"La novela de sof¨¢ est¨¢ agotada"
La sospecha estaba ah¨ª, en el mismo t¨ªtulo de la novela: Una comedia ligera (Se¨ªx Barral), la ¨²ltima de Eduardo Mendoza. Sospecha, de gato encerrado, de que no fuera tan ligera como la pinta. Es cierto que la obra est¨¢ protagonizada por un comedi¨®grafo de escaso peso intelectual y social, un tal Carlos Prull¨¤s, autor de un delirante vodevil de muertos en el armario y tartajas apolillados titulado Arrivederci, pollo, durante cuyos ensayos transcurre la acci¨®n. Es cierto que la intriga policiaca se va liando progresivamente hasta un hilarante paroxismo no ajeno a Tom Sharpe. Es cierto tambi¨¦n que te tronchas cada dos por trescon nombres de personajes tan bordados corno Marichuli Mercadal, una pija con ganas de marcha y sentimiento de culpa, o don Lorenzo Verdugones, un jerifalte franquista de bigotito fino que habla de "la ancha geograf¨ªa espa?ola". Es cierto todo
ello, y mucho m¨¢s: los gui?os se suceden a ritmo vertiginoso, agarran al lector por el pescuezo en la p¨¢gina 1 y ya no lo sueltan hasta la 383.
Pero el resultado no es una comedia ligera, como subrepticiamente querr¨ªa dar a entender el t¨ªtulo -?ah, los t¨ªtulos...! A Mendoza le cuestan un calvario cada vez que ha de ponerlos, nunca los tiene claros hasta mucho despu¨¦s de concluir sus originales-, sino nada m¨¢s y nada menos que la
conclusi¨®n de un ciclo, una trilog¨ªa que se inici¨® con La verdad sobre el caso Savolta (1975), tuvo su culminaci¨®n con La ciudad de los prodigios (1986) y entona su personal arrivederci, pollo con esta supuesta comedia ligera. "No volver¨¦ a hacer memoria de Barcelona, quiero dar carpetazo a este ciclo. Si volviera a escribir novela s¨¦ que tendr¨ªa que hacerlo de otra manera. La novela posmoderna se ha acabado, para m¨ª y para todo el mundo".
Atenci¨®n, lectores de Mendoza. El escritor ha dicho textualmente "si volviera a escribir novela". Y lo ha dicho con profunda, inquietante determinaci¨®n. Est¨¢ cansado, es cierto. Ayer acababa de volver de Nueva York adonde
hab¨ªa huido para escapar de las tribulaciones de la promoci¨®n, y se somet¨ªa a una dura rueda de entrevistas. A¨²n llevaba el jet lag puesto, hab¨ªa dormido poco, Barajas a las siete de la ma?ana le hab¨ªa parecido un espect¨¢culo salido de la m¨¢s s¨®rdida
posguerra ("estamos volviendo a la ¨¦poca del funcionario que rellena la quiniela y te hace callar dici¨¦ndote que los fallos son cosas del servicio"). Y debe de estar cansado, exhausto, tambi¨¦n desde el punto de vista literario: el parto de esta supuesta comedia ligera ha sido largo: 10 a?os. En el ¨ªnterin, y con materiales de esa misma ¨¦poca que ya estaba utilizando, escribi¨® El a?o del diluvio (Seix Barral, 1992). Pero es que la cosa no acaba ah¨ª: al final de la novela, el co-
medi¨®grafo Prull¨¤s se confiesa consciente de que ese verano, el de los ensayos de Arrivederci, pollo, ha sido el ¨²ltimo de su juventud: sospecha, pues, de que este cansancio es m¨¢s metaf¨ªsico que el simple jet lag. Atenci¨®n, lectores de Mendoza.
"Ese verano de la novela es el del 48, concretamente el mes de agosto del 48. Es un,momento de cambio cualitativo en la posguerra. En Espa?a algunos empiezan a vivir bien, a so?ar con Hollywood. En la navidad de 1947, se estren¨® Gilda, Franco dio su autorizaci¨®n, incluso intent¨® que viniera Rita Hayworth para impulsar Cinespa?a, la canci¨®n Amado m¨ªo tuvo un ¨¦xito extraordinario. Es el momento en que la mujer empieza a perfilarse como algo terrible, una amenaza, un camino de pecado que encarnan actrices como Bette Davis y Olivia de Havilland. Todo esto se acabar¨¢ en los sesenta. Pero yo a¨²n recuerdo ese momento de incertidumbre: veraneaba de peque?o en El Masnou [cerca de Barcelona: como Prull¨¤s en la novela] y las mujeres llevaban albornoz bajo los toldos de la playa".
"Los a?os cuarenta configuran una ¨¦poca tan lejana para nosotros como el siglo XVIII. As¨ª como del momento entre las dos grandes exposiciones barcelonesas [1888-1929, el periodo narrado en La ciudad de los prodigios] hay una memoria muy viva de la ciudad, con el modernismo como gran referente simb¨®lico y visual, de la posguerra apenas hab¨ªa nada. Bueno, es cierto que tenemos una literatura can¨®nica de ese periodo:
la de los perdedores, la escrita por Mars¨¦ y rodada por Berlanga. Pero yo quer¨ªa prescindir de es versi¨®n, o dar una versi¨®n complementaria: la de aquellos que, sin ser culpables de guerra, aceptaron confortablemente la situaci¨®n. La Catalu?a actual es en muy buen parte, m¨¢s de lo que se dice, hija de esa aceptaci¨®n".
