El ministro bisagra
Josep Piquer logra con su pol¨¦mica gesti¨®n ser algo m¨¢s que el ?nico miembro catal¨¢n del Gobierno
Esta misma semana, el ministro de Industria, Josep Piqu¨¦, ha vuelto a protagonizar un episodio de declaraciones atrevidas, el cierre de Hunosa en el a?o 2002, posteriormente matizadas y finalmente olvidadas con el argumento de que se trataba de una "interpretaci¨®n period¨ªstica". Un caso que se suma a otros anteriores referidos al sector el¨¦ctrico o al calendario de privatizaciones. ?Qu¨¦ empuja a Piqu¨¦ a realizar en ocasiones afirmaciones radicales que luego debe reconsiderar? La duda es si este tira y afloja revela un error de c¨¢lculo o por el contrario es una estrategia consciente para encarar futuras negociaciones en las mejores condiciones posibles. Varios sindicalistas, y alg¨²n ex ministro del mismo ramo que ahora dirige Josep Piqu¨¦, conocen este m¨¦todo especial de negociaci¨®n, que el personaje aplic¨® con ocasi¨®n de la crisis de Ercros y sobre, cuya eficacia pueden dar testimonio. Quienes conocen al ministro aseguran que la audacia de sus declaraciones significa que apuesta por ganarse su continuidad en el gabinete. Al optar por no cubrir el expediente, lo que implicar¨ªa ejercer s¨®lo de "ministro catal¨¢n", ha tenido que definir un perfil m¨¢s arriesgado y casi propagand¨ªstico para el Ministerio de Industria, algo que le est¨¢ granjeando cierta animadversi¨®n entre los hist¨®ricos populares que a¨²n no han acabado de aceptar el nombramiento de alguien ajeno a las filas del partido. Esa orientaci¨®n tambi¨¦n est¨¢ siendo recibida con actitud cuando menos esc¨¦ptica por el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, quien no dud¨® en, hacer comentarios favorables cuando Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar le anunci¨® su intenci¨®n de nombrar a Josep Piqu¨¦, pero que tras el mordisco definitivo de ENDESA en el mapa el¨¦ctrico catal¨¢n o en la OPA sobre Fecsa, comienza a mirarle con cierta distancia.
Lo cierto es que Piqu¨¦ no fue bien recibido desde ¨¦l primer d¨ªa por el n¨²cleo de nuevos ministro populares m¨¢s pr¨®ximo a Jose Mar¨ªa Aznar. Se estren¨® defendiendo como un espadach¨ªn las competencias del Ministerio de Industria, que el vicepresidente segundo y ministro de Econom¨ªa, Rodrigo Rato, quer¨ªa laminar con la excusa de centralizar el control del gasto.
El forcejeo con Rato para que Industria no fuera una c¨¢scara vac¨ªa, algo as¨ª como un Ministerio sin cartera que cumpliera exclusivamente la funci¨®n de escaparate del acuerdo con los nacionalistas, tuvo como protagonista destacado al diputado democristiano catal¨¢n Josep S¨¢nchez Llibre. Este encarn¨® la figura del hombre de paz que advirti¨® a la c¨²pula del nuevo Gobierno, desde Aznar al ministro de Administraciones P¨²blicas, Mariano Rajoy, de lo contraproducente que ser¨ªa aplicar al Ministerio esa especie de decreto de Nueva Planta, que hab¨ªa dise?ado Rato.
