Vision y aventura de un cient¨ªfico del exilio espa?ol
Se ha rendido homenaje en M¨¦xico al doctor Rafael M¨¦ndez, que muri¨® en este pa¨ªs, hace cinco a?os, siendo una de las grandes figuras intelectuales del exilio espa?ol. Recuerdo justo a un hombre que sobresali¨® por su valor cient¨ªfico y humano, honesto en la pol¨ªtica y ejemplo fiel. El homenaje ha actualizado un libro suyo -Caminos inversos: vivencias de ciencia y guerra- editado por el Fondo de Cultura Econ¨®mica, en 1987, pr¨¢cticamente desconocido en Espa?a acaso por el exceso de modestia y timidez del autor.?Qui¨¦n fue el doctor Rafael M¨¦ndez, cuyo nombre lleva un importante centro hospitalario de su tierra natal de Lorca, en Murcia, y en M¨¦xico fue s¨®lido pilar del famoso Instituto de Cardiolog¨ªa, junto a su fundador y director, el doctor Ignacio Ch¨¢vez?
Disc¨ªpulo de don Santiago Ram¨®n y Cajal, Rafael M¨¦ndez fue m¨¦dico a los 20 a?os de edad. A los 22, ya publicaba su primer trabajo de investigaci¨®n en una revista inglesa de farmacolog¨ªa. Tempranamente practic¨® la docencia y destac¨® en la investigaci¨®n cardiovascular. Las m¨²ltiples aportaciones, en uno y otro campo, contribuyeron a su conocimiento internacional como m¨¦dico prestigiado. Estudi¨® con Severo Ochoa en Edimburgo, Berl¨ªn y Londres. No es de extra?ar que al t¨¦rmino de la guerra civil, exiliado en Estados Unidos, se le abrieran, a Rafael M¨¦ndez las puertas de la Universidad de Harvard como catedr¨¢tico de Farmacolog¨ªa, durante los primeros cuatro a?os, y despu¨¦s las de la Universidad de Loyola, en Chicago, hasta su instalaci¨®n en M¨¦xico, donde form¨® varias generaciones de estudiantes, algunos de ellos procedentes de Espa?a y muchos otros de pa¨ªses iberoamericanos. El Gobierno de M¨¦xico lo honr¨® con su distinci¨®n acad¨¦mica m¨¢s elevada, el Premio Nacional de Ciencias. Hasta los ¨²ltimos d¨ªas de su vida fue el coordinador de los Institutos Nacionales de Salud, centros del m¨¢s alto nivel en asistencia hospitalaria e investigaci¨®n.
Destaca en la biograf¨ªa de Rafael M¨¦ndez sus 12 a?os de vida en la Residencia de Estudiantes de Madrid, en la cual ampliar¨ªa sus estudios de investigador cient¨ªfico. Ah¨ª conoci¨®, a don Miguel de Unamuno. Servirle un caf¨¦ fue una de sus vivencias m¨¢s inolvidables. Por el sacudimiento emocional que le dominaba no supo responder a don Miguel, al inquerirle ¨¦ste cu¨¢l era su especialidad, la del m¨¦dico que mata al enfermo por miedo a que se le muera o la del m¨¦dico que le deja morir por miedo a matarle. Convivi¨® muy cercanamente con Federico Garc¨ªa Lorca, quien le dedic¨® Reyerta, el tercer poema del Romancero gitano. La amistad de ambos estuvo unida a la de Salvador Dal¨ª y Luis Bu?uel. Con este ¨²ltimo, cuenta Rafael M¨¦ndez, comparti¨® el exilio en M¨¦xico y compiti¨® con ¨¦l en la preparaci¨®n bebestible de sus martinis en las celebraciones familiares y colectivas de la sobrevivencia.
