Reflexiones sobre la visita de los brigadistas
En estos primeros d¨ªas de noviembre, Espa?a auspicia la visita de unos 400 o 450 veteranos de las Brigadas Internacionales, el 1% de los 40.000 miembros originales todav¨ªa vivos y con una salud lo bastante buena como para realizar el viaje desde su tierra natal (unos 30 pa¨ªses aproximadamente). Est¨¢n aqu¨ª en respuesta al reconocimiento que se les brind¨® hace exactamente un a?o, cuando las Cortes de la Monarqu¨ªa constitucional elegidas democr¨¢ticamente aprobaron por unanimidad ofrecerles la "ciudadan¨ªa espa?ola por carta de naturaleza".Complicaciones legales que deb¨ªan de ignorar los propios diputados est¨¢n retrasando los tr¨¢mites para la concesi¨®n de la ciudadan¨ªa, pero, no obstante, la intenci¨®n generosa de las Cortes y la gratitud de los brigadistas son evidentes. En el presente art¨ªculo me gustar¨ªa comentar los m¨²ltiples significados de su acci¨®n entre 1936 y 1938 y en las seis d¨¦cadas transcurridas desde la guerra civil espa?ola.
De los futuros voluntarios en el a?o 1936, s¨®lo unos cuantos latinoamericanos y franceses sab¨ªan realmente algo de Espa?a o se preocupaban por ella. Lo que s¨ª sab¨ªan es que una junta militar intentaba derrocar al Gobierno republicano legalmente elegido y que los reg¨ªmenes racistas y militaristas de la Italia fascista y de la Alemania nazi estaban enviando hombres y suministros a los generales rebeldes. Hablando desde un punto de vista ideol¨®gico, todos ellos eran antifascistas y creyentes precoces en la igualdad de las razas. Oliver Law fue el primer negro norteamericano elegido oficial por sus camaradas en una unidad militar estadounidense. La mayor¨ªa de los voluntarios cre¨ªa que el capitalismo deb¨ªa ser sustituido por alguna forma de propiedad y gesti¨®n colectivas de la econom¨ªa nacional, y entre un tercio y la mitad de ellos consideraban que la Rusia sovi¨¦tica ofrec¨ªa el mejor modelo para la sociedad colectiva deseada.
Su historia de amor con Espa?a empez¨® nada m¨¢s llegar. ?ltimamente he o¨ªdo a j¨®venes espa?oles manifestar, al comentar la pel¨ªcula Tierra y libertad, su incredulidad respecto a la camarader¨ªa instant¨¢nea en los trenes y en las calles entre milicianos catalanes y aragoneses y trabajadores y estudiantes europeos y del hemisferio occidental; e incredulidad tambi¨¦n ante la escena en la cual los soldados y los habitantes de los pueblos discuten sobre si deben distribuir las tierras confiscadas entre las familias de campesinos o colectivizarlas.
Los j¨®venes espa?oles de hoy viven en una sociedad muy pragm¨¢tica, muy centrada en el dinero, en la que esa clase de idealismo desinteresado parece, en efecto, incre¨ªble. Pero en 1936 la confianza instant¨¢nea en el hombre y la solidaridad desinteresada eran caracter¨ªsticas comunes de las clases trabajadoras, en especial si estaban influidas por las doctrinas socialistas y anarquistas. De hecho, muchos de los brigadistas proced¨ªan de familias de clase media y rechazaban conscientemente lo que consideraban caracter¨ªsticas mezquinas y ego¨ªstas de la sociedad "burguesa". De hecho, se enamoraron de esos gestos de afecto y solidaridad espont¨¢neos que experimentaron en una Espa?a en la que la psicolog¨ªa del c¨¢lculo del inter¨¦s privado no estaba tan generalizada como en los pa¨ªses m¨¢s industrializados de Europa del norte y el mundo anglosaj¨®n.