"A finales de los cuarenta hab¨ªa empezado una cierta apertura. Se hab¨ªa hecho algo de teatro e catal¨¢n, alg¨²n Guimer¨¢, el Orfe¨® Catal¨¤ ofrec¨ªa conciertos. En es momento se hab¨ªa ya escenificado incluso un Sartre, Huis clos [1943], que caus¨® sensaci¨®n y dio par cuatro o cinco n¨²meros del semanario Destino. Luego vinieron Beckett, Ionesco, Tennessee Williams. Lo recuerdo bien porque tengo viva la imagen de mi padre diciendo: "Me estoy haciendo mayor, todo esto no lo entiendo". [En Una comedia ligera, Prull¨¤s oye repetir que su Arrivederci, pollo est¨¢ superada, lo
que viene ahora es La n¨¢usea, de Sartre -que, por cierto, no es una obra de teatro: licencia del escritor].
"La verdad es que el t¨ªtulo Arrivederci, pollo me sali¨® muy pronto y pens¨¦ que ten¨ªa que escribir una novela alrededor de ¨¦l [la iron¨ªa y el nonsense que no cesen]. Hay t¨ªtulos reales de ese momento buen¨ªsimos. Recuerdo uno de Antonio Paso que consegu¨ª y envi¨¦ a Manolo V¨¢zquez Montalb¨¢n: Esos rojillos". "Pero, como dec¨ªa,
toda esta recuperaci¨®n de g¨¦nero est¨¢ acabada, ya no dar¨¢ m¨¢s de s¨ª. Si en un momento represent¨® la renovaci¨®n, ahora ser¨ªa una pura continuaci¨®n t¨¦cnica, vac¨ªa de contenido. Esta ¨¦poca literaria est¨¢ acabada. Por eso no pienso en una pr¨®xima novela: quiero dedicarme a pensar qu¨¦ pasa, retirarme de la narraci¨®n".
"Todo lo narrativo se ha vuelto fr¨ªvolo. Este juicio no implica una consideraci¨®n moral, sino simplemente literaria: lo que no plantee problemas importantes no es viable literariamente. Nosotros [su generaci¨®n] tuvimos que reinstaurar el placer de la lectura y por eso hubo que recorrer a la narraci¨®n, al di¨¢logo, a la aventura. Eso ya se hizo, y se acab¨®. Ahora ya no puedo leer ni escribir: `La marquesa sali¨® de su casa a las cinco".
"?Que por qu¨¦? Puede que sea un problema m¨ªo, de edad, aunque no creo. Hoy interesan m¨¢s la biograf¨ªa, el ensayo, la filosof¨ªa. El ¨¦xito de El mundo de Sof¨ªa o de los libros de Umberto Eco va por ah¨ª. La gente quiere leer para aprender cosas, quiere lectura de codos. Y si no llega a Vattimo o a Heidegger, se conforma con El mundo de Sof¨ªa. En definitiva: la novela de sof¨¢ est¨¢ acabada".
"?Salidas? Veo una en el teatro [en 1990 Mendoza estren¨® para la escena Restauraci¨®, luego traducida al castellano]. El teatro est¨¢ ganando terreno, las administraciones invierten en ¨¦l de manera desmesurada: en Barcelona hay en marcha tres megaobras p¨²blicas: el Teatre Nacional, el nuevo Institut del Teatre y el nuevo Lliure. El di¨¢logo de la intelligentsia ha cambiado de bar: ahora la gente ya no se re¨²ne alrededor del libro de lectura. Hubo un momento en que ese papel lo asumi¨® el cine, pero creo que ahora se ha transformado en mero espect¨¢culo, comedia ligera, algo pasado de vueltas. La televisi¨®n ha sido un fracaso: en Estados Unidos tienes acceso a 70 canales libres y ya no ves nada, no puedes ver nada. La televisi¨®n es un muerto sin voluntad, un zombie: hablan se?oras y se?ores, pero nadie les escucha, porque todos est¨¢n haciendo zapping".
"En cambio, para ir al teatro hay que tomar una decisi¨®n, comprar las entradas, a veces con mucha antelaci¨®n -en Nueva York esto es espectacular-. Creo que es muy importante que la obra
pase en el momento en que la ve el espectador, como un concierto [Mendoza frecuenta las temporadas musicales]. Es todo lo contrario a un partido de f¨²tbol diferido, que no tiene ning¨²n sentido. Escribir para la escena es gratificante
porque la obra va haci¨¦ndose, construy¨¦ndose mientras se ensaya. Tengo ya un par de obras teatrales escritas. Y no renuncio a completar Arrivederci, pollo".
Eduardo Mendoza se ha cansado de narrar, de novelar. Maragall anuncia que no se presentar¨¢ a la alcald¨ªa, Roca ha dejado la escena pol¨ªtica. Y el Madrid ya es l¨ªder. Quiz¨¢ haya empezado otro tipo de posguerra. Ya s¨®lo cabe esperar que Arrivederci. pollo nos la haga m¨¢s ligera.
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