Dios en el Foro
Como es habitual desde hace ya m¨¢s de veinte a?os, el ¨²ltimo fin de semana de septiembre el Foro sobre el Hecho Religioso celebr¨® su reuni¨®n anual, pero por vez primera sin la participaci¨®n de Jos¨¦ Luis Aranguren, fundador y organizador, junto con Jos¨¦ G¨®mez Caffarena y el Instituto Fe y Secularidad, de unos encuentros de creyentes y no creyentes, verdaderamente excepcionales en un pa¨ªs donde cada cual gusta de encerrarse en su capillita con el ce?o fruncido, cuando no de espaldas, ante el que piensa o cree de otra manera. A la intransigencia y cerraz¨®n de la Iglesia cat¨®lica espa?ola ha correspondido un ateo tan simplista y de una pieza como lo fuera el creyente tradicional. El que nos hubi¨¦ramos visto libres de las guerras de religi¨®n -a la ¨²ltima guerra civil no le falt¨® a destiempo este car¨¢cter- ha sido uno de los factores hist¨®ricos que m¨¢s contundentemente nos ha desviado de la corriente principal de la cultura europea: el racionalismo ilustrado en que culmina la modernidad.Faltaba Aranguren, pero no el legado de su pensamiento y talante, que cabe resumir en el af¨¢n de heterodoxia, incluso ante el propio pensamiento, que reivindic¨® como la virtud de la infidelidad. El Foro contin¨²a como lugar de reuni¨®n de creyentes y no creyentes, conscientes los unos y los otros de la ¨ªntima trabaz¨®n de pensamiento y heterodoxia. Pensar, desde la fe o la increencia, si ha de ser un acto vivo y actuante, se revela siempre heterodoxia frente a la opini¨®n, doxa, dominante, a la vez que subraya la infidelidad respecto al propio pensamiento: lo que dije ayer plenamente convencido puede que no lo apruebe hoy. Aranguren publicaba cada a?o en esta p¨¢gina de EL PA?S un comentario esclarecedor de lo acontecido en el Foro. No he resistido a la tentaci¨®n de continuar, aunque s¨®lo sea por una vez, con esta tradici¨®n como homenaje al maestro desaparecido. Creo que en la Espa?a de hoy importa no perder esa codicia de heterodoxia que nos leg¨® Aranguren, tambi¨¦n, como ¨¦l quer¨ªa, respecto a su pensamiento, orgulloso de que los muchos que nos consideramos sus disc¨ªpulos hayamos caminado por sendas muy distintas: el esp¨ªritu heterodoxo de Aranguren impide que frag¨¹en cualquier tipo de escuelas, antesala de los escolasticismos.
El Foro comenz¨® al final del franquismo y se desarroll¨® en la transici¨®n, marcado naturalmente por estas circunstancias: en su origen fue un ¨¢mbito m¨¢s de libertad de los muchos que surgieron, con la particularidad, entonces mucho m¨¢s normal, de que reun¨ªa a creyentes y no creyentes igualmente interesados en consolidar en Espa?a una democracia que nos atrev¨ªamos a calificar de "avanzada". Recuperadas las libertades, con otros muchos sitios en que discutir los problemas de nuestra sociedad, el Foro pudo centrarse en los temas a que alud¨ªa su nombre, en un principio s¨®lo pantalla para poder reunirse en el franquismo. As¨ª surgi¨® un lugar excepcional en el que se discute de manera heterodoxa cuestiones fascinantes -la muerte, el mal, el mito- a las que las religiones tratan de dar respuesta. En el ¨²ltimo Foro nos atrevimos a coger el toro por los cuernos y el tema fue Dios, as¨ª de frente, sin otras adjetivaciones ni limitaciones.
La primera sesi¨®n, como no pod¨ªa ser menos, estuvo dedicada a rememorar a Aranguren. Los amigos coet¨¢neos, Pedro La¨ªn y Joaqu¨ªn Ruiz-Gim¨¦nez, y los disc¨ªpulos, y tambi¨¦n amigos, Pedro Cerezo y Javier Muguerza, con emoci¨®n y clarividencia perge?aron su figura intelectual y humana. Las restantes, centradas en tres ponencias, tuvieron a Dios como objeto de reflexi¨®n. Empez¨® Juan Mart¨ªn Velasco con una cuidada introducci¨®n a Dios en el universo religioso. Trat¨® de aprehender la idea de Dios en el contexto en el que surge: el mundo de los sagrado, que defini¨® fenomenol¨®gicamente en sus rasgos constitutivos como determinante de lo religioso. Mart¨ªn Velasco nos hizo recorrer, apoy¨¢ndose en unos cuantos conceptos claves, el largo camino que va de lo sagrado a la idea de Dios, realidad inefable que se expresa en la contradicci¨®n de ser vivida como absoluta transcendencia, a la vez que la m¨¢s ¨ªntima inmanencia, creaci¨®n del monote¨ªsmo que pone en pie, ya bastante tarde, la "revoluci¨®n prof¨¦tica" de Israel, aunque seg¨²n las m¨¢s recientes investigaciones no parezca invenci¨®n exclusiva del pueblo jud¨ªo.
