Alienaciones amorosas
La palabra inglesa alienation significa, en su origen, marca, distintivo, se?al, evolucionando a transacci¨®n de bienes u objetos garantizadores de ventajas personales. M¨¢s tarde, se identific¨® con la palabra estrangement, sentirse privado de algo que se es, lo que agrega una dimensi¨®n m¨¢s ¨ªntima al sentido jur¨ªdico-comercial originario. De esta palabra se derivan las alemanas entausserung y entrenfrendung: la primera expresa desposeerse para significar el acto de exteriorizaci¨®n; la segunda, enajenaci¨®n, en el sentido de extra?amiento.La alienaci¨®n humana implica perder la verdadera existencia en la lucha por la vida material, que, a trav¨¦s de la historia, ha hecho del hombre un objeto manipulable. Por el contrario, la alienaci¨®n amorosa es b¨¢sicamente subjetiva, interior. Hegel defini¨®, por primera vez, su dial¨¦ctica: en el comienzo del amor, el Yo no quiere ser independiente, porque se siente incompleto; el segundo momento es la entrega de s¨ª a otra persona, en la que descubre valores necesarios para lograr la plenitud de ser. Esta donaci¨®n conlleva la p¨¦rdida del Yo en el Otro, y Hegel constata: "El Amor es una monstruosa, enorme contradicci¨®n", porque el amante busca afirmarse mediante la propia negaci¨®n. Al vivir inmerso en el Otro, es un extra?o para s¨ª mismo. "Amada, t¨² eres mi mejor Yo", canta el poeta Shelley.
La alienaci¨®n amorosa comienza siempre por la b¨²squeda de un ideal de amor prefigurado por el deseo, hasta llegar al abrazo identificador. Pronto aparecen sus entidades diferentes, y comienzan a observarse como realidades separadas. Buscando encontrar el Yo ideal en el ajeno, s¨®lo descubren la extra?eza rec¨ªproca que los separa. Se da otra forma alienante cuando los amantes se conocen profundamente, se creen hasta semejantes, y la armon¨ªa parece perfecta. Pero, en realidad, no escapan a la lucha para no dejarse invadir por el Otro, y terminan refugi¨¢ndose cada uno en su individualidad acogedora, viviendo tercamente aislados sin ceder ni un ¨¢pice de sus soledades.
El enfrentamiento continuo para evitar la propia anulaci¨®n est¨¢ magistralmente reflejado por los personajes de August Strindberg en sus dramas El padre, donde es vencido el hombre, y La se?orita Julia, derrota de la mujer. Cuando la voluntad de ser es m¨¢s poderosa que la voluntad de amar, es imposible la uni¨®n de los amantes, pues la conciencia orgullosa de la propia individualidad reafirma la alienaci¨®n amorosa originada por una, fetichizaci¨®n de las rec¨ªprocas subjetividades.
La permanente soledad sin salida para el amor, que llev¨® al fil¨®sofo rom¨¢ntico alem¨¢n Lichtenberg a punto de suicidarse, le hizo descubrir que su alienaci¨®n amorosa era una m¨¢s entre las tantas derivadas de la alienaci¨®n humana e impide la comunidad sincera de los hombres. Igualmente, Cesare Pavese expone en sus obras los dramas de la vida personal originados por la alienaci¨®n humana. A trav¨¦s del amor no se encuentra a s¨ª mismo. Despu¨¦s de vivir a?os con una muchacha americana, en una peque?a habitaci¨®n de una ciudad industrial, ella le abandon¨® sin saber los motivos. Regresa a su tierra natal, donde tambi¨¦n es un extra?o para las mujeres y ellas extra?as para ¨¦l. La angustia que le causa descubrir la diferencia con los otros le hace odiarse profundamente, confiesa en su Diario: tampoco encuentra en su tierra la morada definitiva' donde acogerse, y se siente ap¨¢trida, que, seg¨²n Heidegger, es la esencia de la alienaci¨®n. Como quiere sentirse en el mundo y con los otros seres, inicia, una nueva b¨²squeda en su obra Il ritorno all uomo: el protagonista acaba suicid¨¢ndose porque el nuevo fracaso le revela su desnudez, miseria e inanidad.