Este primer episodio defini¨® gr¨¢ficamente la peculiar posici¨®n de Piqu¨¦ en el Gobierno. Formalmente es independiente y ha sido nombrado por Aznar. Pero es ministro por su proximidad a los nacionalistas catalanes, a los que Aznar envi¨® as¨ª un gui?o de complicidad tras el pacto de investidura. Al tiempo, los nacionalistas, a los que no disgusta presumir de ministro amigo, no quieren ni o¨ªr hablar de aparecer como socios del Gobierno, pero deben acudir en ayuda de Piqu¨¦ cuando hay problemas. Sin duda se trata de una situaci¨®n id¨®nea para los equilibristas, y en la que el protagonista debe ir descubriendo sus apoyos sobre la marcha. El nombramiento de Piqu¨¦ fue acogido con extra?eza por propios y ajenos. Aunque su expediente t¨¦cnico no ofrec¨ªa problemas -hab¨ªa sido director general de Industria de la Generalitat, adonde hab¨ªa llegado desde el servicio de estudios de La Caixa y presidente de Ercr¨®s- el pol¨ªtico era bien diferente. Pr¨®ximo, por la v¨ªa de los hechos, al nacionalismo, a Piqu¨¦ s¨®lo se le conoci¨® un carn¨¦, el del Partido Socialista Unificado de Catalu?a (PSUC). Su visi¨®n tan to de la ideolog¨ªa como de la composici¨®n del n¨²cleo dirigente del PP estaba te?ida de oscuros tonos cr¨ªticos. De forma rec¨ªproca, desde el otro lado, el de los populares confeccionando su lista de ministros, tampoco parec¨ªa probable que pudieran pensar en alguien con el expediente de Piqu¨¦. ?C¨®mo fue posible entonces la operaci¨®n que llev¨® a Piqu¨¦ al Ministerio?
La explicaci¨®n se encuentra entre las peque?as an¨¦cdotas que jalonan el camino de Aznar a la Moncloa. La tradicional preocupaci¨®n del ahora presidente del Gobierno por la debilidad de su partido en Catalu?a se trastoc¨® en perplejidad un d¨ªa de primavera de 1995, cuando un encuentro cuidadosamente preparado con el C¨ªrculo de Econom¨ªa, un foro de debate empresarial catal¨¢n en el que conviven las m¨¢s variadas corrientes, se sald¨® con un fracaso sin paliativos. Aznar, que durante la cena con la junta del C¨ªrculo posterior a su conferencia hab¨ªa intentado romper el hielo explicando chistes con dudoso acierto, sac¨® entonces la conclusi¨®n de que necesitaba conectar con alguien que le abriera las puertas del sector m¨¢s ilustrado del empresariado catal¨¢n.
El cazatalentos elegido para esa misi¨®n especial fue un amigo ¨ªntimo del presidente del Gobierno y que ahora es presidente de Telef¨®nica, Juan Villalonga. Durante el verano del a?o pasado, Villalonga y Piqu¨¦ se conocieron y se descubrieron. A partir de entonces, Piqu¨¦ asumi¨® desde su posici¨®n como presidente del C¨ªrculo de Econom¨ªa el papel de mediador entre los dirigentes del Partido Popular y Jordi Pujol, papel que alcanz¨® el estrellato durante que alcanzo el estrellato durante las negociaciones para el pacto entre populares y nacionalistas que permiti¨® la investidura de Aznar como presidente del Gobierno. Esa intervenci¨®n s¨®lo estuvo en entredicho cuando comenz¨® a circular el rumor sobre su posible nombramiento para un cargo de responsabilidad en el nuevo Gobierno. La elecci¨®n de Piqu¨¦ quedaba as¨ª fuera de la ¨®rbita de Rato, una sombra que desde entonces ha estado presente en todos los momentos importantes. Tras el episodio de las competencias ministeriales, que oblig¨® a Piqu¨¦ a dejar algunas por el camino, vino el del control de las privatizaciones, que acab¨® centralizando el Ministerio de Econom¨ªa y Hacienda. Y as¨ª llegamos al m¨¢s reciente, el de las ofertas p¨²blicas de ENDESA para la adquisici¨®n de acciones de las compa?¨ªas Fecsa y Sevillana. Un proyecto fervorosamente impulsado por Piqu¨¦, pero para el que tuvo que conseguir la aquiescencia de Rato, quien en su calidad de hombre fuerte del consejo de privatizaciones, organismo que dirigi¨® el dise?o de las OPAS, tuvo la ¨²ltima palabra pol¨ªtica. Con la ventaja a?adida para este ¨²ltimo de que Piqu¨¦ fue quien hizo frente a las cr¨ªticas que suscit¨® esta operaci¨®n.
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