El Camp Nou santifica a Ronaldo
El Bar?a derrota al Valencia con tres goles del ariete brasile?o
Quien crea en Dios y sea del Bar?a dir¨¢ que Ronaldo es el Mes¨ªas del f¨²tbol. El ariete convirti¨® anoche el Camp Nou en el para¨ªso. La tierra prometida al hincha azulgrana. El brasile?o simplific¨® el juego de tal manera que convirti¨® en accesorio todo cuanto le rode¨®. No hay ant¨ªdoto contra Ronaldinho: Dir¨ªase hasta que quien ose tocarle se convertir¨¢ en estatua de sal. Tal es el aura que le protege que se impone contemplarle m¨¢s que marcarle. No es de este mundo, pues su figura es divina por simple oposici¨®n a lo que es humano.Ronaldo absolvi¨® al colectivo de Robson en el d¨¦cimo juicio, sumar¨ªsimo al que era sometido. Llega el grupo a cada partido como si fuera el fin del mundo y entonces emerge la m¨¢gnanimidad del ariete para redimir a los mortales. No atiende al paisaje y, sin embargo, resuelve siempre de acuerdo a las circunstancias. El Valencia puede dar fe de que al brasile?o le da igual la catadura del partido para dar su bendici¨®n.
Estaba el equipo de Luis dando la tabarra en el ombligo de la cancha. No hab¨ªa quien tomara aire. Una asfixia. Todos metidos en el mismo cuarto. Ronaldo se hart¨® de asomar la nariz y recul¨® para pintar la jugada en persona. Y all¨ª, donde nadie encontraba un agujero para salir a escape, se invent¨® el gol. Tom¨® el cuero, encar¨® el campo ajeno y; con un majestuoso cambio de ritmo, fue eliminando uno a uno hasta a tres zagueros para quedarse en un mano a mano con Zubizarreta que no admit¨ªa duda. Gol: 1-0.
Luego, un cuarto de hora largo despu¨¦s, justo cuando acab¨® el eco del primer tanto, se ofreci¨® a Figo en un desmarque y, en una galopada de 50 metros a campo abierto, nadie pudo echarle el lazo. La precisi¨®n de su remate adorn¨® una arrancada cargada de fuerza, velocidad, t¨¦cnica, y desde la misma distancia donde hab¨ªan fallado antes Givoanni y Figo, Ronaldinho puso el 2-0.
El eco de los goles del ariete fue tal que hasta el dibujo que hab¨ªa pintado Robson no admit¨ªa comparaci¨®n con el de Lu¨ªs. La simple lectura de la alineaci¨®n hab¨ªa dado a entender que el Bar?a tiraba de la manta hacia arriba pata cubrirse la cabeza jugaba Nadal a costa de Stoichkov. La disposici¨®n del colectivo sobre la cancha, sin embargo augur¨® lo contrario: los azulgrana actuaban con una l¨ªnea de tres atr¨¢s (Couto, Blanc y Nadal) para adelantar a los dos laterales (Luis Enrique y Sergi) que tapon¨® a los carrileros valencianistas. El Valencia se qued¨® sin brazos.
Ronaldo jugaba a sus anchas ante un adversario que, pese a sacar a Guardiola del partido con el marcaje de Karpin, se hab¨ªa suicidado regalando media cancha. Blanc tocaba, Giovanni y Figo acompasaban entre l¨ªneas y Ronaldo cantaba. Una delicia para los cul¨¦s. Hasta que despert¨® el Valencia. Luis llam¨® a cap¨ªtulo a sus futbolistas en el descanso, y el grupo forastero se remang¨® abriendo los flancos para dar profundidad y velocidad a sus dos puntas. Piojo L¨®pez alter¨® la pizarra de Robson emborron¨® en un cuarto de hora el juego de artista de Ronaldo.
Vio Ronaldinho que no hab¨ªa ni Bar?a ni equipo ni nada sino que s¨®lo jugaba el Valencia y decidi¨® acabar con la contienda con determinaci¨®n con la que abri¨® el partido. Cogi¨® el cuero y se abri¨® paso hasta meterlo dentro por narices. Uno, dos, tres, cuatro... Los rivales se fueron plegando a la carrera de Ronaldo: 3-2. Y entonces el Camp Nou se llen¨® de pa?uelos. Y ya nadie m¨¢s vio nada. Bueno, el Valencia, s¨ª. Ped¨ªa al ¨¢rbitro que retrasara la hora, como si ya fueran las 3 de la madrugada, cre¨ªa que pod¨ªa volver a empatar sin darse cuenta que entonces Ronaldo marcar¨ªa el cuarto. Y es que Ronaldinho no necesita a nadie para marcar. Quien crea en Dios dir¨¢ que es el Mes¨ªas.
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