El libro de Rafael M¨¦ndez refiere c¨®mo de la pasi¨®n cient¨ªfica pas¨® a la pasi¨®n pol¨ªtica de la mano de su otro maestro, el doctor Juan Negr¨ªn. La admiraci¨®n del disc¨ªpulo no tarda en convertirse en una amistad que facilita la categor¨ªa cient¨ªfica y humana del maestro. Ambos coinciden en el amor a la libertad y a la justicia social. La militancia socialista estrecha y prolonga esas afinidades, sellan un destino com¨²n. Cuando el doctor Juan Negr¨ªn es ministro del Gobierno republicano, conf¨ªa a Rafael M¨¦ndez misiones secretas, en gran parte relacionadas con la adquisici¨®n de armas. A nombre de ¨¦l se abren cuentas multimillonarias de dinero en Francia y otros pa¨ªses. Tiene contacto con los mercaderes de armas y su extra?o mundo de chantajes y sobornos. Una de las primeras compras, en Par¨ªs, es la de seis aviones de bombardeo, con la singularidad de que en Madrid no existe el combustible requerido para este tipo especial de nave. En Estados Unidos protagoniza otra aventura pintoresca: es portador de un cheque de dos millones de d¨®lares que no puede negociar, en ning¨²n banco de Washington, ni de Nueva York, porque en noviembre de 1936 se daba como inminente el triunfo del Ej¨¦rcito franquista. (Con parte de ese dinero se financiar¨ªa la Brigada Internacional Lincoln).
Tras de estas experiencias, una vez rendidas cuentas hasta el m¨ªnimo detalle, dada su ¨¦tica personal y su honestidad pol¨ªtica -?tiempos y hombres aqu¨¦llos!-, el doctor Juan Negr¨ªn le, sit¨²a en cargos relevantes de su Gobierno: primero, en la Direcci¨®n General de Carabineros, cuyo cuerpo militar era el de la m¨¢xima confianza por sus mandos socialistas; despu¨¦s, le nombra subsecretario de Gobernaci¨®n, al lado de un ministro Juli¨¢n Zugazogoitia, maestro del periodismo ideol¨®gico, a quien se debe uno de los mejores libros hist¨®ricos sobre la guerra civil espa?ola.
Rafael M¨¦ndez, leal a la amistad y a la solidaridad pol¨ªtica, mantiene contacto con Juan Negr¨ªn, exiliado en Londres durante toda la guerra, en donde ha cultivado una gran amistad con el general Charles de Gaulle hasta el regreso victorioso de ¨¦ste a la Francia liberada. Camino de M¨¦xico para asistir a la asamblea de las Cortes republicanas, Juan Negr¨ªn se re¨²ne en Nueva York con Rafael M¨¦ndez y le confidencia que el general De Gaulle est¨¢ dispuesto a reconocer un Gobierno espa?ol de conciliaci¨®n nacional, encabezado precisamente por ¨¦l, y del que formar¨ªan parte el general Yag¨¹e, en la Defensa Nacional, y el propio Rafael M¨¦ndez, en el Ministerio de Gobernaci¨®n. Se viven -agosto de 1945- los momentos claves de la condena al r¨¦gimen franquista, aliado del nazismo y del fascismo, y se da por segura su expulsi¨®n de la comunidad internacional. Todo se frustra cuando en la asamblea de las Cortes republicanas, celebrada en la Sala de Cabildos del Gobierno del Distrito Federal, en la Ciudad de M¨¦xico, el doctor Juan Negr¨ªn no es ratificado en su puesto de jefe de Gobierno, para el cual se nombra al doctor Jos¨¦ Giral, acord¨¢ndose, ya convertido Diego Mart¨ªnez Barrio en sucesor de Manuel Aza?a como presidente de la Rep¨²blica, que el Gobierno se instale en Par¨ªs, con toda clase de facilidades por parte del general De Gaulle.
Entregado por entero a la investigaci¨®n cient¨ªfica en M¨¦xico, el doctor Rafael M¨¦ndez se aparta, con no poco escepticismo, de las escisiones pol¨ªticas del exilio espa?ol. Su labor es callada, lejos de los oropeles y de los tropeles. Lejos, tambi¨¦n, de la agresi¨®n de las pasiones, fiel a su depurada conciencia ¨¦tica. No busc¨® el m¨¦rito, lo cosech¨®. Le interes¨® m¨¢s la honra que la fama. Severo Ochoa, premio Nobel de Medicina, confes¨® p¨²blicamente en M¨¦xico que Rafael M¨¦ndez hubiera conquistado el mismo honor si, a diferencia suya, que se dedic¨® completamente y sin interrupci¨®n a la labor cient¨ªfica, no hubiese optado por el compromiso pol¨ªtico que contrajo con ¨¦l maestro de ambos, el doctor Juan Negr¨ªn.
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