En memoria de Maximino Romero de Lema

Cuando, ante una inexorable muerte pr¨®xima, volaba de Roma a Santiago con el prop¨®sito de despedirse de la vida mortal y ser inhumado en su tierra, ha fallecido Maximino Romero de Lema, sacerdote. Hab¨ªa sido obispo en Espa?a, arzobispo en Roma, secretario de la Congregaci¨®n del Clero, tantas cosas m¨¢s. Pero yo estoy seguro de que al recordarle tras su muerte, ¨¦l hubiera preferido que se hiciera uniendo a su nombre esta sola palabra: sacerdote. Como Gregorio Mara?¨®n cuando, en vida, decidi¨® que su esquela mortuoria se limitase a decir: "Gregorio Mara?¨®n y Posadillo. M¨¦dico".Para ser sacerdote, no para ser obispo, renunci¨® al brillante porvenir que le ofrec¨ªa su reciente licenciatura en Derecho y -una entre las "vocaciones tard¨ªas" de aquellos a?os- sinti¨® irrevocablemente la que en ¨¦l era m¨¢s profunda y pas¨® de jurisperito a seminarista, sin duda con el ¨¢nimo de llevar a la Iglesia, en la medida de sus fuerzas, el mundo secular de que era parte. Durante los a?os en que tanto por razones estrictamente religiosas como por razones puramente humanas hab¨ªa que salir de aquella alianza poder-altar que los espa?oles llamamos nacionalcatolicismo, Maximino Romero de Lema, a quien Pablo VI quiso y no pudo nombrar arzobispo de Santiago, en esa empresa colabor¨® silenciosamente. Como, no silenciosamente, de manera tan eficaz lo hizo el cardenal Taranc¨®n. Certeramente se ha dicho de ¨¦l que "fue liberal frente a los integristas, moderado frente a los radicales y pensador frente a los agitadores". As¨ª, hasta su muerte; primero, en Espa?a; luego, en Roma, y por fin, entre Roma y Espa?a.

Sean o no sean cat¨®licos, bien merece, creo yo, el agradecido recuerdo de los espa?oles para quienes la palabra "libertad" no es palabra vana.