El Madrid se estrella contra un muro
El Tenerife arranca un punto al m¨¢s puro estilo del 'catenaccio'
Un muro se puso frente al Madrid. El Tenerife se ech¨® a la trinchera y encontr¨® fortuna en un partido que sigui¨® una sola direcci¨®n hacia la porter¨ªa de Ojeda. El Madrid atac¨® con vehemencia, tuvo las pocas oportunidades que se concedieron en el encuentro y mereci¨® la victoria, aunque sea por una cierta consideraci¨®n moral hacia el que se expone en la batalla. Pero el Madrid cedi¨® sus primeros puntos en Chamartin y cede espacio al Bar?a. Malas noticias para el madridismo, que tambi¨¦n deber¨ªa preocuparse por el juego de su equipo. Con todo su voluntarismo, con su indudable b¨²squeda de la victoria, el Madrid no encontr¨® recursos suficientes para imponer su autoridad. Le falt¨® f¨²tbol, claridad y pausa.Un italiano contra el catenaccio. As¨ª se escribe la historia. Heynckes, que se gan¨® fama en el Athletic de entrenador sensible, ha perdido mucho cr¨¦dito. En Chamart¨ªn preparo un aparato defensivo en plan Maguregui, una red de defensas y marcajes individuales que deslegitima la tradici¨®n del Tenerife, un equipo que ten¨ªa un juego estimulante, de mentalidad liberal. Frente al Madrid tuvo la actitud cicatera de aquellos viejos equipos italianos que se olvidaban del partido para encastillarse en su ¨¢rea y esperar el golpe de fortuna en al contragolpe o en la desesperaci¨®n del contrario.
La disposici¨®n del Tenerife hacia el partido se advert¨ªa en una alineaci¨®n con cinco defensas y tres persecuciones al hombre. C¨¦sar G¨®mez se fue a por Suker, Ballesteros sigui¨® a Mijatovic y Llorente se ocup¨® de Ra¨²l. Iban con ellos de la manita, por cualquier parte del campo, despreocupados de cualquier otra cosa que la vigilancia de su hombre. El testo del equipo sali¨® a jugar con la misma mentalidad, todos preocupados de defender, de tapar, de esperar el final del chaparr¨®n. S¨®lo Jokanovic sali¨® con la cabeza alta del encuentro. En su posici¨®n de medio centro, Jokanovic actu¨® con estilo y criterio, pero el hombre era la excepci¨®n en su equipo.
El Madrid hizo todos los m¨¦ritos para ganar el encuentro. Llev¨® el mando de las operaciones desde el primer minuto hasta el ¨²ltimo.No le sobr¨® imaginaci¨®n y en varias fases pareci¨® excesivamente acelerado, un juego demasiado urgente que le resulta m¨¢s favorable para quitar que para pensar. Volvi¨® a ser un equipo febril en la recuperaci¨®n de la pelota. El m¨¦todo pasa por una presi¨®n sofocante y por la orden de detener al rival a toda costa. El Madrid cometi¨® 18 faltas en el primer tiempo, catorce de ellas en el medio campo, para vacunarse de la posibilidad de un contragolpe. Son eso que se llaman faltas, t¨¢cticas y que afean considerablemente los partidos, tan interrumpidos que el juego se convierte en algo extraordinariamente trabajoso.
Metido en prisas, el Madrid se vaci¨® en ataque con menos claridad de la necesaria, pero con una autoridad indiscutible sobre el Tenerife. Y nuevamente se puso en manosde la trinidad Ra¨²l-Suker-Mijatovic para resolver cualquier problema. Uno por uno tuvieron las ocasiones madridistas en el primer tiempo. Suker se aprovech¨® de un error de Ballesteros para medirse a Ojeda en el mano a mano, y en esta suerte el portero del Tenerife es alguien. Mediada la primera parte, Ra¨²l cabece¨® con limpieza contra el palo. Y poco despu¨¦s, Mijatovic envi¨® otro cabezazo al travesa?o.
Las condiciones del partido se mantuvieron en la segunda parte, pero apareci¨® el efecto de la fatiga en el Madrid y la escasa participa ci¨®n de los centrocampistas en el juego. Redondo apenas tuvo tras tendencia en el partido, Seedorf actu¨® con m¨¢s vitalidad que sabidur¨ªa y los dos exteriores -Ra¨²l y ?lvaro- no desequilibraron. El caso de Ra¨²l comienza a ser preocupante. Sus ¨²ltimos cuatro partidos han sido, decepcionantes, principalmente porque Ra¨²l comienza a padecer las consecuencias de su desnaturalizaci¨®n. Ra¨²l es un de lantero y en la banda izquierda payece un futbolista sufriente.
Entre las deficiencias en la gestaci¨®n y la fatiga, el Madrid tuvo que tirar de voluntarismo durante todo el segundo tiempo, que s¨®lo ofreci¨® una oportunidad a los locales. Fue Mijatovic, que hizo la misma que la noche de la Real: amag¨® una y dos veces hasta que encontr¨® siti¨® para el remate. Pero esta vez, el tiro sali¨® alto. No hubo m¨¢s. El resto se remiti¨® a un ase dio poco organizado, entre la desesperaci¨®n de los jugadores y del p¨²blico, que se com¨ªa los pu?os por el est¨¦ril ataque de su equipo y por las malas noticias que llegaban de Barcelona. El ¨²nico que no se contagi¨® de la ansiedad fue el Tenerife, que salv¨® los muebles con un f¨²tbol p¨¦simo y con poco estilo. Pero con el resultado con que sue?an todos los catenaccistas: cero a cero y sin partido. Qu¨¦ tristeza.
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