Pol¨ªtica y comunicaci¨®n
Los cr¨ªticos de la cultura de masas nos han puesto en guardia sobre el doble fen¨®meno de la mundializaci¨®n de la comunicaci¨®n y la cultura y su dependencia sustancial del capital privado, con el uso sectario que esto podr¨ªa entra?ar. ?sta es la descripci¨®n de un hecho preocupante, como todo lo nuevo. Y es un tema de debate necesario. Pero adem¨¢s, han generado entre la opini¨®n ilustrada tales anticuerpos contra la comunicaci¨®n y la cultura de masas que la explicaci¨®n del fen¨®meno y la predicci¨®n de su evoluci¨®n est¨¢n muy sesgados hacia la simple defensa: tenemos, en general, una actitud ultradefensiva ante el nuevo mundo de la comunicaci¨®n, sobre todo en su vertiente pol¨ªticocultural. Por otra parte, a tal comunicaci¨®n masiva (a la televisi¨®n, sobre todo) se le puede imputar toda clase de efectos y hacerla depositaria de todos los d¨¦ficit sociales: as¨ª, a pesar de esos horrores que se le atribuyen, la comunicaci¨®n masiva es tranquilizadora porque sirve de basurero moral que nos vac¨ªa de responsabilidades.La cr¨ªtica a los medios masivos cumple as¨ª la funci¨®n relajante de localizar al aut¨¦ntico enemigo. Y en este panorama cr¨ªtico-exculpatorio nadie hace caso a los estudios cient¨ªficos sobre el tema, aunque s¨ª tengan repercusi¨®n p¨²blica (por su car¨¢cter instrumental para subrayar el mensaje del horror televisivo) algunos congresos sectoriales de diversos colectivos, cuyo desconocimiento del tema en su vertiente cient¨ªfico-metodol¨®gica m¨¢s rigurosa es tan fuerte como su osad¨ªa para hablar de ¨¦l: as¨ª, los ni?os sufren graves patolog¨ªas ps¨ªquicas a causa de los medios de comunicaci¨®n, lo mismo que los adultos, impulsados por estos medios a toda clase de desmanes. Todo menos consultar la bibliograf¨ªa cient¨ªfica al uso. Y aun relativizando el valor del trabajo cient¨ªfico-positivo, ¨¦ste sigue siendo el mejor punto de apoyo para seguir investigando sobre cualquier cosa.
Pero hay otra cuesti¨®n lamentable: el tiempo que se nos va en lamentaciones no es recuperable en tiempo de conocimiento. Y los cient¨ªficos sociales hemos perdido mucho tiempo en lamentaciones, como pla?ideras alrededor del catafalco del viejo mundo, en cuyo funeral a¨²n seguimos. Como ciudadano privado me siento muy a gusto en ese viejo mundo que cuido con todo mi ¨¢nimo regresivo en los rincones del alma y de la casa en que a¨²n perdura. Pero como analista social, que adem¨¢s cobra de la ciudadan¨ªa por describir y predecir, no me siento con fuerzas para perpetuar el funeral y el llanto.
Desde esta posici¨®n, que quisiera ser progresiva y fundada, me atrevo a llamar la atenci¨®n sobre esa intersecci¨®n entre medios de masas y actividad pol¨ªtica, intersecci¨®n en la que se est¨¢ produciendo un cambio que algunos consideran sencillamente inevitable e irreversible, otros, preocupante y algunos, democr¨¢ticamente insoportable. Todos tienen raz¨®n, porque ¨¦sos son los perfiles m¨¢s inmediatos del fen¨®meno de la comunicaci¨®n masiva al servicio de la pol¨ªtica y/o, lo que es m¨¢s inquietante a¨²n, de la pol¨ªtica al servicio de la comunicaci¨®n de masas.
El cambio en curso consiste, esencialmente, en que el mensaje pol¨ªtico se debe adaptar a los usos y costumbres de la ret¨®rica de los medios. Esto, que siempre fue as¨ª, tiene hoy relevancia porque los medios de comunicaci¨®n son -ahora s¨ª- de masas y, por tanto, han multiplicado hasta el infinito su presencia y su capacidad de influencia social. Y si bien es cierto que todo eso de la violencia y la televisi¨®n es, en su formulaci¨®n habitual, rotundamente falso, no es menos cierto que los medios en general y la televisi¨®n en particular est¨¢n propiciando cambios sustanciales en la cultura humana. El m¨¢s importante quiz¨¢, porque ata?e a la representaci¨®n democr¨¢tica de la voluntad de la ciudadan¨ªa, es el de la adaptaci¨®n de la pol¨ªtica al servicio de los medios de comunicaci¨®n.
