Cuba
Ando ahora en el dif¨ªcil empe?o de escribir la historia de mi familia paterna, los Ortega, y al indagar sobre el primero que destac¨® de ellos, mi bisabuelo Jos¨¦ Ortega Zapata, me renov¨® el inter¨¦s que siempre tuve por Cuba pues estuvo unos a?os, a mediados del siglo pasado, como funcionario espa?ol en la villa cubana de C¨¢rdenas. All¨ª nacer¨ªa en 1856 mi abuelo Jos¨¦ Ortega Munilla, luego bien conocido como director del diario El Imparcial que fue el l¨ªder de la prensa espa?ola en la ¨¦poca de la Restauraci¨®n.Debi¨® ser el bisabuelo hombre de alma limpia y sin grandes ambiciones, aficionado a la m¨²sica y al periodismo. Sin duda esa doble vocaci¨®n le llevar¨ªa a publicar en Madrid una Gaceta Musical que cubri¨® con saber t¨¦cnico y garbo period¨ªstico los diversos aspectos de la oferta musical de entonces, en la que predominaba, claro, la m¨²sica italiana algo amenazada ya por la fronda de los wagnerianos. "El azar o la casualidad -me inform¨® mi admirado amigo Pedro Ortiz Armengol, m¨¢xima autoridad galdosiana sobre la tierra- hicieron que la Redacci¨®n de esta revista, en 1865-1866, estuviera en el mismo n¨²mero 3 de la madrile?a calle de las Fuentes, donde dos anos antes hab¨ªa vivido Gald¨®s". ?Por poco no se cruzan en la escalera don Benito y el bisabuelo!
Aquella mitad del siglo XIX debi¨® ser un periodo feliz en Cuba. La sacarosacracia criolla no quer¨ªa rebelarse contra la metr¨®poli, cuyos desdichados vaivenes pol¨ªticos dejaban a¨²n m¨¢s libre a esa rica minor¨ªa blanca, o blanqueada por matrimonio, para controlar de facto el gobierno de la Isla. La cual, econ¨®micamente, iba por delante de la empobrecida Espa?a, como es ejemplo la construcci¨®n en 1837 del primer ferrocarril hisp¨¢nico, el de La Habana a G¨¹ines, 11 a?os antes que el primero de la Pen¨ªnsula, el de Barcelona a Matar¨®.
No termina aqu¨ª la vinculaci¨®n con Cuba de los Ortega, porque mi t¨ªo Eduardo Ortega y Gasset hubo de emigrar a La Habana tras nuestra guerra civil y pas¨® all¨ª muchas horas amargas y dif¨ªciles del exilio. Por su casa iba Fidel Castro, entonces un estudiante amigo de sus hijos. Pero el t¨ªo Eduardo, al¨¦rgico a las tiran¨ªas como era, en pleno batistato, decidi¨® trasladarse con los suyos a Venezuela -?dos exilios son mucho en una vida!-, donde sus restos reposan en el cementerio de Caracas. Juan Manuel, el m¨¢s peque?o, me ha contado que se recibi¨® con alegr¨ªa en aquel hogar el triunfo de Fidel para luego ver con tristeza su declive hacia la dictadura. Juan Manuel hizo ya su vida en la patria de Bol¨ªvar pero los a?os cubanos de su infancia y primera juventud no se le olvidan y, de cuando en cuando, siente la llamada de su Cuba adorada. "?Qu¨¦ tierra tan bella y tan nuestra!" (su madre era tambi¨¦n cubana, nacida en Santiago) -me dec¨ªa- ... no hay campo m¨¢s hermoso ni mujeres m¨¢s imperiales que las camag¨¹eyanas".
