Compa?ero fiel del hombre moderno

Este hombre sabio es un pensador razonable. Su discurso es manso, sensato y, como todo lo razonable, siempre dispuesto a dejarse interpelar y dar razones. No es la suya una palabra violenta, aunque, eso s¨ª, siempre en tensi¨®n, en la encrucijada de la filosof¨ªa, la psicolog¨ªa, la teolog¨ªa y la ling¨¹¨ªstica.De joven se entusiasm¨® con la llamada filosof¨ªa reflexiva y por ah¨ª anda, sacando partido a los libros y a una larga vida que ha conocido el existencialismo de Saint Germain, los campos de concentraci¨®n, el mayo del 68 y la pereza posterior. De todas esas experiencias ha salido fortalecido, sin duda porque las ha vivido intensamente, en el l¨ªmite de la racionalidad: mirando de frente al mal, al desaf¨ªo de los deseos, a la interpretaci¨®n de lo oculto.

Ricoeur no se somete a la autoridad de lo evidente, por eso busca los s¨ªmbolos del mal y la plusval¨ªa de los signos. "All¨ª donde alguien sue?a, profetiza o hace versos, all¨ª", dice, "surge alguien para desentra?ar el sentido". El int¨¦rprete reconstruye la trama oculta de la realidad -sobre todo la historia dolorosa para dar a cada cosa concreta su valor real.

Dif¨ªcilmente encontrar¨¢ el hombre moderno un acompa?ante tan fiel como Ricoeur. Este austero protestante sabe que ese hombre sufre de una triple herida: la que le propin¨® Cop¨¦rnico, al retirarle del centro del universo; la de Darwin, al remitirle al reino animal; la de Freud, al decirle que ni siquiera era se?or de su psique. Pero, en lugar de dejarle abandonado a su suerte, le ha ense?ado c¨®mo hacer de la necesidad virtud mediante el oficio de la interpretaci¨®n.

A quienes le acusan de eclecticismo les ha dado una respuesta oportuna: "no creo que la filosof¨ªa lo sea todo en la vida. Hay, adem¨¢s, que saber amar".