Un reto: la ciencia como fuente de riqueza
El mundo occidental est¨¢ preocupado por su escasa habilidad para convertir los resultados de su ciencia en ¨¦xitos comerciales o, dicho en otros t¨¦rminos, por su d¨¦bil dominio de la innovaci¨®n tecnol¨®gica, entendida como el proceso para convertir ideas cient¨ªficas y t¨¦cnicas en productos y servicios que sean bien aceptados por el mercado.Espa?a no es ajena a este problema, aunque todav¨ªa ¨¦ste no haya llegado a la opini¨®n p¨²blica. Si bien nuestro sistema de investigaci¨®n y desarrollo es de una dimensi¨®n muy peque?a, cuando se le compara con lo que resulta habitual en pa¨ªses de caracter¨ªsticas econ¨®micas y sociales similares a las nuestras, ha adquirido en los ¨²ltimos 15 a?os una madurez que le sit¨²a, en calidad y cantidad de resultados, bastante por encima del lugar que nos corresponder¨ªa por el volumen de los recursos que recibe. Sin embargo, son muy escasos los beneficios que nuestro sistema productivo est¨¢ percibiendo de esta faceta de nuestra modernizaci¨®n.
Las razones de esta disfunci¨®n del modelo de sistema de ciencia-tecnolog¨ªa-empresa del mundo occidental son en el d¨ªa de hoy muy distintas de las que lamentaba, a mitad del siglo XVII, sir Francis Bacon en el prefacio de su Novum organum, aunque la denuncia podr¨ªa ser la misma: "Queremos advertir a todos los hombres que piensen en el verdadero fin de la ciencia y no la busquen por..., sino con vistas al beneficio y necesidades de la vida".
La ciencia tiene hoy los m¨¦todos potentes que el bar¨®n de Verulamio echaba en falta y ofrece convincentes explicaciones y sutiles descubrimientos y no "combinaciones elegantes de cosas descubiertas con anterioridad". Al mismo tiempo, la empresa ha asumido el papel de poner en. valor los resultados cient¨ªficos, aunque para ello sea necesario que previamente hayan sido convertidos en tecnolog¨ªa, es decir, en un conjunto de t¨¦cnicas que se ven continuamente mejoradas gracias a la aplicaci¨®n de aquellos logros de la ciencia.Por otra parte, el desarrollo de la investigaci¨®n experimental exige tecnolog¨ªas cada vez m¨¢s depuradas, lo que hace que los centros cient¨ªficos sean normalmente generadores de tecnolog¨ªa. Es m¨¢s, sus dotaciones de recursos materiales y humanos les colocan para este fin en posici¨®n de ventaja frente a las empresas.
En este doble origen de la tecnolog¨ªa es donde se encuentran causas de la baja eficacia de la conversi¨®n de ciencia en innovaci¨®n. Es admisible que una tecnolog¨ªa creada para un fin cient¨ªfico pueda tener escasa aplicaci¨®n en el mercado, pero ¨¦ste no es normalmente el caso. Lo m¨¢s frecuente es que un resultado tecnol¨®gico no tenga cabida en las estrategias preestablecidas del entorno empresarial pr¨®ximo y que quede en as estanter¨ªas del entro cient¨ªfico asta que otro entro o, quiz¨¢, una empresa lo haga obsoleto y por tanto inservible.
Pero la experiencia demuestra que el sistema occidental permite otra perversi¨®n. Resulta posible que los centros cient¨ªficos opten por dedicar recursos a la creaci¨®n de tecnolog¨ªa sin conexi¨®n ni con el mundo cient¨ªfico ni con el empresarial. En estos casos es.obvio que aumenta enormemente la posibilidad de obsolescencia de los resultados, sobre todo en el actual mundo competitivo.
Una estrecha colaboraci¨®n entre cient¨ªficos y empresarios deber¨ªa evitar tales disfunciones, pero desgraciadamente resulta dif¨ªcil en todo el mundo. Varias son las causas de esta dificultad.Tanto el empresario como el cient¨ªfico buscan, a trav¨¦s de los trabajos de investigaci¨®n, un aumento de su saber. Sin embargo, el saber que necesita cada uno de ellos es de diferente naturaleza, y por tanto sus objetivos no resultan f¨¢cilmente compatibles.
El cient¨ªfico busca ante todo saber el qu¨¦ y el por qu¨¦, de lo que investiga; el empresario est¨¢ fundamentalmente interesado en saber c¨®mo convertir las ideas en productos. Es m¨¢s, ante la presi¨®n del mercado, el mayor inter¨¦s del empresario puede llegar a estar en saber qui¨¦n sabe c¨®mo para as¨ª adelantar en el tiempo su acci¨®n comercial, aunque sea a costa de renunciar a las ventajas de ser l¨ªder.
La empresa no puede preocuparse ni por el qu¨¦ ni por el por qu¨¦ a menos que le resulte obligado para llegar al c¨®mo. Las colaboraciones del cient¨ªfico con el mundo empresarial deber¨¢n incluir siempre el aumento de este ¨²ltimo tipo de saber y muchas veces, en raz¨®n de eficacia, y de costes, deber¨¢n evitar otros objetivos.Adem¨¢s, en el actual ambiente competitivo el tiempo de puesta en el mercado es el factor determinante de la efectividad de la empresa. El cumplimiento de plazos se convierte as¨ª en una prioridad para el empresario y en una carga, a veces insuperable, para el cient¨ªfico al ir en contra de la excelencia del resultado de su trabajo.Para el mundo occidental, cuya historia ha colocado la mayor capacidad de generaci¨®n de ciencia y tecnolog¨ªa en los centros cient¨ªficos p¨²blicos, y en esto Espa?a es un claro ejemplo, es de sumo inter¨¦s rebajar las barreras que dificultan esta colaboraci¨®n.
Las herramientas que las autoridades utilizan con este fin son varias y las encontramos tambi¨¦n en Espa?a. Existen subvenciones e incentivos fiscales para las empresas que desarrollan proyectos de innovaci¨®n en colaboraci¨®n con centros p¨²blicos de I + D; es hoy posible que el profesor de la universidad p¨²blica, y lamentablemente en menor medida el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, vea aumentados sus ingresos si obtiene contratos con las empresas. No parece, sin embargo, que el mundo cient¨ªfico espa?ol haya aceptado que la investigaci¨®n enfocada exclusivamente a las aplicaciones empresariales sea computable como m¨¦rito acad¨¦mico, aunque el momento no debe estar lejano.
Con todo ello, esta deseable colaboraci¨®n no es todo lo frecuente ni lo satisfactoria que ser¨ªa de desear. En nuestro pa¨ªs es posible que las anteriores medidas sean mejorables, pero no es menos cierto que, por una parte, el empresario espa?ol, que est¨¢ todav¨ªa en una fase en la que asume a gran velocidad la necesidad imperiosa de innovar, no tiene una conciencia clara de lo que puede encontrar en el ya desarrollado sistema espa?ol de ciencia y tecnolog¨ªa y, por otra, que nuestro sistema p¨²blico de investigaci¨®n no se ha preparado para crear mecanismos de oferta de sus servicios que atraigan al empresario.
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