Hopkins: "Picasso me dio la pasi¨®n de vivir"
El actor gal¨¦s presenta en Madrid su ¨²ltima pel¨ªcula, 'Sobrevivir a Picasso'
"Antes sol¨ªa decir que, para interpretar, me limitaba a aprender el gui¨®n y soltarlo. Pero algo de lo que estoy haciendo se filtra hasta mi subconsciente, se vuelve parte de m¨ª y se queda para el resto de mi vida. Al menos, as¨ª lo espero". Lo que a sir Anthony Hopkins le ha quedado despu¨¦s de incorporar a Picasso es, seg¨²n sus propias palabras, la pasi¨®n de vivir: "Esa necesidad de devorarla, esa urgencia de expresarse". Acerca de la visi¨®n -no precisamente cari?osa- que Sobrevivir Picasso, dirigida por James Ivory, aporta a la comprensi¨®n del artista malague?o, Hopkins insiste en que ¨¦l se ha limitado a hacer su papel. Es la visi¨®n de Fran?oise Gilot, dice, en todo caso, a?ade, que pidan responsabilidades al productor y al director.
Hopkins ofreci¨® ayer apenas 15 minutos de su tiempo a los fot¨®grafos, y una hora exacta a los periodistas, convocados a una rueda de prensa en el Ritz madrile?o. No fue mucho, pero fue provechoso. Mientras le esper¨¢bamos, al pie de la escalinata adornada con motivos de Navidad, cada cual se preguntaba cu¨¢l de los Hopkins se dispon¨ªa a aparecer. Algunos refinados clientes del hotel, curiosos, aguardaban al sir. Tambi¨¦n pod¨ªa ocurrir que compareciera el pat¨¦tico mayordomo de Lo que queda del d¨ªa, o Hannibal el Can¨ªbal, relami¨¦ndose despu¨¦s de haberse merendado, con el t¨¦, a una condesa. ?Y por qu¨¦ no el grosero y contundente profesor de Dr¨¢cula, el compasivo doctor de El hombre elefante o el melanc¨®lico catedr¨¢tico de Tierra de penumbras, a quien la vida despierta de su culto letargo ofreci¨¦ndole un amor marcado por la muerte?Ninguno de ellos baj¨® hasta nosotros. Lo hizo un hombre de mediana edad, vestido sin estridencia, de tremendos ojos azules y cabeza orgullosa, de sonrisa t¨ªmida. Era ¨¦l, Tony Hopkins: 60 a?os escasos, un gal¨¦s que trabaj¨® en una factor¨ªa de acero en su juventud y que ha llegado a lo m¨¢s alto.
Era s¨®lo ¨¦l quien bajaba por la escalera, y eran todos. Los personajes que ha representado y los que vendr¨¢n en el futuro, porque, aunque dice que cada vez que hace una pel¨ªcula se plantea la jubilaci¨®n, el impulso se le pasa en pocas semanas. En realidad es un adicto al trabajo, a la vida, y quiz¨¢ por eso cada vez reside menos en Londres y m¨¢s en California. Al natural, Hopkins es sumamente amable. Tanto, que convierte en inteligentes, por la sabidur¨ªa de sus respuestas, las m¨¢s idiotas preguntas.