La expectaci¨®n era grande para la segunda ponencia de Fernando Savater, Dios en la filosof¨ªa. Elemental que un foro de heterodoxos invitase a quien se le supon¨ªa de la misma cuerda. Mayor m¨¦rito tiene el que Savater, sobreponiendo el sentido de la amistad a sus prejuicios y limitaciones, aceptase hablar de un tema por el que, al tenerlo resuelto, no siente el menor inter¨¦s. Al fin y al cabo, se da por supuesto que el fil¨®sofo es el ¨²nico que, por oficio, no debiera dar la espalda a las grandes cuestiones, aunque la filosof¨ªa universitaria hace ya mucho tiempo que ha ido acotando el campo del preguntar a su m¨ªnima expresi¨®n. Con arrolladora simpat¨ªa hilvan¨® un par de an¨¦cdotas, entremezcladas con algunas frases ocurrentes -una, especialmente atinada, me ha quedado grabada en la memoria: "La religi¨®n, como el vino, a unos les sienta bien y a otros mal"-, para terminar expresando una ¨²nica idea: en el tema del Foro, David Hume en sus Di¨¢logos sobre la religi¨®n natural (1779) ya habr¨ªa dicho todo lo que cabr¨ªa decir con sentido; la cuesti¨®n estar¨ªa cancelada desde hace m¨¢s de dos siglos. Como no entr¨® en mayores detalles y del libro de Hume cabe hacer, y efectivamente se han hecho, una lectura atea, otra agn¨®stica, pero tambi¨¦n una te¨ªsta -es la virtud de un di¨¢logo aut¨¦ntico, fuese cual fuere la opini¨®n del autor, indudablemente esc¨¦ptica-, nadie sab¨ªa a qu¨¦ atribuir la seguridad complaciente de Savater, cuando en lo ¨²nico en que hab¨ªa acuerdo es en que el testimonio de Hume sirve tan s¨®lo para combatir cualquier forma de dogmatismo, te¨ªsta o ateo.
Bien saben los que le conocen que Savater no es el fil¨®sofo de la jet set, que sale de un aeropuerto para entrar en otro, dejando en la ciudad de paso un discurso ligero y ocurrente, que no ha necesitado preparar con especial esmero: es proverbial la ignorancia filos¨®fica de nuestras gentes. Pero, esta vez, falto de tiempo para quedarse en el Foro, los asistentes tuvimos que formular las preguntas y tratar de imaginar c¨®mo las hubiera contestado el fil¨®sofo ausente. ?C¨®mo entender una filosof¨ªa que, en vez de arribar a preguntas nuevas, se siente capaz de cerrar algunas de las planteadas desde hace milenios? ?Acaso considera por completo superflua La religi¨®n dentro de los l¨ªmites de la mera raz¨®n (1793), de Kant, en cierto modo una r¨¦plica superadora de Hume, como lo fue toda su filosof¨ªa? La filosof¨ªa de la religi¨®n, un producto del siglo XIX y sobre todo del XX, ?cabe acaso degradarla a simple impertinencia de los que no han entendido a Hume? El acabar la filosof¨ªa de la religi¨®n con el escepticismo de Hume -otros tambi¨¦n han propuesto un corte semejante con su teor¨ªa del conocimiento o del lenguaje- no deja de defraudar a los heterodoxos que concebimos la filosof¨ªa como la lucha por ganar alguna claridad en las cuestiones fundamentales sobre las que no cabe una respuesta cient¨ªfica. Espa?a hubiera sido otra si en el siglo XVIII hubiera sido posible que cuajase un fil¨®sofo como Savater. Lo que da que pensar es que todav¨ªa siga siendo tan necesario el enciclopedista ilustrado.
Si con Savater corri¨® por el Foro un aire fresco, en los m¨¢s diversos sentidos de la palabra, con Caffarena el Foro lleg¨® a su punto culminante -Dios en la fiosof¨ªa de la religi¨®n-, una ponencia muy elaborada que, dada la densidad sint¨¦tica de lo que dijo y los supuestos impl¨ªcitos que hab¨ªa que tener en cuenta, me temo que no todos entendieron. Aunque el trasfondo fuese metaf¨ªsico, hasta el punto de que Antonio Garc¨ªa Santesmases la recibiese entusiasmado como se?al de que se acercaba el fin del pensamiento light y volv¨ªa el fil¨®sofo a su verdadero quehacer metaf¨ªsico, en cambio, metodol¨®gicamente, empe?ada en la b¨²squeda de plausibilidad en la argumentaci¨®n, estaba m¨¢s cerca de Hume que la anterior, que s¨®lo lo hab¨ªa sacado a colaci¨®n para cerrar el tema. Cierto que aun as¨ª no falt¨® el que la considerase demasiado asertiva para ser filosof¨ªa y poco arraigada para ser teolog¨ªa. Caffarena desarroll¨® a partir de la experiencia interna y de la reflexi¨®n sobre el universo argumentos plausibles para sostener la idea de Dios -pan-en-te¨ªsmo- que, como era de esperar, no aguantan el proceso inverso: desde la increencia las razones aducidas no resultan convincentes. Caffarena ha logrado la doble fidelidad, tan dif¨ªcil de mantener, al fil¨®sofo y al creyente, aunque en un equilibrio, harto inestable, pero siempre presente, lo que me parece m¨¢s arduo y admirable que dejar, como es usual, que el fiel de la balanza se incline de un lado o de otro.
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