Tal adaptaci¨®n se traduce en diversas cosas observables por cualquiera que haya conocido algo del viejo mundo. Mi generaci¨®n y las anteriores ten¨ªamos un pie, o los dos, en el viejo mundo, y quiz¨¢ por eso, como generaciones-puente, podemos detectar novedades con m¨¢s facilidad que estos j¨®venes bebedores de calimocho y cerveza tibia que pueblan el presente m¨¢s estricto. Los analistas han llamado seudo-acontecimientos a todos aquellos que se realizan pensando en los medios de comunicaci¨®n: existen porque existen los medios y nada m¨¢s. Son las declaraciones de los pol¨ªticos, las ruedas de prensa, la misma estructura declarativa de los comunicados corporativos, e incluso (y sobre todo) las ideas. Una parte de las ideas pol¨ªticas que fluyen por los medios de comunicaci¨®n est¨¢n pensadas para esos medios y sus usos ret¨®ricos. Las ideolog¨ªas se van estrechando, adelgazando, simplificando en esas ret¨®ricas, y el pensamiento complejo, y los matices sustanciales, y todo lo que ha constituido el pensamiento pol¨ªtico hist¨®rico, va desapareciendo de la escena p¨²blica. Tambi¨¦n de la privada: los libros se van haciendo as¨ª de sencillos as¨ª de rotundos. A¨²n existe un contrapunto a todo esto en instituciones como la universidad, cuya esencia es lo cient¨ªfico, que es complejo por definici¨®n, y en el esfuerzo privado de quienes gustan de circunloquios y matices. Pero algo est¨¢ cambiando en el discurso p¨²blico y en sus consecuencias sociales. ?Es bueno, malo o regular que esto sea as¨ª? ?Es eventual o definitivo?
Quiero pensar que, siendo irreversibles estos cambios, no son necesariamente malos. Quiz¨¢ s¨®lo se trate de cambios lit¨²rgicos que s¨®lo modifican aspectos secundarios de la representaci¨®n dram¨¢tico-social. Pero, para que sean definitivamente buenas estas transformaciones en la comunicaci¨®n pol¨ªtica p¨²blica, deben ocurrir otros progresos paralelos en el control social de los medios que permitan los matices que la comunicaci¨®n partidaria no permite. Instituciones como el defensor del lector o las cartas al director buscan (y encuentran) ese calor del matiz y la cr¨ªtica, y conspiran contra lo pol¨ªticamente correcto, que no es otra cosa que la presi¨®n normativa de la comunicaci¨®n autoritaria. Pero estas instituciones que realimentan a los medios con la voz popular son a¨²n es
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casas. La desaparici¨®n de los programas de debate pol¨ªticocultural en las televisiones va en la l¨ªnea de la simplificaci¨®n general del discurso p¨²blico, y es en la televisi¨®n en donde m¨¢s n¨ªtido se puede observar el fen¨®meno de la intersecci¨®n medios / pol¨ªtica. Tambi¨¦n en la radio, aunque aqu¨ª los mecanismos de realimentaci¨®n con que cuentan los oyentes sean bastante eficaces para compensar la simplificaci¨®n del discurso. Todos estos fen¨®menos dibujan un mundo nuevo que debe ser ineludiblemente estudiado y analizado, no s¨®lo condenado. Habr¨¢ que negar esa vocaci¨®n excesivamente clerical de las ciencias sociales y aceptar que ellos, los marcianos, ya est¨¢n aqu¨ª, con radios por orejas, televisores por ojos y peri¨®dicos por lengua. Y traen un ordenador en la espalda baja. Son gentuza, como todos los invasores, pero acabar¨¢n cas¨¢ndose con nuestras chicas y nuestros chicos, y nos har¨¢n abuelos. Y, sustancialmente, todo ser¨¢ igual. Esto es lo peor de todo cambio.
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