Los secretos de la torre

Una peque?a puerta de madera oculta entre los bancos de la capilla de San Pedro y presidida por los Santos Ni?os Justo y Pastor da acceso a la torre de la catedral de Alcal¨¢ de Henares (167.000 habitantes), un campanario sobrio, 62 metrosde l¨ªneas rectas, que fue construido, en 1527 por Gil de Honta?¨®n, arquitecto de la catedral de Salamanca. El obispado de Alcal¨¢ acaba de recibir 50 millones de pesetas de manos del Ministerio de Cultura para restaurarlo.Los unicos visitantes de la torre, cerrada a cal y canto a los ojos de los alcala¨ªnos, son las inquilinas de los siete nidos de cig¨¹e?a y los cientos de palomas que han provocado la ca¨ªda de alguna de las pizarras del tejado piramidal que remata la torre. Una de ellas cay¨® justo en el centro del claustro la pasada primavera.

El primer paso de la restauraci¨®n ha sido bajar los siete nidos de las zancudas asentados bajo el chapitel, todav¨ªa desh¨¢bitados; que se repondr¨¢n cuando terminen las obras. El segundo, retirar m¨¢s de una tonelada de excrementos de aves, da?idos tanto por su peso como por su capacidad corrosiva. Durante los tres pr¨®ximos meses los restauradores consolidar¨¢n el chapitel, rellenar¨¢n las grietas y limpiar¨¢n los muros de piedra.

La puerta, al girar, descubre la impresionante escalera que sube al campanario. Los 34 metros de piedras labradas para que encajen en una sobre otra, sin ning¨²n armaz¨®n que las una o sujete, semejan el espinazo de alg¨²n majestuoso monstruo en reposo. Las vueltas de la helicoide que forman los pelda?os ocultan al, gula que avanza delante, pero se le oye, batiendo palmas para asustar a las palomas que aletean entre los gruesos muros. Por otra puerta, a¨²n m¨¢s angosta, se accede al campanario.

Desde all¨ª se ve el artesonado, apuntalado tras la guerra -que no trat¨® bien a esa catedral- con gruesas vigas de hierro. Es el punto m¨¢s alto de la zona y eso lo convierte en un mirador ideal para divisar desde sus ocho ventanas el casco antiguo, su trazado, y sus c¨²pulas.

Por la esquina superior de uno de los arcos asoman las ramas de una higuera, otro de los enemigos de los monumentos. El aire y los p¨¢jaros depositan sus semillas en las ranuras de las piedras. Las higueras las horadan y desarrollan ra¨ªces de hasta 20 metros.

No conviene estar bajo uno de los arcos cuando empiezan a sonar las campanas so peligro de quedarse sordo. Son peque?as, de apenas cien kilos, y funcionan con un mecanismo de martillo el¨¦ctrico que le quita, toda solemnidad a su ta?er. Sue?an demasiado a met¨¢lico. El obispado quiere sustituirlas por otras m¨¢s parecidas a las originales, qu¨¦ pesaban m¨¢s de una tonelada y que, probablemente, acabaron sus d¨ªas convertidas en balas de ca?¨®n. Pero, de momento, no hay dinero.