La formaci¨®n como garant¨ªa de futuro
La educaci¨®n, en un sentido amplio que comprende todos los niveles de ense?anza, incluido el universitario y el de postgrado, la investigaci¨®n y el desarrollo tecnol¨®gico, y la formaci¨®n en todas sus modalidades, es una actividad que posee, a la vez, los rasgos asociados normalmente a la inversi¨®n productiva y al gasto social. En efecto, hoy en d¨ªa resulta ya evidente que la posesi¨®n de materias primas o de una posici¨®n geoestrat¨¦gica no juega el mismo papel que en un pasado todav¨ªa reciente. La innovaci¨®n y la extensi¨®n mundial de los intercambios hace que, ante una crisis de materias primas, por ejemplo, se pongan en funcionamiento procedimientos de sustituci¨®n que permiten preservar la actividad productiva en condiciones cambiantes. Los medios de comunicaci¨®n y transporte, por otra parte, permiten hacer abstracci¨®n de muchos de los factores geogr¨¢ficos y territoriales cruciales hasta hace bien poco.La materia prima fundamental en las sociedades modernas es algo m¨¢s inmaterial Consiste en una serie de procedimientos de creaci¨®n, transmisi¨®n y aplicaci¨®n del conocimiento, vivos en la estructura organizativa de esas sociedades y en las capacidades de sus ciudadanos, es decir, depende precisamente de la eficacia de ese sistema de ense?anza en sentido amplio. Son numerosos los ejemplos de pa¨ªses mal dotados en energ¨ªa o en otros recursos naturales, pero que han sabido poner en valor sus destrezas en los procesos de innovaci¨®n, mientras que son tambi¨¦n numerosos los ejemplos de pa¨ªses ricos en una o varias materias primas, consideradas fundamentales, que han dilapidado r¨¢pidamente los ingresos obtenidos por falta de preparaci¨®n, o se han visto fuera de la escena econ¨®mica mundial cuando sus recursos se han agotado, o se han encontrado materiales de sustituci¨®n m¨¢s baratos o adecuados. La idea, pues, de que la educaci¨®n y la investigaci¨®n son una verdadera inversi¨®n para el futuro parece fuera de duda. Concretamente para nuestro pa¨ªs, todos los estudios realizados por agencias internacionales acerca de las limitaciones estrat¨¦gicas a nuestro despegue econ¨®mico coinciden en se?alar las deficiencias en comunicaciones y en educaci¨®n como las decisivas. Nuestro desempe?o como sociedad depende as¨ª en gran medida de la formaci¨®n de nuestros j¨®venes.
Pero, al tiempo, no hay procedimiento m¨¢s seguro y duradero de promover la permeabilidad y la integraci¨®n social que una buena educaci¨®n. Las personas de cierta edad recordar¨¢n c¨®mo para las familias modestas en Espa?a hasta hace poco, normalmente deficitarias en formaci¨®n, general y profesional, la educaci¨®n de los j¨®venes era considerada como la ¨²nica esperanza de progreso social, Esa educaci¨®n, cuya falta se percib¨ªa como dificultad insuperable para prosperar, era el ¨²nico instrumento de promoci¨®n a su alcance, y todos los esfuerzos parec¨ªan poca cosa si con ellos las nuevas generaciones ten¨ªan un mejor nivel de ense?anza. Hoy en que, afortunadamente, la educaci¨®n es un derecho cuya aplicaci¨®n tiene una extensi¨®n sin precedentes en nuestro pa¨ªs, todo eso tiende a olvidarse, como tiende a olvidarse que las diferencias en nivel educativo ven¨ªan, a coincidir, y a realimentar, las enormes diferencias sociales existentes. Sin duda, la extensi¨®n de la ense?anza universitaria a ampl¨ªsimos sectores de la poblaci¨®n juvenil ha devaluado comparativamente su valor de cambio. Y no porque en el pasado los titulados universitarios tuvieran, por t¨¦rmino medio, un nivel superior a los de hoy, sino porque su escasez num¨¦rica y su procedencia social les aseguraba un puesto de trabajo seguro y bien remunerado, lo que hoy, como todo el mundo sabe, no es el caso. A¨²n as¨ª, y en contra de lo que con frecuencia se afirma, es m¨¢s f¨¢cil encontrar trabajo, y un trabajo con mayores perspectivas de continuidad, cuanto mejor sea la f¨®rmaci¨®n adquirida.