Yo he heredado de esos antepasados y parientes esa cubadependencia, aunque por las vicisitudes de mi vida no haya podido hasta ahora visitar aquellas tierras calientes. Sent¨ª cierta emoci¨®n por eso, al ver en esa maravillosa pel¨ªcula, Guantanamera, un poste en la carretera que rezaba: "A C¨¢rdenas, 19 kil¨®rnetros"; pero yo estaba a muchos m¨¢s. Y s¨®lo me compensa de este aislamiento o¨ªr a mi primo las cosas que me cuenta de aquel hermoso pa¨ªs y de las tribulaciones de sus estupendos -e inteligentes- habitantes. Porque, adem¨¢s, Juan Manuel es un notable escritor, aunque practique raramente esa destreza. Al ver que la pol¨ªtica espa?ola hacia Cuba ha dado un giro importante con el presidente Aznar, me entr¨® curiosidad por conocer su opini¨®n sobre este vuelco y sobre el se?or M¨¢s Canosa, que lo ha propiciado.
"El anexionismo -me escribe-, desde principios del siglo XIX, ha sido fuerte y tenaz. Cuba comerciaba casi exclusivamente con los EE UU y los sure?os, tambi¨¦n dependientes de la esclavitud. Jos¨¦ Antonio Saco (1797-1879), un cubano que llen¨® gran parte de este siglo, sosten¨ªa que la anexi¨®n, en ¨²ltimo resultado, no ser¨ªa anexi¨®n sino absorci¨®n de Cuba por los Estados Unidos. Yo desear¨ªa -a?ad¨ªa- que Cuba no s¨®lo fuese rica, ilustrada, moral y poderosa, sino que fuese Cuba cubana y no angloamericana. Mart¨ª calificaba a los anexionistas de sietemesinos".
Aqu¨ª interrumpo a mi primo para recordar al lector que Mart¨ª era el hombre que pod¨ªa haber hecho la transici¨®n pac¨ªfica si le hubieran entendido en Madrid los pol¨ªticos de la Regencia. Tras el grito de Baire, dado en 1895 bajo la bandera autonomista -que era la espa?ola con dos rayas blancas en diagonal-, Mart¨ª se incorpor¨® a la insurrecci¨®n contra Espa?a. Era optimista, y en esos d¨ªas escrib¨ªa desde el frente rebelde que "la guerra de Cuba ha estallado a tiempo de prevenir la anexi¨®n de Cuba a los EE UU". No ver¨ªa, sin embargo, el gran pol¨ªtico, el fracaso de esa ilusi¨®n porque el 19 de mayo de aquel a?o, en la primera escaramuza de las huestes de M¨¢ximo G¨®mez contra las tropas de Mart¨ªnez Campos, Mart¨ª cabalg¨® hacia su destino y recibi¨® una descarga cerrada, que le ech¨® por tierra con la mand¨ªbula deshecha y una bala mortal en el coraz¨®n.
"Pero la nordoman¨ªa -sigue dici¨¦ndome mi primo- no ha cesado y Jorge M¨¢s Canosa es su actual exponente. Los americanos son muy agresivos con Fidel porque quieren volver a convertir a Cuba en un pa¨ªs d¨®cil que se pueda gobernar desde la Embajada norteamericana, ... Si lo que nos espera a los cubanos es M¨¢s Canosa que siga el caballo que, al menos, conserva nuestra identidad, aunque yo no est¨¦ para nada de acuerdo con su revoluci¨®n chapucera y con haber desperdiciado una gran oportunidad hist¨®rica... M¨¢s Canosa viaja como vocero de la colonia exiliada, pero s¨®lo representa la poderosa fracci¨®n de la extrema derecha rabiosamente norteamericana, que le permite alternar con aires de suficiencia con el Gobierno de Aznar".
"En Espa?a ten¨¦is -concluye su informaci¨®n- a un cubano de aut¨¦ntica calidad y sin rabo de paja, a quien deber¨ªais o¨ªr con m¨¢s cuidado: Carlos Alberto Montaner. Sus ideas son cubanas, independientes y sin hipotecas. Con ¨¦l ir¨ªa; con Canosa, ni a misa".
Estoy convencido de que estas consideraciones de mi pariente allende el mar le importar¨¢n un comino al Gobierno espa?ol. Pero a m¨ª me han hecho meditar.
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