El jefe de la fuerza internacional de paz en el este de Zaire dice que ya no es necesaria
El general canadiense Maurice Baril, comandante de la inexistente fuerza internacional en el este de Zaire, dijo ayer, por primera vez, que ¨¦sta quiz¨¢ ya no sea necesaria, pues las organizaciones humanitarias pueden trabajar con m¨¢s libertad y el n¨²mero de refugiados que regresan es reducido. Baril pudo viajar hasta Masisi, cerca del frente de Walikale. Los banyamulenges (tutsis zaire?os) siempre han rechazado la idea de una fuerza multinacional, por temor a que ¨¦sta sea utilizada -como en otras ocasiones en Katanga- en favor del presidente de Zaire, Mobutu Sese Seko.
Los rebeldes banyamulenges aseguraron ayer que un coronel zaire?o y 300 soldados hab¨ªan desertado del Ej¨¦rcito y se hab¨ªan unido a la revuelta. Sin embargo, la crisis est¨¢ lejos de su final. Ahora, contin¨²a en Ruanda, un pa¨ªs que tras acoger hace tres semanas a 700.000 refugiados procedentes de Zaire se dispone ahora a recibir otros 450.000 de Tanzania, desde donde ya est¨¢n empezando a llegar, aunque con cuentagotas. "Si la comunidad internacional quiere evitar otra explosi¨®n en la regi¨®n de los Grandes Lagos, debe ayudarnos ahora", dice C¨¦lestin Kayitare, principal consejero del ministro ruand¨¦s de Sanidad. "Los problemas no han desaparecido, aunque haya pasado la emergencia de los refugiados. Ruanda necesita proyectos de desarrollo,construcci¨®n de viviendas, de sistemas de agua potable o agr¨ªcolas". "Ruanda es una naci¨®n desbordada", como la define un diplom¨¢tico espa?ol. Con una extensi¨®n de 26.338 kil¨®metros cuadrados (algo m¨¢s que la Comunidad Valenciana) y una poblaci¨®n de m¨¢s de siete millones de personas, el principal problema es la superpoblaci¨®n -271 habitantes por kil¨®metro cuadrado- y la escasez de terreno cultivable. "Las mismas causas que condujeron al genocidio de 1994 [en el que fueron asesinadas casi un mill¨®n de personas] siguen presentes", asegura una fuente occidental.
Cuando muchos son culpables, no hay culpables. As¨ª, al parecer, lo ha entendido el Gobierno ruand¨¦s, controlado por los tutsis, pero con mayor¨ªa de ministros hutus moderados. Los gestos conciliatorios hacia los refugiados se suceden. Las noticias de detenciones son insignificantes. "Los hutus que regresan a su pa¨ªs vuelven con la losa de la responsabilidad compartida del genocidio. Eso da un margen de tiempo", dice la fuente occidental. "El ¨¦xito de toda reconciliaci¨®n se basa en la econom¨ªa", asegura Kayitare. "Si somos capaces de desarrollar el pa¨ªs, el genocidio no ser¨¢ un asunto de futuro".
La primera necesidad son miles de casas. La gran mayor¨ªa de los refugiados tiene la suya. Los 700.000 tutsis que regresaron del exilio ugand¨¦s hace dos a?os -expulsados tras la independencia- y que ocuparon y adecentaron las viviendas vac¨ªas las deben dejar por orden gubernamental. Ellos son el punto d¨¦bil. Hay mucho miedo en ambas comunidades. Los hutus vinculados en distinto grado al genocidio de 1994 temen represalias en sus comunas (aldeas) de origen. Los tutsis, en los casos en los que son minor¨ªa en las aldeas donde hay un elevado n¨²mero de retornados, piensan que ¨¦stos completar¨¢n ahora el genocidio. "Es de vital importancia poner en marcha el sistema productivo del pa¨ªs, dar trabajo a toda esta gente", dice un funcionario de la Uni¨®n Europea.
Ruanda es monodependiente, casi en un 90%, del caf¨¦, el t¨¦ y el banano. Productos sujetos a bruscas fluctuaciones de precios. "El caf¨¦ tiene un problema de torrefacci¨®n", se?ala un experto. "Y la industria del t¨¦ exige una gran inversi¨®n". La persistencia de los interhamwes (milicias hutus radicales) y la falta de resultados del Tribunal Internacional creado por la ONU para perseguir a los genocidas es un obst¨¢culo grave. As¨ª como la guerra civil larvada de Burundi, alma gemela de Ruanda. La crisis, a pesar de que Baril vea que ya no hacen falta tropas, dista mucho de haberse resuelto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.