦nez, hombre de una rectitud fuera de toda duda, no le mandar¨¢ un jam¨®n al presidente; adem¨¢s, para ¨¦l lo querr¨¢. Sin embargo, si por una de aquellas casualidades de la vida lo hiciera, ha de saber el presidente que parte de ese jam¨®n se lo deber¨ªa enviar al aficionado voceador, en prueba de gratitud.
Buend¨ªa/ Jim¨¦nez, Pauloba, S¨¢nchez
Toros de Joaqu¨ªn Buend¨ªa (dos rechazados en el reconocimiento), discretos de presencia, poca casta, manejables. 5? de Guardiola Dom¨ªnguez, bien presentado, descastado. 6? de Guardiola Fantoni, con trap¨ªo, manejable.Pep¨ªn Jim¨¦nez: estocada (insignificante petici¨®n y vuelta con algunas protestas); estocada ladeada, rueda de peones y descabello (oreja con insignificante petici¨®n, muy protestada). Luis de Pauloba: media estocada ca¨ªda y rueda de peones (silencio); pinchazo hondo y media atravesados -aviso- y descabello (silencio). Andr¨¦s S¨¢nchez: aviso antes de matar, bajonazo descarado y rueda de peones (silencio); pinchazo baj¨ªsimo, ajonazo escandaloso y descabello (silencio). Plaza de Las Ventas, 6 de octubre. 6? corrida de la Feria de Oto?o. Lleno.
Los agradecimientos son en cadena. Y, al final', el m¨¢s agradecido de todos ser¨¢ el que vendi¨® el jam¨®n. Con los agradecimientos pasa lo que con las concesiones de oreja: que no tienen l¨ªmite. Esta oreja que adjudic¨® tontamente el palco dar¨¢ que hablar. A la pr¨®xima, el presidente de turno se ver¨¢ en la obligaci¨®n de d¨¢rsela a cualquiera que pegue dos gurripinas y cuatro manguz¨¢s, pues siempre habr¨¢ quien le recuerde la oreja de Pep¨ªn.
No es que Pep¨ªn Jim¨¦nez pegara manguz¨¢s y gurripinas. Por el contrario estuvo muy torero, lo cual no constitu¨ªa ninguna novedad. Pep¨ªn Jim¨¦nez es un torerazo, con estilo, verg¨¹enza y lo que hay que tener, seg¨²n ha venido demostrando desde hace muchos a?os.Sin tremendismos ni altaner¨ªas, sin gestos demag¨®gicos ni dar tres cuartos al pregonero -¨¦l, a lo suyo-, a sus respectivos toros les present¨® don Pep¨ªn la muletilla tal cual la ciencia taur¨®maca ordena y conviene al arte, y recre¨® las suertes con parsimonia, solemnidad y hondura.
Al natural, principalmente, tore¨® Pep¨ªn, lo que tiene mayor m¨¦rito en plena dictadura de los pegapases y del derechazo. Al natural, tirando del toro; cruz¨¢ndose al embarcarlo, baja la mano de mandar; rematando donde es debido y ligando los pases. Buenos pases de pecho y trincherillas abrocharon las tandas, instrument¨® el molinete y a¨²n a?adi¨® dos kikirik¨ªes cl¨¢sicos de bell¨ªsima factura. Y sonaron ol¨¦s y consensu¨® la afici¨®n que all¨ª hab¨ªa torero; un espejo en el que debieran mirarse muchos.
Pero una cosa es el ol¨¦ y el consenso, otra tener que dar la oreja por fuerza y convertir las buenas formas en triunfo. Adem¨¢s del gusto por el buen torero los aficionados tienen sentido de la medida y el p¨²blico, en el fondo, tambi¨¦n. De manera que al doblar ambos toros de Pep¨ªn tras sendas estocadas de r¨¢pidos efectos, raro fue el que sac¨® el pa?uelo para pedir la oreja.
En toda la plaza los pa?uelos que afloraron no pasar¨ªan del centenar -101, con el del presidente-, lo que comparado con los veintitantos mil espectadores presentes equivale a una aut¨¦ntica ridiculez. Y fue el presidente y concedi¨® la oreja del segundo toro, que hac¨ªa cuarto. Y se cubri¨® de gloria. Y, por su mala cabeza, dio la sensaci¨®n de que el palco estaba lleno de tontos. Y dej¨® la categor¨ªa de la plaza -hasta ayer considerada la primera del mundo- a la altura del bet¨²n.
Mucho viento, fr¨ªo intenso, toros desmedrados, toreo exiguo, llenaron el resto de la tarde invernal. Los toros de Buend¨ªa y un Guardiola ven¨ªan muy apagados de temperamento y esto induc¨ªa a sospechar que les faltaba casta. Si ya lo de Santa Coloma y lo de Guardiola hacen agua, apaga y v¨¢monos.
El pundonor de Luis de Pauloba tropez¨® con estas dificultades, sumadas al vendaval, que le alborotaba los enga?os y sus faenas carecieron de relieve. Andr¨¦s S¨¢nchez se puso pesad¨ªsimo pegando derechazos vulgares al tercer toro -10 minutos llevaba y a¨²n segu¨ªa la faena- y no pudo con el Guardiola sexto, que le desbord¨® y le desarm¨®, y el hombre no sab¨ªa por d¨®nde meterle mano.
Un final trist¨®n, acentuado por los gui?os de un sol cuya timidez celaban los nubarrones. La gente, arrebuj¨¢ndose en los abrigos, las narices enrojecidas, pegando estornudos y comentando las tonter¨ªas del palco. Pep¨ªn Jim¨¦nez, al calor de los aplausos, se iba hecho un se?or. Y no hab¨ªa llegado al centro del ruedo cuando el aficionado aquel le volvi¨® a recordar desde el tendido: "?El jam¨®n!".
Babelia
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