?Hija o medalla?
Los ni?os del Tercer Mundo, que nacen directamente al dolor, s¨®lo encuentran en este valle de l¨¢grimas hambre e injusticia, fr¨ªo y pavor, costras y moscas, enfermedad, hedor y muerte. Acaso consigan sobrevivir hasta la adolescencia si, tienen la suerte de caer en manos de proxenetas o mafiosos interesados por ¨¢nimo de lucro en dicha supervivencia. Ni?os y ni?as (el peque?o "hecho diferencial" del sexo respectivo ha dejado de tener relevancia para sus masacradores) ser¨¢n explotados sexualmente hasta la muerte, o ser¨¢n explotados laboralmente hasta que se consuman en talleres clandestinos de Extremo Oriente a Vallecas... Ni?os y ni?as: lo m¨¢s tierno, indefenso, inocente y puro que puede aportarnos la vida a los eg¨®latras y corruptos adultos.Los ni?os del primer mundo, los nuestros sin ir m¨¢s lejos, lo tienen todo. Deber¨ªan, merecer¨ªan, ser felices. Sin embargo, y parad¨®jicamente, -algunos de ellos, hasta dir¨ªa que bastantes, se asoman tambi¨¦n al dolor por razones mucho m¨¢s dif¨ªciles de comprender que la miseria sin paliativos. Estoy hablando del esp¨ªritu competitivo de nuestra sociedad materialista, del narcisismo y la prepotencia de algunos progenitores que quieren "lo mejor" para sus hijos.
?Recuerdan el caso, acaecido hace algunos meses, de la ni?a norteamericana Jessica Dubroff? Su madre, Lisa, quer¨ªa procrear beb¨¦s ¨²nicos, infantes-genios, seres alados y maravillosos capaces de epatar, no s¨®lo a los vecinos, sino a la gran Am¨¦rica, al mundo sin fronteras. Competir era su evangelio; ganar, su meta. El regalo para Jessica, el d¨ªa de su sexto cumplea?os, fue una vuelta en avi¨®n. Baj¨® encantada, o al menos eso dijo al padre, que la hab¨ªa acompa?ado. Y su destino qued¨® escrito aquella tarde: izas!, ya estaba, Jessica ser¨ªa un as de la aviaci¨®n, como Lindbergh, y, de paso, la nueva darling de Am¨¦rica, como Shirley Temple. Comenz¨® a dar clases con un piloto veterano llamado Reid, y cuando llevaba sobre sus fr¨¢giles espaldas 25 horas de vuelo, apenas cumplidos los siete a?itos, sus orgullosos progenitores decidieron que hab¨ªa llegado el d¨ªa D. Jessica, acompa?ada por su padre y por Reid, cruzar¨ªa en- tres mangas el territorio de Estados Unidos a los mandos de un Cessna 177B, monomotor, tan fr¨¢gil como ella. Tiempo de perros, ?ay!, el d¨ªa de la gran aventura. ?Aplazarla? ?De ninguna manera! Estaba la tele, y era nada menos que la poderosa cadena ABC. Cubrieron la manga con un terrible viento de trav¨¦s, y la ni?a confes¨® a los entusiasmados periodistas que la aguardaban que s¨®lo hab¨ªa dormido dos horas. Aunque a?adi¨®: "?Volar¨¦ hasta que me muera!". A la ma?ana siguiente aparec¨ªa muy cansada. Tormentas, vientos fuertes, lluvias racheadas. Y la tele filmando. El avioncito ascendi¨® hacia el torbellino, vir¨® en ¨¢ngulo agudo, hizo un extra?o y se desplom¨®. Los tres ocupantes fenecieron: "Volar¨¦ hasta que me muera.Pero no hace falta irse tan lejos. Este verano contemplaba yo en Sanxenxo una competici¨®n de navegantes solitarios de cuatro a?os a bordo de peque?os cascarones a vela. Padres y monitores -?ellos s¨ª que se lo pasaban bien!- les animaban desde otras embarcaciones de acompa?amiento. La carita de los peque?os h¨¦roes, ?qu¨¦ quieren que les diga?, energ¨ªa l¨ªvida y asustada por encima de los diminutos chalecos salvavidas. Y tampoco hace falta irse tan lejos, pues todos los domingos contemplo escenas similares en los parques de Madrid. Padres amantes del footing, de la bicicleta o las flexiones masacrando sin piedad a sus ni?os, muchas veces gimientes y llorosos, para que no se rajen, para que sean machos, h¨¦roes, famosos... Por la pena y la angustia que todo esto me produce, le¨ª al borde de las l¨¢grimas los extractos y anotaciones al diario de la gimnasta Mar¨ªa Pardo, publicados hace poco en este diario por Mabel Galaz. Hambre canina en un mundo de opulencia, 1,70 de estatura y 44 kilos de peso ("si pesaba 44,100 me iba a la cama en ayunas"), castigos dickensianos, ausencia de menstruaci¨®n a los 16 a?os. Y esa ¨²ltima y pat¨¦tica anotaci¨®n en el diario: "Mi madre est¨¢ muy preocupada. Le he preguntado: ?qu¨¦ quieres, una hija o una medalla?
Ni?os y ni?as del mundo, perd¨®n.
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