?Y si abre Chingolo?
Las dos Leyes de Comercio Minorista, aprobadas hace un a?o con el voto un¨¢nime de los diputados y senadores de las Cortes generales del Estado, han resultado ser tan contrarias a los derechos de la gran mayor¨ªa como yo me tem¨ªa cuando se promulgaron. La pregunta que me hago es, ?c¨®mo puede ser que los pol¨ªticos, muchas veces contra sus convicciones, se atrevieran a cometer tama?a tropel¨ªa?Como soy bizarro defensor de las mujeres trabajadoras, de las familias de pocos ingresos, de los j¨®venes sin trabajo, y enemigo implacable de estancos, de monopolios y de privilegios he alcanzado por fin, a estas alturas de mi vida, la presidencia de una asociaci¨®n de libre-cambistas llamada Idelco, que re¨²ne a un grupo de personas que sufren mal los asaltos a la libertad econ¨®mica.
Me referir¨¦ s¨®lo a dos disposiciones muy representativas del esp¨ªritu reglamentista de esas leyes: la limitaci¨®n de la libertad de horarios y la prohibici¨®n de las rebajas durante la mayor parte del a?o.En la patria de los subterfugios ling¨¹¨ªsticos no les extra?ar¨¢ que la prohibici¨®n de que los comerciantes abran cuando quieran venga precedida por una declaraci¨®n de libertad de horarios: "Cada comerciante determinar¨¢, con plena libertad y sin limitaci¨®n legal alguna en todo el territorio del Estado, el horario de apertura y cierre de sus establecimientos". Pero, pero, en el art¨ªculo inmediatamente a continuaci¨®n, leemos: "Lo dispuesto en el art¨ªculo anterior no ser¨¢ de aplicaci¨®n hasta que el Gobierno, conjuntamente con... las Comunidades Aut¨®nomas, as¨ª lo decidan.... y no antes del 1 de enero del a?o 2001 ". Ello me lleva a dudar de que nunca veamos restaurada la plena libertad de horarios, que tanto nos benefici¨® durante 12 a?os. Quiero decir que benefici¨® a los consumidores por un lado, y a los comerciantes dispuestos a adaptarse a los modos de la distribuci¨®n moderna: a las mujeres trabajadoras que necesitan la ayuda de sus maridos para poder comprar con sosiego y deliberaci¨®n lo preciso para sus familias; y a los empleados j¨®venes de los centros comercia les, las peque?as tiendas modernas y las grandes superficies; porque sabr¨¢n ustedes que el comercio es, si le dejan los pol¨ªticos, un creador neto de empleo en esta Espa?a nuestra del paro.
El mandato del legislador respecto a las rebajas es tan mezquino como el referido a horarios y festivos. Habr¨¢n de durar un. m¨ªnimo de una semana hasta un m¨¢ximo de dos meses; y "s¨®lo podr¨¢n tener lugar... a principio de a?o... y en torno al per¨ªodo estival de vacaciones". Quedan prohibidas (c¨®mo les gustan estas dos palabras) las rebajas de turrones antes de las Navidades, o las de equipo de esqu¨ª en primavera, o de discos, libros, trajes de ba?o o lo que se quiera en oto?o. Esto da?a el bolsillo de los m¨¢s pobres, a quienes las luchas de precios entre comerciantes les permiten ampliar sus presupuestos.
Rosa D¨ªez, la inteligente consejera de Comercio de Euskadi, nos contaba antes de ayer en Idelco una an¨¦cdota para ilustrar su definici¨®n de estas leyes como "intentos de prohibir a los dem¨¢s lo que yo no quiero hacer". El due?o de uno de los dos principales establecimientos de su pueblo de San Mart¨ªn del Valle le mand¨® recado de cu¨¢nto le enfadaban los esfuerzos de la consejera en favor de la libertad de horarios. "Disgustado tienes al abuelo Abascal", le espet¨® la peque?a de la familia en la calle, "se queja de que le vas a forzar a abrir en domingo". Cuando D¨ªez replic¨® que no obligaba a nadie a abrir cuando no quisiera, dijo la ni?a: "?Y si abre su tienda Chingolo?".
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