Intolerancia
Ahora resulta que el Vaticano ha decidido suspender su ro?osa aportaci¨®n de 260.000 pesetas a la Unicef (organismo de la ONU para la defensa de la infancia), porque dicen que promueven la regulaci¨®n de la natalidad en el Tercer Mundo. Por m¨ª el Vaticano se puede merendar su m¨ªsera limosna: una instituci¨®n tan reaccionaria no merece colaborar con una entidad internacional tan prestigiosa.
Cada d¨ªa que pasa la Iglesia cat¨®lica oficial se va alejando m¨¢s y m¨¢s de la realidad del mundo, de la compasi¨®n y del sustancial sentido humanitario del cristianismo cl¨¢sico. Se dir¨ªa que est¨¢n teniendo envidia del resurgir de los integristas isl¨¢micos y que pretenden competir con ellos en intolerancia. Y as¨ª, cada d¨ªa que pasa se agranda el abismo entre el poder eclesi¨¢stico y la verdadera espiritualidad. Para m¨ª la religi¨®n aut¨¦ntica son los misioneros maristas de Zaire, heroicos y admirables; o esas monjas que cuidan enfermos con abnegaci¨®n an¨®nima; o las innumerables personas que sienten honestamente dentro de s¨ª el sobrecogimiento ante el misterio. Pero todo esto no tiene nada que ver con la petrificada Iglesia oficial.
Cada a?o mueren millones de ni?os en el mundo de hambre y de miseria, y los expertos coinciden en se?alar que la planificaci¨®n familiar es el paso fundamental para poder escapar del horror y la pobreza planetarios: esto es una obviedad l¨®gica y una verdad cient¨ªfica tan irrefutable como el hecho de que la Tierra gira en tomo al Sol. Pero la Iglesia quem¨® vivos durante siglos a quienes sostuvieron el heliocentrismo, y tal vez tarde ahora trescientos a?os en admitir los atiticonceptivos, con el coste de infinito dolor que esa actitud conlleva. Qu¨¦ incapacidad para entender y socorrer al pr¨®jimo: para m¨ª eso no es religi¨®n, sino poder, un poder que sojuzga y tiraniza.
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