El Universo cumple a?os
James Ussher, nacido en Dubl¨ªn en 1581, arzobispo de Armagh y primado de la Iglesia anglicana de Irlanda a partir de 1625, fue un reputado cl¨¦rigo de su tiempo. Autor de numerosos ensayos sobre la historia de Irlanda y del cristianismo, su segunda m¨¢s grande contribuci¨®n al conocimiento fue la identificaci¨®n de las siete cartas aut¨¦nticas de Ignacio de Antioqu¨ªa. Pero su hallazgo principal, una verdadera proeza intelectual y cient¨ªfica, fue, sin duda, el c¨¢lculo de la edad del Universo, siguiendo minuciosamente el relato b¨ªblico y estableciendo las fechas de los acontecimientos que han ido jalonando la historia del mundo a partir de las indicaciones contenidas en el libro sagrado.El resultado m¨¢s espectacular de sus investigaciones fue la determinaci¨®n exacta del momento de la creaci¨®n: el reverendo Ussher lleg¨® a la conclusi¨®n de: que el mundo fue creado al atardecer del d¨ªa 22 de octubre del a?o 4004 antes de Jesucristo. En otras palabras, el Universo cumple hoy 6.000 a?os justos, se?alado acontecimiento que requerir¨ªa de celebraciones m¨¢s congruentes con su importancia y menos modestas que este simple art¨ªculo.
Lo malo es que, ya cuando se hizo semejante c¨¢lculo, la ex¨¦gesis literal de la Biblia no era considerada por muchos de los mejores pensadores de la ¨¦poca como el m¨¦todo m¨¢s apropiado para el avance cient¨ªfico. Con el paso del tiempo la cosa fue a peor; conforme aumentaba nuestra comprensi¨®n de las leves del mundo natural, se aplicaban nuevas t¨¦cnicas experimentales y se integraban las observaciones emp¨ªricas as¨ª obtenidas en esquemas te¨®ricos cada vez m¨¢s ambiciosos, la pretensi¨®n de que el libro sagrado pudiera ser frente de conocimiento cient¨ªfico resultaba cada vez m¨¢s insostenible. No obstante lo cual, sigui¨® vigente la tentaci¨®n de rechazar primero todo cuanto pudiese contradecir lo que se consideraba parte del mensaje divino, para aceptar despu¨¦s, m¨¢s o menos a rega?adientes, lo que la ciencia demostraba de modo irrefutable (recu¨¦rdense los casos de Galileo o de Giordano Bruno), retorciendo palabras y argumentos hasta poder ajustar, siquiera sea metaf¨®ricamente, hechos y teor¨ªas cient¨ªficas al relato b¨ªblico.
En todo caso, dado que: el conocimiento que proporciona la ciencia es siempre limitado, sujeto a verificaci¨®n y eventual ampliaci¨®n o refutaci¨®n, es siempre posible seguir afirmando que las preguntas cuyas respuestas quedan m¨¢s all¨¢ de lo razonablemente explicable por m¨¦todos cient¨ªficos, s¨®lo pueden ser contestadas acudiendo a la letra o, seg¨²n los casos, al esp¨ªritu de los textos considerados sagrados. Se convierte as¨ª a Dios y su supuesto mensaje en sin¨®nimo, o en remedio, de todo lo que ignoramos, pr¨¢ctica que no ha producido resultado positivo alguno en la historia de la ciencia, ni tampoco tranquilidad de esp¨ªritu en quienes de buena fe adoptan ese punto de vista. La frontera entre lo que sabemos y lo que ignoramos cambia constantemente y va retrocediendo, de modo que esa actitud implica una continua modificaci¨®n de la situaci¨®n de nuestros conocimientos.
El verdadero conflicto surgi¨®, empero, con el advenimiento del evolucionismo como esquema conceptual en el que situar la historia de los seres vivos. La evoluci¨®n natural de las especies proporciona un marco para afrontar eficazmente el problema de la diversidad de los seres vivos, sus diferencias y sus semejanzas, y reconstruir un pasado del que se tiene un conocimiento fragmentario a trav¨¦s de los restos f¨®siles testigos de otras ¨¦pocas. El evolucionismo, paradigma hoy universalmente aceptado por los cient¨ªficos, aunque en continua evoluci¨®n, ¨¦l mismo, en cuanto a los detalles, proporciona una visi¨®n de la historia de la Tierra y de los seres vivos muy alejada de la que se deriva de la lectura ingenua, o dogm¨¢tica, de los textos sagrados. El registro f¨®sil evoca una historia menos lineal, mucho m¨¢s rica y apasionante que un simple acto de creaci¨®n instant¨¢nea (o extendida a lo largo de siete d¨ªas terrestres actuales como siguen sosteniendo los creacionistas m¨¢s radicales); y mucho m¨¢s antigua que cualquier c¨¢lculo del estilo del realizado por el bueno de Ussher.
