De lo que se dice de Ruanda s¨®lo es cierta su tragedia
De todo cuanto oyen y leen los europeos sobre Ruanda, lo ¨²nico que es rigurosamente cierto es la tragedia de su poblaci¨®n. El resto est¨¢ contaminado por una ignorancia casi total. Para enderezar los entuertos hay que empezar por decir que el conflicto que azota al coraz¨®n geogr¨¢fico de ?frica no es ¨¦tnico, racial ni tribal. Quienes definen a los hutus y tutsis como dos tribus, dos etnias enfrentadas, no saben lo que dicen. Los tutsis, que llegaron a Ruanda y a Burundi hace cientos de a?os, seguramente de alg¨²n lugar de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga o de Etiop¨ªa, son, utilizando la terminolog¨ªa conocida en Espa?a, la "casta de hidalgos", los arist¨®cratas, mientras que los hutus forman la casta de los pobres, de los campesinos. Los tutsis eran, de siempre, los propietarios de grandes reba?os, mientras que los hutus eran labradores. Se trata, pues, de una estructura social m¨¢s similar a la de la India que a la que enfrenta a distintas etnias en diferentes partes del mundo; por ejemplo, en la ex Yugoslavia.Los tutsis y los hutus, divididos en castas, convivieron, mal que bien, en Ruanda (y en Burundi) durante varios siglos, formando una sociedad bien organizada de tipo feudal. Los primeros s¨ªntomas de un conflicto enconado aparecieron en los a?os sesenta, cuando ?frica, reci¨¦n salida del colonialismo, conoci¨® el comienzo de la gran explosi¨®n demogr¨¢fica, que sigue siendo su tal¨®n de Aquiles. La regi¨®n de los Grandes Lagos es la parte de ?frica m¨¢s densamente poblada. All¨ª lo esencial es la tierra, y el conflicto entre los tutsis ganaderos y los hutus labradores es un conflicto por la tierra, porque de ella depende la subsistencia de la casta, y tanto m¨¢s en una zona donde la superficie de la tierra de utilidad agr¨ªcola, dadas las condiciones clim¨¢ticas que imperan en el tr¨®pico, con sus abundantes lluvias, se reduce incesantemente. La explosi¨®n demogr¨¢fica coincidi¨® con la lucha de clases por la tierra y con la crisis, muy dram¨¢tica, de las estructuras de los Estados africanos que nacieron de la lucha por la liberaci¨®n nacional y la independencia del colonialismo. Hemos sido testigos del desmoronamiento de Estados como Somalia, Liberia y Chad; de la guerra civil que destruye sistem¨¢ticamente Angola y de la que, a lo largo de 30 a?os, ya ha dividido en dos partes a Sud¨¢n. Esa crisis de las estructuras del Estado se manifest¨® tambi¨¦n en el ?frica de los Grandes Lagos, es decir, Ruanda, Burundi y la parte oriental de Zaire. Esa regi¨®n de Africa, muy alejada de los centros civilizadores y del mar, "descubierta" para Europa apenas en el a?o 1899, sufre un subdesarrollo singular. Las sociedades que la habitan han conservado hasta hoy sus anacr¨®nicas estructuras porque no tuvieron posibilidad alguna de evolucionar hacia la modernidad.
Los colonialistas -primero los alemanes y luego los belgas- siempre aprovecharon las divergencias existentes en Ruanda entre los tutsis y los hutus para gobrnar con m¨¢s facilidad. Incluso, cuando concedieron la independencia al pa¨ªs, siguieron tratando de ser los ¨¢rbitros supremos y perpetuar as¨ª su dominaci¨®n.
Ese plan no dio resultados en Ruanda, porque los hutus labradores -en las sangrientas luchas de los a?os sesenta- defenestraron del poder, sin contar con los belgas, a los tutsis hidalgos, cosa que no sucedi¨® en la vecina Burundi, donde los tutsi mantuvieron su poder. All¨ª la casta tutsi se militariz¨® y sojuzg¨® sin problema alguno a los hutus. Mientras tanto en Ruanda se impusieron los hutus-labradores y miles de tutsis arist¨®cratas tuvieron que huir del pa¨ªs para salvar la vida. Huyeron a Uganda, a Burundi y a Zaire, y reiniciaron all¨ª su vida en condiciones de gran penuria, en campamentos de refugiados. Sin embargo, jam¨¢s dejaron de so?ar con el regreso a la patria que hab¨ªan perdido, cosa que imped¨ªan los hutus en el poder. Pero el deseo de retomo era tan fuerte que dio vida a un gran movimiento guerrillero. Ya en los a?os setenta surgieron muy fuertes destacamentos en Uganda que planeaban invadir Ruanda para acabar con el r¨¦gimen de los hutus y recuperar el poder.
En 1985 los tutsis que s¨¦ encontraban en Uganda se unieron a la oposici¨®n armada local y conquistaron el poder para el actual presidente Yoveri Museveni. Los tutsis ruandeses que combatieron en Uganda, forjados como experimentados militares en muchas batallas, llegaron a la conclusi¨®n de que hab¨ªa llegado el momento de iniciar la reconquista del poder, se llenaron de coraje y decidieron invadir Ruanda para conseguir al fin el tan a?orado retrno a su pa¨ªs. La invasi¨®n de los tutsis exiliados en Uganda comenz¨® en 1990. Su gran sueno era retomar a sus tierras. Fue as¨ª como declararon la guerra a un cacique terriblemente sanguinario, el entonces presidente de Ruanda, Juvenil Habariyama, de la casta hutu. Nada lo hubiese salvado de no haber sido por la ayuda que le prest¨® el Gobiemo de Francia. Es verdad que la intervenci¨®n armada francesa a favor del r¨¦gimen militar de Habariyama no consigui¨® derrotar a los tutsis, pero s¨ª logr¨® con tener su avance, y Ruanda qued¨®, en la pr¨¢ctica, partida en dos, una controlada por el Frente de Liberaci¨®n de Ruanda, integrado por los refugiados y exiliados tutsis que, deseando volver a su pa¨ªs, hab¨ªan entrado desde Uganda, y la otra controlada por el r¨¦gimen del hutu Habariyama.
A partir de entonces, los hutus, apoyados por los franceses que incluso adiestraron a escuadrones de la rnuerte, se prepararon para acabar de una vez por todas con los tutsis. El r¨¦gimen hutu elabor¨® listas muy detalladas con los nombres y domicilios de las v¨ªctimas tutsis y esperaba con impaciencia el momento m¨¢s oportuno para entrar en acci¨®n.
A principios de abril de 1994 fue abatido el avi¨®n en el que viajaba el presidente ruand¨¦s Habariyama, y aquel suceso fue la tan esperada se?al para comenzar la indiscriminada matanza. Comenz¨® entonces un exterminio sistem¨¢tico de los tutsis que dur¨® tres meses enteros y que seg¨® la vida, seg¨²n se calcula, de varios cientoss de miles de personas en lo que ha sido calificada por muchos como una de las mayores hecatombes de la segunda mitad del siglo XX. Como se pod¨ªa esperar, los tutsis no se quedaron con los brazos cruzados. Las unidades armadas de los tutsis, que ya controlaban parte de Ruanda, iniciaron la ofensiva contra los hutus, los desalojaron de Kigali y conquistaron el poder. Conozco personalmente a Paul Kagame, viceprimer ministro del nuevo Gobierno tutsi ruand¨¦s y ministro de Defensa, y puedo asegurar que es un hombre bien preparado, joven y muy din¨¢mico que
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