El hombre que reclamo sus propios genes
John Moore, un ciudadano estadounidense, ha alcanzado la inmortalidad. No se trata de que disfrute de una longevidad a toda prueba; ni siquiera de que se haya vuelto invulnerable al envejecimiento. No. Lo que se ha inmortalizado es un linaje celular originario del bazo de Moore, que le fuera extra¨ªdo en 1978, y cuyas c¨¦lulas han sido cultivadas y patentadas por su m¨¦dico, estando hoy a disposici¨®n de quien quiera pagar por ellas.?Qu¨¦ valor pueden tener dichas c¨¦lulas? Muy alto, habida cuenta que Moore padec¨ªa una rara forma de leucemia causada por un exceso extraordinario de prote¨ªnas -interfer¨®n e interluquin- secretadas por su bazo. De ah¨ª la relevancia de los genes del ¨®rgano para la investigaci¨®n; tanta que el laboratorio suizo Sandoz ha desarrollado un medicamento a partir de las c¨¦lulas patentadas por su m¨¦dico.
Moore reclam¨® los derechos de propiedad correspondientes. La Corte Suprema de California le dio la raz¨®n sobre la base de que su m¨¦dico no le hab¨ªa advertido de las posibles derivaciones econ¨®micas de sus genes; fijando con ello el criterio, al menos en ese Estado, de condicionar la explotaci¨®n del material gen¨¦tico al consentimiento del individuo. Semejante pauta constituye la excepci¨®n y no la regla. En la pr¨¢ctica, cientos de muestras de sangre de individuos de las m¨¢s variadas etnias son extra¨ªdas sin contrapartida en los eventuales beneficios derivados de la patente del material gen¨¦tico obtenido.
Grandes multinacionales
Ello ha dado pie a la acusaci¨®n lanzada contra cient¨ªficos y multinacionales del Norte de practicar un nuevo "expolio" del Tercer Mundo, formulada por ONG y pa¨ªses en, desarrollo. "El sistema de patentes de los productos de la biotecnolog¨ªa beneficia s¨®lo a la industria representada por las grandes multinacionales, siendo sumamente injusto para los pa¨ªses del Tercer Mundo, poseedores de la mayor parte de la riqueza gen¨¦tica mundial", se?alan fuentes de Adena-WWF.
La propuesta de Directiva comunitaria en tr¨¢mite nada dice de este punto, quedando la obtenci¨®n de la materia viva humana librada a la buena voluntad de las empresas y a la capacidad negociadora de los poseedores de los genes.
Una v¨ªa de solventar la cuesti¨®n la sugiere el Convenio de Biodiversidad firmado en la Cumbre de R¨ªo, donde se consagra el derecho de los pa¨ªses en desarrollo a una compensaci¨®n por el usufructo de sus recursos gen¨¦ticos; la UE ha suscrito ese tratado. La Directiva comunitaria en discusi¨®n le ofrece una buena ocasi¨®n para honrarlo.
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