Los m¨¦todos de dataci¨®n de materiales sobre la corteza terrestre, fiables, complementarios y reproducibles, nos hablan de una existencia que se remonta a miles de millones de a?os. Hoy sabe mos con notable certidumbre que la Tierra, el Sol y todo el sistema solar nacieron hace unos cuatro mil quinientos millones de a?os, y que el Universo accesible a nuestros telescopios tiene una historia extraordinaria que se remonta unos cuantos miles de millones de a?os m¨¢s atr¨¢s. Seis mil a?os, el supuesto lapso de tiempo que hoy deber¨ªamos celebrar, no es m¨¢s que un instante en la historia del planeta, incluso un instante en la historia de los seres vivos, que aparecieron, en sus formas m¨¢s elementales, sobre una Tierra primitiva muy distinta de la actual, hace m¨¢s de tres mil quinientos millones de a?os. Es, incluso, un instante en la historia de los seres vivos m¨¢s complejos, pr¨®ximos antepasados de las especies existentes en la actualidad, que aparecieron hace unos cuan tos cientos de millones de a?os.
Y, sin embargo, el creacionismo, es decir, la insistencia en aferrarse a la lectura literal de los textos sagrados para obtener datos sobre el mundo f¨ªsico, sigue vivo. Su primer objetivo fue la sustituci¨®n de cualquier explicaci¨®n de la historia del Universo o de los seres vivos basada en evidencias experimentales por el relato puro y simple contenido en los once primeros cap¨ªtulos del G¨¦nesis. Una vez constatada la imposibilidad pr¨¢ctica de una tal pretensi¨®n, la escuela creacionista, arraigada con especial fuerza en Estados Unidos, se orient¨® a que su doctrina se ense?ase en las escuelas al mismo nivel que la evoluci¨®n de las especies, como teor¨ªas alternativas de semejante fiabilidad cient¨ªfica, consiguiendo notables ¨¦xitos en muchos Estados norteamericanos.
Una famosa sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos, de 1987, dificult¨® la escalada, dictaminando que el creacionismo no era una teor¨ªa cient¨ªfica alternativa, sino religi¨®n, y por tanto no pod¨ªa ser incorporada como tal a los libros de texto sobre ciencias naturales. La respuesta ha sido una nueva estrategia desarrollada a lo largo de los ¨²ltimos a?os: el llamado creacionismo cient¨ªfico, que parte de la base de que los datos sobre los que se basan las ideas com¨²nmente aceptadas por los cient¨ªficos acerca de la historia de la Tierra y de los seres vivos son falsos, o han sido malinterpretados, o son parciales, de modo que una interpretaci¨®n nueva de los mismos lleva a conclusiones en completo acuerdo con el relato b¨ªblico. E Universo tendr¨ªa 6.000 a?os de edad; fue creado en siete d¨ªas, aunque los menos radicales est¨¦n dispuestos a aceptar que la duraci¨®n de esos d¨ªas no es la convencional; el mundo de los seres vivos actualmente existente corresponde a un ¨²nico acto de creaci¨®n; y todo el registro f¨®sil y geol¨®gico puede acomodarse a ese acto y a los hechos posteriores narrados en la Biblia, especialmente a las consecuencias del diluvio universal. Esas conclusiones se extraen de un nuevo an¨¢lisis de la evidencia experimental, evitando cuidadosamente cualquier menci¨®n a una voluntad divina, que se sustituye por el llamado dise?o inteligente, apenas una abstracci¨®n de lo mismo.
Estas nuevas sutilezas est¨¢n ausentes del lenguaje mucho m¨¢s rudo de la mayor¨ªa de los creacionistas pr¨¢cticos (el candidato a la proclamaci¨®n republicana para la presidencia de Estados
Pasa a la p¨¢gina siguiente
El Universo cumple a?os
Viene de la p¨¢gina anteriorUnidos, Pat Buchanan, afirm¨® rotundamente durante el pasado proceso de elecciones primarias que "¨¦l personalmente no descend¨ªa del mono", no se sabe si otras personas s¨ª), pero han permitido que los creacionistas vuelvan a hacerse presentes en la escuela norteamericana, unas veces consiguiendo directamente la inclusi¨®n de sus textos en los programas oficiales, y otras sencillamente atemorizando a autores, editores o ense?antes, que evitan los temas considerados m¨¢s controvertidos, es decir, los que pueden suscitar reacciones de los fundamentalistas cristianos.
No es ¨¦ste, naturalmente, el ¨²nico ejemplo de invenci¨®n de una historia, y hasta de una ciencia, cuyo objetivo no es profundizar honradamente en el conocimiento, sino validar a toda costa una creencia preexistente. Ni es el m¨¢s cercano a nosotros y a nuestras preocupaciones, por m¨¢s que la fecha de hoy se preste a traerlo a colaci¨®n. Pero el procedimiento y la motivaci¨®n son id¨¦nticos cuando, en lugar de aplicarse a las realidades que pueden entrar en conflicto con determinadas maneras de entender la religi¨®n, se aplica a reconstruir la historia de pueblos o naciones o a explicar las diferencias entre razas, o a justificar cualquier otra convicci¨®n. ideol¨®gica que pueda ser confrontada con el desnudo testimonio de los hechos. Pr¨¢cticas que contribuyen a deformar la mentalidad de los j¨®venes, a que arraigue en ellos el irracionalismo y, a la postre, a convertirlos en ciudadanos intelectualmente deshonestos.
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