Introito y kirie
Introito: a finales de los ochenta, patrullaba por el barrio de Prosperidad un polic¨ªa municipal que entend¨ªa de la vida. Era un t¨ªo sano, amable, tranquilo y con tendencia a sonreir, aunque un p¨¦simo comediante: cuando descubr¨ªa a un gitano vendiendo fruta, simulaba un picor en la rodilla, se agachaba, tos¨ªa, se sub¨ªa los calcetines, volv¨ªa a rascarse y miraba de reojo al ilegal hasta verle desaparecer con sus b¨¢rtulos. No enga?aba a nadie, claro est¨¢, y menos a¨²n a, los propios gitanos, pero su secreto nunca se aire¨® en p¨²blico. Un d¨ªa, como hacen las cig¨¹e?as, desapareci¨® en silencio del barrio y perd¨ª la oportunidad de conseguir su aut¨®grafo.Kirie: hoy, 2 de octubre de 1996, he vuelto a recordar su figura; por ilaci¨®n, por contraste, y todo debido a una extensa carta publicada por El Pa¨ªs Madrid en la que alguien llamado Ignacio Cobos Rey refiere un suceso que deja al descubierto otra faceta, esta vez m¨¢s oscura, de la Polic¨ªa Municipal. Cuenta este se?or que el 16 de septiembre, cuando se dirig¨ªa a casa en caravana, un coche de la Polic¨ªa Municipal activ¨® de repente la sirena, invadi¨® el carril contrario para adelantarle y colision¨® con un veh¨ªculo que ven¨ªa de frente.
Sin entrar en consideraciones de tipo vial o reglamentario aquello debi¨® representar un susto del carajo. Para todos; pero en especial para el conductor invadido, a quien el destino todav¨ªa reservaba una jugarreta adicional: as¨ª, poco despu¨¦s del choque, los polic¨ªas salieron del autom¨®vil, se dirigieron a ¨¦l y le reprendieron por no haberse apartado a tiempo. Una actitud curiosa (ya que nadie choca contra la polic¨ªa aposta, y menos si es precisamente la polic¨ªa la que le embiste a uno), peto tambi¨¦n surrealista, si consideramos que la estrechez de la calle, en opini¨®n de nuestro testigo, hubiera impedido la maniobra.
Un argumento, este ¨²ltimo, demoledor, y que en condiciones normales hubiera bastado para zanjar el asunto. Pero no; al parecer, estos se?ores de uniforme razonaban a su modo y no admit¨ªan pamplinas: ellos estaban de misi¨®n y ten¨ªan preferencia. Es decir: el invadido era culpable por no haberse evaporado. Punto.
Poco se puede hacer en una situaci¨®n de este tipo, como no sea resistir y negarse a ceder; y algo as¨ª debi¨® intentar el pobre conductor an¨®nimo. "Les hizo frente", dice en su carta nuestro testigo, aunque sin especificar de qu¨¦ manera. En cualquier caso, debi¨® ser impresionante, a lo Van Damme, se me ocurre, ya que los agentes, en defensa propia, pidieron refuerzos por radio, aprovechando tambi¨¦n el momento para calarse las gorras de reglamento. (Esto de las gorras tiene su aqu¨¦l. Me desconcierta, me intriga. Sin duda, significa algo; pero se me escapa el mensaje, lo reconozco).
Por otra parte, conviene mencionar que la radio funcionaba bien puesto que unos minutos despu¨¦s empezaron a llegar los grupos de apoyo (a saber: dos Renault 19, dos Citro?n ZX, una ambulancia del Samur, una gr¨²a, una furgoneta de investigaci¨®n y otros dos ZX familiares blancos, de paisano), que fueron instal¨¢ndose c¨®modamente en las aceras y originando de vez en cuando unos bonitos y localizados embotellamientos.Veinticinco polic¨ªas (uniforme arriba, uniforme abajo) participaron en la operaci¨®n, y doce veces ("contadas", recalca nuestro confidente) hicieron soplar al pobre Van Damme por el tubito del alcohol¨ªmetro. Luego, despu¨¦s de registrar su veh¨ªculo, se lo llevaron a la comisar¨ªa. Desaparecido en combate.
Una historia interesante, creo yo, aunque algunos puntos siguen sin aclarar. Lo de las gorras,, por ejemplo: ?cayeron al suelo del coche tras el golpe? ?Segu¨ªan en el salpicadero? Y en todo caso: ?hab¨ªan sufrido desperfectos de importancia? Y otra duda: ?se derrumb¨® por fin el insumiso? ?Pidi¨® clemencia?
Como ciudadano, espero que haya aprendido la lecci¨®n y que en el futuro muestre m¨¢s docilidad hacia sus mandos naturales. Que se esfuerce, que no sea contest¨®n, y, sobre todo, que aprenda a esfumarse en el aire cuando un coche de la polic¨ªa, en misi¨®n especial, le embista de frente.
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