No les ha gustado
ALGUNAS PERSONAS influyentes llevan a?os advirtiendo que ser¨¢ injusta cualquier resoluci¨®n de los tribunales sobre el caso GAL que no coincida con la condena dictada, seg¨²n ellos, por la opini¨®n p¨²blica contra Felipe Gonz¨¢lez. Es l¨®gico que esas personas, que celebraron la definici¨®n de los GAL como terrorismo de bodeguilla, se muestren insatisfechas con la resoluci¨®n adoptada ayer por el Supremo. Sin embargo, las mismas razones por las que resulta rechazable la pretensi¨®n de combatir el terrorismo con expeditivos m¨¦todos de guerra sucia proh¨ªben administrar justicia con m¨¦todos igualmente expeditivos, que supriman o relativicen las garant¨ªas procesales de posibles inculpados.Lo peor de muchos comentarios deslizados ayer por personas aparentemente informadas en tertulias radiof¨®nicas y otros medios es que, por mucho que invoquen el Estado de derecho, alimentan la espont¨¢nea inclinaci¨®n hacia lo simple y cortante. Esa demagogia implica la renuncia a explicar a la gente que las cosas del derecho no son tan sencillas como parecen; que la verdad jur¨ªdica es la que los tribunales establecen, y que s¨®lo la aparici¨®n de nuevas pruebas podr¨ªa modificar lo establecido por el Supremo.
La cosa empez¨® mal cuando nada menos que el fiscal general del Estado difund¨ªa, con la vista del Supremo ya iniciada, una penosa nota en la que, por si acaso, ven¨ªa a advertir que haber aceptado la posici¨®n un¨¢nime de la Junta de Fiscales, contraria a llamar a declarar a Gonz¨¢lez, no significaba que ¨¦l mismo compartiera ese criterio. Con buena voluntad puede admitirse que tal vez quiso decir que, si bien hab¨ªa estado en contra del criterio de no llamar a Gonz¨¢lez cuando se expres¨® por primera vez, hace un a?o, coincid¨ªa con la Junta en que no hab¨ªa nuevos datos que justificaran modificar dicha resoluci¨®n en el nuevo pronunciamiento del pasado d¨ªa 30. Pero lo verdaderamente significativo es que se sintiera obligado a difundir tan ins¨®lita nota, que s¨®lo puede interpretarse como la respuesta a las conminatorias advertencias que se le hab¨ªan dirigido desde algunos medios de comunicaci¨®n. Advertencia de la responsabilidad que contraer¨ªa si no obedec¨ªa sus instrucciones.
El portavoz de justicia del PP en el Congreso de los Diputados tampoco tuvo ayer su mejor momento de lucidez al decir, aludiendo al "contexto pol¨ªtico" en que el tribunal hab¨ªa tenido que pronunciarse, que no hab¨ªa sido un d¨ªa "feliz para la justicia en Espa?a". Es evidente que el Tribunal Supremo ha estado presionado pol¨ªticamente, pero al portavoz del PP le habr¨ªa bastado ver las portadas de algunos peri¨®dicos del mismo lunes para precisar en qu¨¦ sentido y desde qu¨¦ trincheras. Sus advertencias han comenzado a aplicarse, y ya ayer se trazaba una frontera de la dignidad entre los magistrados que hab¨ªan votado a favor y los que lo hab¨ªan hecho en contra de que Gonz¨¢lez fuera llamado a declarar como imputado.
La precisi¨®n del fiscal general de que la resoluci¨®n del Supremo no impedir¨ªa que Gonz¨¢lez pudiera ser llamado a declarar en el futuro pretend¨ªa ser pedag¨®gica: "Son matices no conocidos por la ciudadan¨ªa", dijo. Por supuesto que el caso GAL contin¨²a, y que si aparecen nuevos indicios o pruebas fehacientes de su participaci¨®n, Gonz¨¢lez podr¨¢ ser llamado, e incluso inculpado. Pero s¨®lo si aparecen. Esos indicios podr¨ªan ser la declaraci¨®n de alg¨²n imputado cualificado, como Barrionuevo, o la aparici¨®n de alg¨²n documento con valor probatorio. Lo primero fue ayer descartado por el ya procesado ex ministro del Interior, que reiter¨® que nunca caer¨¢ en tal "infamia". Lo segundo parece poco probable. Las autorizaciones para realizar acciones de guerra sucia no suelen impartirse por escrito, y el valor probatorio de documentos como la llamada acta fundacional de los GAL es m¨¢s bien nulo. Si, pese a ello, est¨¢ justificada la inquietud con que muchos ciudadanos siguen contemplando el asunto es porque, al margen de la actuaci¨®n judicial, ni Gonz¨¢lez ni nadie ha ofrecido una hip¨®tesis alternativa m¨ªnimamente plausible a la de sus acusadores. Y tambi¨¦n porque nadie consigue se?alar a los verdaderos asesinos, que siguen ocultos en las sombras de tanto sumario enmara?ado.
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