Viraje universitario
A PRINCIPIOS de esta d¨¦cada entraban en vigor los primeros planes de estudios en la Universidad ajustados al mandato de la Ley de Reforma Universitaria (LRU). En su complejo proceso de elaboraci¨®n intervinieron profesores, alumnos, autoridades acad¨¦micas, representantes de colegios y corporaciones y, Consejo de Universidades. Las intenciones, por otra parte, no pod¨ªan ser m¨¢s loables: actualizar contenidos, crear t¨ªtulos nuevos derivados del avance del conocimiento y de nuevas demandas sociales, descargar los programas de lo que fuera in¨²til o m¨¢s propio de estudios de posgrado, incrementar el contenido pr¨¢ctico de las ense?anzas, propiciar una mayor flexibilidad en la elecci¨®n de cada curr¨ªculo individual, aumentar la permeabilidad entre titulaciones, y una larga lista de buenos prop¨®sitos dif¨ªcilmente discutibles.Pero la experiencia de m¨¢s de seis a?os de nuevos planes ha demostrado que las mejores intenciones pueden ser desvirtuadas ya desde su misma regulaci¨®n inicial, o defectuosamente aplicadas en el discurrir diario de la actividad acad¨¦mica. De modo que, junto a algunos logros indiscutibles, se han detectado graves inconvenientes. Con frecuencia, en el proceso de elaboraci¨®n se han antepuesto demasiados intereses particulares, especialmente de los propios estamentos universitarios, a intereses m¨¢s amplios, que son los que hubieran debido orientar la reforma. Y as¨ª, en una acci¨®n coincidente, aunque no haya sido deliberada, todos los sectores involucrados han ido introduciendo sus propios puntos de vista, sus propias cl¨¢usulas de defensa, olvidando a veces que de lo que se trataba era de mejorar las prestaciones de la Universidad para la sociedad en su conjunto y no tanto de mejorar la situaci¨®n de cada cual dentro de la Universidad.
Los profesores, por ejemplo, acompa?ados en ocasiones por los estudiantes, que en su b¨²squeda de una titulaci¨®n que han de hacer valer en el mercado del trabajo tienen tambi¨¦n intereses propios, han aprovechado la ocasi¨®n para proteger la integridad o el avance de ¨¢reas y departamentos.
Han proliferado as¨ª titulaciones y asignaturas de inter¨¦s m¨¢s que dudoso; se ha obstaculizado el tr¨¢nsito entre carreras; se han sobrecargado los planes, y se ha tendido a identificar prestigio, cualificaci¨®n o competitividad con duraci¨®n de la carrera o cantidad de cr¨¦ditos, convir-, tiendo la nueva organizaci¨®n docente en algo dif¨ªcil de asimilar. La desventurada asociaci¨®n de ¨¢reas de conocimiento con asignaturas, de modo que la inclusi¨®n de una asignatura implique una cierta reserva en favor de una o unas pocas ¨¢reas, ha compartimentado la organizaci¨®n docente y ha disparado la puja por disponer de esa especie de exclusivas acad¨¦micas.Era necesario hacer un balance y enderezar el rumbo de la reforma antes de que el completo proyecto se malograse. A eso se ha aplicado el Consejo de Universidades, que ha aprobado el pasado 17 de diciembre un documento de sugerencias para la reforma de los planes. El diagn¨®stico que se hace en ese documento es, en general, acertado, y las medidas propuestas van en el sentido de atenuar los efectos m¨¢s negativos del proceso iniciado. Cabe preguntarse si no hubiera sido posible ir m¨¢s all¨¢ y romper algunos de los cors¨¦s contenidos en las directrices generales para la reforma de los planes de estudios, causa ¨²ltima de algunas de sus m¨¢s graves limitaciones, y cabe, sobre todo, preguntarse por la repercusi¨®n pr¨¢ctica que vayan a tener realmente.
En efecto, las universidades tienen autonom¨ªa suficiente para interpretar y aplicar esas sugerencias; no es descartable que en el proceso que ahora se abre se reproduzcan los males que ya estuvieron, presentes durante su primera elaboraci¨®n. Si as¨ª fuera har¨ªan un flaco, favor a la sociedad espa?ola, para cuyo futuro la calidad de la ense?anza en general, y la universitaria en particular, es un factor b¨¢sico.
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