Reinventar al personaje
Encantado con el doblaje al castellano y al italiano -"tuve que darle a mi ingl¨¦s un acento continental; el ingl¨¦s, que es muy bello, no sirve para el romanticismo. Ojal¨¢ hubiera podido interpretar a mi Picasso en castellano, o en italiano o franc¨¦s, al rnenos"-, insiste en que lo ¨²nico que puede hacer un actor cuando se enfrenta a un personaje que ha existido es, despu¨¦s de elaborar una composici¨®n para parecerse a ¨¦l lo m¨¢s posible, dentro de las limitaciones, reinventarle. "Reinvent¨¦ a Picasso como el ni?o que juega a ser otro". Tambi¨¦n es delicado incorporar a un genio: "Tuve que hacer una selecci¨®n r¨¢pida. No se puede representar al genio siempre como tal. Por ejemplo, en el documental que hizo Henri G. Clouzot [se refiere a El misterio de Picasso] se le ve¨ªa pintar y era f¨¢cil deducir que era genial. Otra cosa es representarle en otros momentos. Lo que veo es que siempre estaba relajado, que disfrutaba".A menudo se refiere a que el trabajo de actor no es magia, sino t¨¦cnica. "Hay una tendencia a analizarlo todo, a estudiarlo", dice. Coquetea cuando le pregunto c¨®mo se las arregla para controlar su intensidad. Sonr¨ªe: "Cree que soy intenso? No, no lo pienso". Sin embargo: "Mire, soy gal¨¦s, lo que se aproxima bastante al temperamento espa?ol. A diferencia de los anglosajones, somos bastante extravertidos, de ¨¢nimo cambiante, vol¨¢tiles, nos gusta mucho llorar. Antes yo ten¨ªa muy mal genio, pero comprob¨¦ que es perjudicial. En realidad, actuar y controlar la intensidad es una cuesti¨®n de t¨¦cnica. Le debo mucho al m¨¦todo Stanislavski, que dice que lo ¨²nico que nos permite que podamos representar un personaje es la relajaci¨®n. As¨ª que, aunque es asombroso, en los momentos m¨¢s tensos un artista puede permanecer tranquilo: Horovitz, cuando toca el piano, parece que lo hace sin esfuerzo. Y Picasso tambi¨¦n, cuando pintaba... Por supuesto que el conocimiento y la investigaci¨®n sirven para algo, pero, una vez que lo has hecho, lo mejor es hacer el trabajo, y basta. Yo vivo para el momento, y ni siquiera me planteo los resultados".
Nada m¨¢s sentarse a la mesa desde donde responde a nuestras preguntas, Hopkins se ha desabrochado los primeros botones de su camisa azul celeste y se ha rascado los pelitos del pecho con un gesto mec¨¢nico y calmado. Cuando replica a un periodista, aunque est¨¦ veinte filas lejos, le mira a los ojos y busca en la mirada de su interlocutor signos de comprensi¨®n. No se altera cuando un colega le dice, que el Picasso que ¨¦l interpreta le parece un miserable. En realidad, la observaci¨®n le sorprende, porque a ¨¦l parece caerle estupendamente ese miserable: un hombre apasionado, divertido, repleto de ilusi¨®n. En todo caso, dice que el libro, la productora y el director son los responsables. "Yo habl¨¦ en Par¨ªs con una persona que fue modelo de Picasso y me dijo que no fue un hombre f¨¢cil, pero que tambi¨¦n era un amigo maravilloso, generoso y mezquino a la vez. Ver¨¢n, en p¨²blico todos solemos mostrar lo mejor, y la mezquindad la reservamos para los ¨ªntimos".
Y a?ade, muy suavemente, con su magn¨ªfica voz, como quien por fin es due?o de sus pensamientos y no duda en exponerlos sin miedo al peligro: "Es interesante observar que a Picasso siempre le vemos con el pitillo en la boca, y que lleg¨® a los 92 a?os. Conozco a gente tan obsesionada por su salud que eso les enferma. Hay que disfrutar de la vida: mujeres, vino, lo que sea. Y Picasso lo hizo. Ello comprende muchas paradojas, pero es lo que hace que la vida sea interesante. Dicen que fue cruel con las mujeres, pero lo que yo digo es que ellas siempre supieron d¨®nde estaba la puerta, pod¨ªan haberse marchado, pero eligieron quedarse. Cuidado con la tiran¨ªa de los d¨¦biles: es la peor. Picasso no era perfecto. No hay nada m¨¢s aburrido que alguien perfecto".
"De mi experiencia haciendo de Picasso he obtenido una sensaci¨®n maravillosa. Era un hombre que no se disculpaba por nada, que no estaba sujeto a ser pol¨ªticamente correcto ni a dejarse llevar por los chismes, y ten¨ªa una gran ansia de vivir. Y en esto me parezco a ¨¦l, esto es lo que me ha ense?ado, a no pedir perd¨®n por nada en la vida. Y estoy muy satisfecho de ello".
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