Todos los pa¨ªses, incluidos los de tradici¨®n m¨¢s liberal, consideran que la ense?anza es, adem¨¢s, responsabilidad del Estado, de modo que el sector p¨²blico debe asegurar un nivel adecuado y las inversiones necesarias, independientemente de que la iniciativa privada act¨²e tambi¨¦n en este campo. Algo que contrasta con el abandono en que se ha visto casi siempre la ense?anza p¨²blica en nuestro pa¨ªs, con escasas y poco duraderas excepciones. Hasta el punto de que la ense?anza p¨²blica ha sido tradicional¨ªnente en Espa?a sin¨®nimo de ense?anza de ¨ªnfima calidad, reservada a los pobres, mientras que los que pod¨ªan permit¨ªrselo llevaban a sus hijos a instituciones privadas, algunas laicas, la mayor¨ªa religiosas. De nuevo, el cambio espectacular operado a lo largo de los ¨²ltimos a?os gracias al cual, y a pesar de todas las deficiencias, la ense?anza p¨²blica ha experimentado una formidable mejora, puede hacernos olvidar este hecho.
De todas formas ese esfuerzo, demasiado sujeto a los vaivenes de la coyuntura econ¨®mica y poco firme en comparaci¨®n con otros compromisos sociales, no ha podido contrarrestar la herencia del pasado, y no ha sido suficiente para llevamos a una situaci¨®n comparable a la de quienes han acumulado capital educativo durante muchas generaciones. No se puede superar un desfase hist¨®rico en unos pocos anos, y esa evidencia nos pone ante la necesidad de tener que seguir apostando, durante mucho tiempo todav¨ªa y de un modo permanente, por la mejora de nuestro sistema de educaci¨®n-investig¨¢ci¨®n. Es respecto de ese desaf¨ªo abierto, clave a la hora de definir nuestro proyecto de sociedad, como hay que juzgar la actitud de gobiernos y p¨²blico.
Lo primero que llama la atenci¨®n, si se acepta que la educaci¨®n es uno de los factores que m¨¢s influencia tendr¨¢n en nuestro futuro, es la ausencia del tema educativo en los medios de comunicaci¨®n, en las discusiones presupuestarias, en las campa?as electorales y, en general, en la preocupaci¨®n de pol¨ªticos y medios. El esfuerzo sostenido hasta 1991 aproximadamente, incluso con fases de estancamiento econ¨®mico, ha cambiado el aspecto de nuestra educaci¨®n sin suscitar mayor atenci¨®n, al menos en apariencia, aunque hay motivos para creer que ese cambio forma parte de un fondo de satisfacci¨®n de los ciudadanos por algunos de los procesos m¨¢s genuinamente asociados a la democracia. Pero el estancamiento posterior y la disminuci¨®n de recursos aplicados a ese cap¨ªtulo tampoco ha suscitado mayor preocupaci¨®n, al menos, de nuevo, en apariencia. En estos momentos, la pol¨ªtica que vaya a seguir el nuevo Gobierno en cuanto a los medios que habr¨¢n de destinarse a cubrir los gastos de ense?anza, o a los planes de reforma de su organizaci¨®n, contenidos y objetivos, pasan relativamente desapercibidos en medio de otras prioridades pol¨ªticas y medi¨¢ticas m¨¢s escabrosas, sin duda, pero de mucho menor calado.
Lo que podemos deducir de los escasos pronunciamientos p¨²blicos de nuestras autoridades es m¨¢s bien preocupante, tanto en lo que se refiere a la ense?an za y la investigaci¨®n en general como a la ense?anza p¨²blica en particular, pero no parece existir el ambiente necesario como para que se inicie una discusi¨®n rigurosa sobre sus proyectos educativos y cient¨ªficos. Parece, no obstante, que empieza a manifestar se un cierto malestar en la comunidad educativa, incluyendo no s¨®lo a profesores y alumnos, sino tambi¨¦n a las familias afectadas, que son casi todas. Seguramente una parte de ese malestar responde a cuestiones m¨¢s bien coyunturales, como el impacto de la implantaci¨®n de la ESO sobre algunos peque?os n¨²cleos de poblaci¨®n, o de mayor amplitud en sus efectos aunque esperemos que tambi¨¦n coyunturales, como la congelaci¨®n salarial de los funcionarios. Pero es probable que contribuyan tambi¨¦n a ese malestar incipiente preocupaciones acerca de la adecuaci¨®n de nuestro sistema educativo y cient¨ªfico a los tiempos que corren, o a la percepci¨®n. de que los cambios en los planes de estudio universitario o en la reordenaci¨®n de la ense?anza pre-universitaria seguramente necesitar¨ªan de reflexi¨®n y nuevas decisiones a la vista de la experiencia acumulada en su aplicaci¨®n, o a la incertidumbre sobre los compromisos presupuestarios para los pr¨®ximos a?os. Lo importante, a mi juicio, es asegurarse de que esa naciente preocupaci¨®n social se aprovechar¨¢ para iniciar un debate p¨²blico acerca de lo que nuestro pa¨ªs piensa y el esfuerzo que est¨¢ dispuesto a hacer para garantizar un progreso sostenido en educaci¨®n, ¨²nica receta para no quedarnos definitivamente al margen en la competici¨®n con pa¨ªses mejor avisados.
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