La lecci¨®n del maestro
Hace a?os, un cr¨ªtico dijo de Anthony Hopkins que era como uno de los minotauros pintados por Picasso. Se refer¨ªa, sin duda, a su aspecto: su complexi¨®n fuerte, la cabeza grande y erguida, la intensidad de una mirada que nadie sabe c¨®mo interpretar. Caracter¨ªsticas heredadas de su padre, un panadero de Port Talbot, en el sur de Gales, en donde Hopkins naci¨® en la Nochevieja de 1937. Sir Anthony, que, como buen gal¨¦s, es hombre atormentado por numerosos demonios, ha conseguido sentarse a saborear la sensaci¨®n de haber dome?ado al minotauro. Y no s¨®lo eso. Ha podido convertirse en el mism¨ªsimo Picasso, de quien admira, precisamente, que no se sometiera a normas, que no le importara escandalizar.
Su modestia al hablar de su profesi¨®n de actor no le impide defender con entusiasmo y firmeza sus ideas respecto al oficio. Decepcionado por su ¨²nica experiencia como director -August, una adaptaci¨®n de T¨ªo Vania trasladado a Gales, para la que tambi¨¦n ejerci¨® de compositor, tarea que le entusiasma-, quita importancia a los recursos de la interpretaci¨®n. Hablamos de Lo que queda del d¨ªa, de la magn¨ªfica escena en que Emma Thomson le arrebata el libro que est¨¢ leyendo, que resulta ser una cursi novela barata de amor.
Tensi¨®n
"Recuerdo perfectamente aquel momento del rodaje. James Ivory y Emma Thompson estaban preocupados, porque sab¨ªan que iba a ser muy importante para el ulterior desarrollo de los personajes, pero, aunque sea verdad que luego qued¨® muy bien, mientras la hicimos pareci¨® insignificante. Empezamos lentamente, en una habitaci¨®n peque?a. Llov¨ªa mucho y hab¨ªa problemas de sonido, pero Ivory es muy tranquilo, y dijo que lo hici¨¦ramos tranquilamente. Yo ten¨ªa la idea de estar dormido cuando ella entraba en mi habitaci¨®n, pero, sobre todo, la d¨¦ hacerlo muy lentamente, sin forzar en absoluto, relajados, sin mostrar nada, sin aportaciones emotivas ni de energ¨ªa. Y as¨ª lo hicimos. Pero cuando empezamos a trabajar y fueron saliendo las palabras, se fue generando una tensi¨®n. Y lo ¨²nico que tuve que hacer fue, simplemente, sujetando el libro, encogerme, retraerme, y con una toma bast¨®. Entonces el director dijo que era la hora de comer"."Me alegro mucho de que algo tan sencillo haya resultado bien en pantalla. Se acordar¨¢n de la an¨¦cdota de Gregory Peck que, cuando rodaba Moby Dick, se fue a comer y se dej¨® su copia del gui¨®n, y un joven actor se acerc¨® a examinarlo. A la vuelta de Peck, le pregunt¨® qu¨¦ quer¨ªa decir la anotaci¨®n N. A. R que figuraba, en l¨¢piz rojo, en varias secuencias. Peck sonri¨® y dijo: 'No acting required", es decir, no se necesita actuar. Eso es lo que hay que hacer, incluso no pensar en lo que se est¨¢ haciendo. A veces lo hago para relajarme".
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