Si analizamos los aspectos pr¨¢cticos de su experiencia en Espa?a, los voluntarios, al igual que toda la poblaci¨®n de la zona republicana, tuvieron que decidir c¨®mo se sent¨ªan respecto a la influencia creciente de los comunistas. Como aspecto positivo, la Uni¨®n Sovi¨¦tica era el ¨²nico pa¨ªs que vend¨ªa armas al Gobierno legal y civil. Era la ¨²nica naci¨®n poderosa partidaria de una alianza defensiva entre las democracias occidentales y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, una alianza que podr¨ªa haberse anticipado a la II Guerra Mundial. En Espa?a, la mayor¨ªa de los l¨ªderes militares y administrativos m¨¢s capaces proced¨ªan de las filas del Partido Comunista, en r¨¢pida expansi¨®n. Pero en el lado negativo, el precio de la ayuda de Stalin era que sus agentes purgaran a los que ¨¦l designara como sus enemigos trotskistas. Los brigadistas estaban amargamente divididos entre aquellos que compart¨ªan la definici¨®n que hac¨ªa Stalin del trotskismo y otras desviaciones, y los que sufr¨ªan en silencio por temor a que un criticismo abierto pudiera poner en peligro la ¨²nica fuente de suministros externos para la Rep¨²blica.
Entre una cuarta y una tercera parte de los 40.000 voluntarios internacionales murieron en Espa?a. Varios miles m¨¢s lucharon durante la II Guerra Mundial en las resistencias francesa e italiana y en las Fuerzas Armadas sovi¨¦ticas, brit¨¢nicas y estadounidenses. En los a?os transcurridos desde la II Guerra Mundial, sus nombres han salido con frecuencia a colaci¨®n en relaci¨®n con causas claramente asociadas con su compromiso original antifascista en Espa?a. Un pu?ado de ellos fueron v¨ªctimas de las purgas de Stalin en el este de Europa en 1948 y en 1949. Y tras la muerte de Stalin, los brigadistas polacos y h¨²ngaros destacaron en 1956 en los esfuerzos realizados para introducir de nuevo la libertad pol¨ªtica y reformar la econom¨ªa centralizada de su pa¨ªs, bajo dominio sovi¨¦tico. En 1968 se significaron durante la Primavera de Praga, el intento, encabezado por Alexander Dubcek, de introducir "el socialismo con rostro humano".
Tambi¨¦n se mostraron activos en la Yugoslavia que, entre 1948 y 1980, experiment¨® con diversas formas de autogesti¨®n del trabajador e intent¨®, aunque sin ¨¦xito, establecer un sistema federal que satisficiera las demandas de descentralizaci¨®n sin caer en un torbellino de nacionalismos enfrentados. En general, en los pa¨ªses occidentales, sus compromisos pol¨ªticos segu¨ªan inscribi¨¦ndose en la izquierda marxista y antiimperialista. Se opon¨ªan a la guerra en Vietnam y al imperialismo norteamericano en Latinoam¨¦rica. Se inclinaban a favor de la Cuba de Castro, tanto para defender a un vecino pePasa a la p¨¢gina siguiente
Reflexiones sobre la visita de los brigadistas
Viene de la p¨¢gina anteriorque?o contra un abus¨®n grande como para defender una dictadura comunista; en algunos casos, tambi¨¦n con la vana ilusi¨®n de que el r¨¦gimen de Castro fuera menos dogm¨¢tico que los reg¨ªmenes de Europa del Este. Recaudaron dinero para ambulancias y proyectos de viviendas en Nicaragua durante la d¨¦cada sandinista. Se distinguieron en las protestas contra las matanzas de la CIA en Am¨¦rica Central y Chile y expresaron su oposici¨®n al adiestramiento en Fort Benning de torturadores policiales latinoamericanos mucho antes de que se reconociera p¨²blicamente la existencia de ese proyecto del Ej¨¦rcito de Estados Unidos.
Por supuesto, es dif¨ªcil generalizar sobre la trayectoria pol¨ªtica de miles de hombres muy individualistas. Pero me parece que pueden distinguirse unos cuantos temas generales a lo largo de estos sesenta a?os. Empezaron como antifascistas que o bien aprobaban activamente, o bien aceptaban como un hecho vital la influencia dominante del Partido Comunista oficial (estalinista). Despu¨¦s de Espa?a, el denominador com¨²n de su participaci¨®n pol¨ªtica puede describirse como un socialismo flexible sin anticomunismo: los movimientos de resistencia durante la Il Guerra Mundial, los esfuerzos de reforma dentro del mundo sovi¨¦tico y de la Yugoslavia del mariscal Tito, el beneficio de la duda concedido a Vietnam del Norte, a la Cuba de Castro y a la Nicaragua sandinista, al menos en relaci¨®n con el imperialismo norteamericano. Y en lo que respecta a Espa?a, la enorme satisfacci¨®n de que a la larga dictadura franquista le sucediera la democracia pol¨ªtica. es historiador.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.