Los que aman buscando la, proyecci¨®n de su yo se niegan a s¨ª mismos en apariencia, y hasta se sacrifican con el ¨²nico fin de sentirse m¨¢s poderosos y fuertes que el Otro. Esa entrega es alienaci¨®n calculada, una ficci¨®n de que tanto se despreocupa de s¨ª mismo, que vive sumergido en el T¨² que dice amar. La alienaci¨®n utilitaria la expresan dos seres que se descubren afines y uno de ellos acepta vivir sumiso, esclavo voluntario, haciendo propios todos los deseos y caprichos de su amante. La alienaci¨®n egotista une fuertemente para que cada cual sirva al otro en el logro de sus finalidades espirituales, art¨ªsticas, literarias, que no lograr¨ªan nunca por s¨ª mismos. La alienaci¨®n un¨ªvoca est¨¢ plasmada en El celoso por infiel o el amante preocupado, de Eusebio Garc¨ªa Luengo, que sufre el temor sin medida de que su mujer sea infiel o pueda llegar a serlo. Esta sola posibilidad con que especula crea una distancia, una lejan¨ªa entre ambos, un antagonismo silencioso y oculto. A las grandes amantes sublimes tan celebradas por Rilke, Gaspara Stampa, la religiosa-portuguesa, la condesa de Noailles, no les importaba ser amadas. Gozaban y sufr¨ªan el amor del que ellas eran su objeto: autoalienaci¨®n, selbestentfrendung (Marx), de la subjetividad solitaria, ensimismada. Alberto Moravia, en su novela La noia, describe la alienaci¨®n mutua de un pintor y su amante, unidos por el vac¨ªo interior que los confunde en un abrazo protector, pero acaban enajenados al buscarse cada uno en la nada de su ser, llegando al l¨ªmite de intentar suicidarse juntos.
Seguimos condenados a vivir el amor alienado, porque la pasi¨®n, al enardecer el ¨¢nimo de los amantes, puede llevar a la estabilidad amorosa y, tambi¨¦n, a la propia destrucci¨®n. Un ejemplo ideal, contrapuesto a esta enmara?ada y compleja red que son las relaciones amorosas, lo tenemos en la novela Hermann y Dorotea, de Goethe: en plena guerra, dos sencillos y humildes campesinos crean una espont¨¢nea e ingenua armon¨ªa amorosa. Este amor natural ha sido posible porque ambos amantes permanecieron fieles a su aut¨¦ntica naturaleza.
En el mundo actual, est¨¢ en v¨ªas de desaparecer la b¨²squeda del amor y sus rabiosos combates, sucedi¨¦ndole vivencias m¨¢s sutiles. La sensibilidad posmoderna es capaz de vivir neg¨¢ndose y hasta de sacrificarse con el ¨²nico fin de realizar prop¨®sitos personales ajenos al amor. Las disputas e imprecaciones ardorosas de los antiguos amantes hoy se limitan a desviadores silencios dolorosos, profundos, que incomunican y desesperan en el aislamiento creado por las diferencias tajantes con la persona amada. La incomprensi¨®n amorosa que se sufre actualmente es consecuencia de la ilusi¨®n de amarse a s¨ª mismo en el Otro, y cuando se descubre que el Otro no es el Yo, de nuevo se enciende la chispa del antagonismo dram¨¢tico o tr¨¢gico causados por la alienaci¨®n de la individualidad.
?Ser¨¢ posible en un futuro, no extra?amente lejano, la desalienaci¨®n del amor? Si se crea una verdadera unidad humana, el Nosotros que haga posible la reciprocidad de sentimientos, el intercambio de amor por amor, trabajo por trabajo, ternura por ternura, confianza por confianza, podremos ser verdaderos seres amantes, como exige la pasi¨®n natural de nuestros cuerpos
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